En 1851 residía en Lima y sabedor de que estaba el zarpar la armada del Gral. Flores con el objeto de atacar el golfo y la ciudad de Guayaquil, se consiguió un par de marineros para que le acompañaran desde el Callao y en un débil falucho y tras larga travesía, vino a Guayaquil, alerto a las autoridades y no cobro nada, haciendo pagar una modesta suma a cada marinero. Luego entro al servicio de la escuadrilla. Meses después fue comisionado por el gobierno para transportar a los jesuitas expulsados del país, con destino a Panamá, en la goleta hermosa Carmen y se hizo dar un certificado de gratitud, por el buen trato que les había dado durante la travesía. Dicho certificado fue publicado en “El Católico del Guayas”. Años después tuvo una de las mejores balsas de baño, ubicado en Sucre y malecón, donde concurrían los vecinos a tomar baños.
