Jerves Cedeño Elías


“Tierra hermosa de mis sueños…”
En Rocafuerte, antigua población ganadera, sentada sobre un valle muy fértil, vio la luz primera el 6 de enero de 1902, el bardo Elías Cedeño Jerves. Chone, la ciudad de los “naranjos en flor”, fue su tierra adoptiva. Sus padres fueron Ambrosis Cedeño Giler, manabita, y Avelina Jerves Naranjo, cuencana. Tuvo 17 hermanos.
Iniciacion literaria
Cedeño Jerves obtuvo instrucción primaria y parte de la secundaria, pero por lo general fue autodidacta. Amo la naturaleza y se constituyo en un soñador contemplando los paisajes manabitas. De allí partió su inspiración a los 12 años de edad.
Desde muy joven el cate quedo frustrado al no poder cumplir sus aspiraciones de cursar estudios superiores y lograr el dominio del latín y el griego que lo capacitaran para conocer en sus propios idiomas a los clásicos como Homero, Virgilio, Dante, Horacio, Esquilo, etc. Su padre intervino en política y fue perseguido por alfarista por el General Plaza, y no pudo seguir estudiando. De allí que en sus versos fluya una regular dosis de amargura. En su juventud leyó todo buen libro. Esto le sirvió mucho para aumentar su auto cultura.
Origen poético del pasillo “Manabí”
La historia de la letra de este bello pasillo es el siguiente, según nos la conto su mismo autor en 1969 (conservamos la cinta magnetofónica con su voz):
La escribió en Guayaquil, en el año 1935, ante una imponente puesta de sol que le trajo a la memoria su tierra amada. Se encontraba una tarde en el hogar de su cuñado Dr. Fidel Elias Endara Alava, quien era profesor de la escuela Municipal N°8 “Carlos Montevede”, en el tercer piso, en las calles Quito y Colon. Recordaba don Elías que era una cosa alta, de madera. Se subió al techo, para admirar una puesta de sol por los cerros de chongon, lo que le trajo a la memoria los cerros de Las Chamizas, de Hojas, Pajan y Jama, en Manabí, y por lo tanto, los días de su adolescencia, le invadió la nostalgia por la tierra añorada y lejana. Cedeño Jerves desde antes ya había pensado escribir un poema dedicado a su provincia para que sea convertido en canción, tal como desde 1930 ya lo tenía esta ciudad, con el pasillo “Guayaquil de mis amores”.
Solo necesito un momento de inspiración y, precisamente, allí lo tuvo, según nos conto, al ver inflamado el sol como hoguera, roo al fuego vivió, lo que le recordó aquellas tardes felices pasadas en sus años mozos en la frondosa campiña manabita.
Paredes herrera Compone la Música
Días después, Cedeño Jerves le llevo el poema a Francisco Paredes Herrera, gran compositor cuencano que residía en Guayaquil, quien fue para el durante diez años, más que un amigo, un hermano. Como por asuntos agrícolas el vate salía de la ciudad y regresaba luego de 3º 4 años, no supo exactamente en qué año se puso a la venta la primera grabación del pasillo. Nos dijo que quizá fue por 1940 o 1942.
Muchos intérpretes han grabado esta pieza musical, entre ellos los cantantes manabitas Eduardo Brito y Liliam Suarez, las Hnas. Mendoza Suasti, el Duo Benítez Valencia, el Trió Los Brillantes, el pianista Humberto Santa Cruz, etc. El pasillo “Manabí” ha sido y es cantado y ejecutado por los mejores conjuntos de América Latina y España. Los ecuatorianos y, en particular, los manabitas, en cualquier parte del extranjero donde encuentren, tienen a su lado en sus fiestas entre a su lado en sus fiestas entre compatriotas y amigos, un disco de este pasillo, lo que los hace recordar a la añorada Patria y al terruño.
Muerte del Poeta
Falleció el 8 de junio de 1971, en Guayaquil a los 69 años 6 meses de edad, víctima de enfisema, una enfermedad muy atormentadora. Tiempo antes de expirar de poeta nos expreso: “Quiero que al momento de llevarme al cementerio me canten junto a mi ataúd el pasillo Manabí, que me sepulten en tierra, y al pie de mi tumba me siembren un árbol donde hagan su nido y silben los pájaros”. Sin embargo, la voluntad del bardo se cumplió en partes, ya que si es verdad que durante su cortejo fúnebre a lo largo de la avenida Quito, en este puerto, hasta el instante de entrar a su última morada se toco y conto el himno de amor a su provincia, en cambio sus restos fueron depositados en la bóveda N° 32.502, Cuerpo 120, en el Centenario de Guayaquil, sin un frondoso árbol y lejos de la “tierra hermosa de sus sueños donde vio la luz primera…”