Ibar Jarquin Alfonso A.


Nació en Tolunca, México, el año 1859, de raza india, como este sacerdote lo proclamaba sin ninguna vergüenza y si, con mucho orgullo y notaria alegría.
Recibió la Ordenación Sacerdotal en 1895, en Sinaloa, de manos del Sr. Obispo José Homobono Amaya.
Viajo a Europa y estuvo en varios países del Viejo Mundo. Estuvo en Inglaterra y conoció a la familia real con la que hizo amistad.
Después de ejercer unos pocos años su ministerio sacerdotal en ese gran país mexicano, vino por América del Sur y paso por algunas Diócesis de los países bolivarianos. En Bolivia fue nombrado Intendente de Policía, por su inteligencia y valor.
Muchas parroquias de las diócesis del Ecuador  conocieron al Dr. Ibar. Un tiempo estaba en la Arquidiócesis de Quito, otro, ya se encontraba en la vida parroquial de otra diócesis.
Su permanencia en esta actual arquidiócesis se registra en cinco Parroquias:

  1. Fue nombrado Cura de Balao, en donde ejerció su ministerio parroquial desde el 21 de febrero de 1938 hasta el 23 de abril de este año.
  2. Luego fue Cura de Samborondon  desde el 2 de mayo de 1938 hasta el 23 de mayo de 1939. E toco el honor de colaborar con el Excmo. Mons. Heredia Zurita en la noble tarea de la fundación de la Massabot, de la Rdas. Madres Marianitas.

Luego fue nombrado Párroco de Quevedo, desde el 29 de mayo de 1939 hasta el 2 de abril de 1941.
Paso de allí a la ciudad cantonal de Yaguachi, en donde actuó del 20 de enero de 1941 hasta septiembre de 1942.
También sirvió en las Parroquias de Manglaralto y Colonche, desde el 17 de septiembre de 1942 hasta el 1º de enero de 1943.
Finalmente, se lo ve de Párroco en Ballenita en mayo de 1957.
El sacerdote que escribe estas líneas solía decir al P. Ibar que permaneciese en Guayaquil para celebrarle solemnemente el centenario de su natalicio, pero, a comienzos del año 1958 se alejo a la Arquidiócesis de Quito, en donde ocupo el cargo de Párroco de Otón.
Servía aun con energía propia suya, cuando una vez que se dirigía a auxiliar a un enfermo subido en una acémila, al pasar por una colina resbalo el jumento arrastrando al centenario sacerdote que pereció a causa de las lesiones sufridas al descender a una quebrada.