Negro que había vivido en Sevilla y hablaba muy bien el castellano. Tenía tres hijos y una hija, a los cuales, el mismo padre les había puesto los nombres de Enrique, Sebastián, y María respectivamente. María estaba casada con otro naufrago, un cierto portugués, llamado Gonzalo de Ávila Illescas era temido y acatado por las tribus indígenas. Su voluntad era obedecida sin réplica y sus quereres se ponían por obra al instante; así es que podía agitar toda la provincia o persiguiéndose a los indios o haciéndoles tomar las armas para rechazar a los que intentaban entres en ella para conquistarlos.