GONZALEZ BARRETO CLODOVEO

MUSICO Y POLEMISTA. Nadó en Ambato el 15 de Diciembre de 1909 en el seno de una numerosa familia en la que fue el

benjamín, siendo sus padres legítimos Juan González Cabrera, natural de Ambato, comerciante y después fotógrafo, y

Asunción Barreto Avilés, de Cuenca.

Le pusieron por nombres Clodoveo Guillermo y tuvo de hermanos a Juan, Gonzalo, Arturo y Josuet pero en la epidemia de

tifoidea declarada en la zona central del país en 1912, falleció su madre y dos de sus hermanos mayores, de suerte que su

padre debió confiar a sus últimos hijos al cuidado de las monjas de la Caridad.

Al llegar a la edad de recibir instrucción cursó la primaria y secundaria interno en los Colegios salesianos de Guayaquil y

Cuenca, descollando por su inteligencia y raro talento musical, pues casi sin maestros aprendió a tocar numerosos

instrumentos y criado en un medio excepcionalmente religioso, sus profesores le concedieron en 1927 una beca para

seguir estudios superiores en Italia.

En el Instituto Salesiano Internacional de Turín tomó clases de armonía, composición y órgano con el notable maestro

Ernesto Scarzanella y mejoró sus conocimientos artísticos y musicales al lado del maestro Giuseppe Grosso, a quien

sustituyó varias veces en la dirección del coro polifónico del instituto Salesiano al tiempo que era ganado por dicha Orden

aprendió latín, en 1930 alcanzó el grado de Presbítero y el 32 recibió la ordenación sacerdotal. Para entonces era un

esclarecido ejecutante del órgano y el acordeón pues dominaba los secretos de esos instrumentos excepcionalmente

dulces, poseía una sólida educación clásica, caudalosa sinceridad, fervor espiritual, sensibilidad humanística y fe.

Entre 1932 y el 33 residió en la República de El Salvador pero su afán de libertad ya que acostumbraba a interrogarse a sí

mismo le condujo a experimentar serias dudas sobre los dogmas porque le parecía que algunas afirmaciones del

catolicismo se apartaban de los textos bíblicos y enfrentado al fanatismo de ciertos sacerdotes, sintiéndose como

prisionero, optó el 33 por solicitar su dimisión. Su fe juvenil en los mitos había sido cambiada por una luminosa fe en la

libertad del espíritu humano.

El 34 recibió la autorización canónica para separarse de los salesianos como una avecilla a la que le habían abierto la

portezuela de su jaula y se lanzaba a volar, según frase que pronunció ante varios amigos. Entonces volvió a su Patria

dotado con un corazón sensible, sólida cultura latina, musical y estética y trajo consigo su método de aprendizaje musical creado durante sus años formativos en Turín, excelente para simplificar las dificultades propias de las notas que cambió

por letras y colores, basado en una explicación clara, fácil y metódica, que ilustra con gráficos, ejercicios amenos y

recreativos. En Quito tomó contacto con el célebre músico y compositor Sixto María Durán, que se maravilló con el nuevo

método de aprendizaje, calificándolo de valiosísimo.

Para Ambato escribió la letra de un Himno dedicado a esa ciudad que apareció en la revista “Ecos” en Diciembre del 37 y

experimentó su método por primera ocasión en canciones escolares propias de mentes infantiles, trabajó por breve

tiempo en el Ministerio de Defensa, luego entró al Colegio femenino Espejo de Quito como profesor de Música,

considerando que ese era su verdadero destino.

En 1940 obtuvo el segundo premio con “Canción del Remero” y Segundo Luís Moreno recibió una

de las Menciones entre cuarenta y dos participantes en el Concurso Internacional de música

convocado por el Club Paysandú del Uruguay.

Para sobrevivir trabajaba como organista en varias iglesias como La Merced, La Compañía y Santa

Teresita. El 42 puso ritmo de pasodoble a la letra de Ricardo Darquea Granda titulada “Chola

Cuencana” pero el 49 Rafael Capio Abad le dio otro ritmo que fue acogido por el público y hoy en

una de las canciones más populares del país. El 43 fue autor del Himno del Colegio Juan Pío

Montufar de la capital, sus amigos le brindaron una cena como justo homenaje de simpatía. En

agosto y de Director de Programaciones con sueldo de Radio Quito, presentó la Audición de Gala

por el tercer aniversario de su fundación, que contó con la presencia del Ministro de Obras

Públicas Carlos Roca Marcos y el Agregado de Relaciones Culturales de la Embajada de los Estados

Unidos Wesley Adams, así como numeroso público y autoridades. En septiembre debutó en Radio

Quito la Estudiantina Santa Cecilia compuesta de siete guitarras bajo su dirección se presentaron

quincenalmente en Radio

Quito hasta el 48.

El 44 comenzó a pasar un programa de música y drama teatralizado por las ondas de Radio Bolívar

de Quito y ofreció una velada literario – musical en el teatro Sucre en honor a la Provincia de El

Oro con la intervención de varios Colegios de la capital, intervino tocando como parte del

cuarteto formado con los hermanos Carlos y José Nájera y Antonio Zarama. En la radio La Voz de

los Andes presentó a su estudiantina en un Programa de Homenaje a la primera dama de la nación

Corina del Parral de Velasco Ibarra, iniciándose el programa con el Preludio No. 2 en Do sostenido

menor de la autoría de ella, lo cual causó la natural sensación en la capital, pues no se la conocía

y se ignoraba que fuera compositora musical y concertista de piano. El programa fue un éxito

nacional porque lo retrasmitieron varias radios del país.

Dictaba las clases de Música en el Colegio Juan Pío Montúfar pero se cambió a Ambato y presentó

en la Radio Municipal de esa ciudad varias audiciones de música selecta con explicaciones y en

Diciembre realizó un Concurso radial para identificar la pieza y su autor a través de las ondas

siempre produce tan terrible librito, que contiene una serie de consejos y sugerencias alejadas

de la ética y la moral.

Por su condición de técnico que dominaba el arte de tocar instrumentos, sabía música por nota

y componía, le era relativamente fácil sobrevivir en cualquier región del país y aún del

exterior y su carácter eufórico, expansivo y optimista le ayudaba a hacer amistades valiosas

con gran facilidad.

En 1947 recibió un Diploma de la Asociación Musical Italiana afiliada a la Confederación

Mundial de acordeón por su novedosa contribución a la música. En 1948 vivió una corta

temporada en Ambato como Director de la Radio del Estado y leyó la biografía de Juan

Montalvo escrita por Oscar Efrén Reyes. En realidad de Montalvo solo había conocido su fama

de gran escritor liberal sin entrar en mayores detalles, pero era tan pobre la imagen que Reyes

presentaba del Cosmopolita, que le pareció que tal obra no solo que no decía la verdad sino

que ocasionaba graves equívocos entre los estudiantes del país. En efecto, la obra de Reyes

relata minucias y tristezas de su vida privada posiblemente buscando encontrar en esas

pequeñeces del gran hombre la clave de su existencia solitaria y ardiente.

Viviendo en Quito sin abandonar su propósito de profundizar en el conocimiento de la vida y

obra de Montalvo, se dedicó a hacerse conocer como pianista y organista. La Dra. María

Angélica Carrillo de Mata le llevó de profesor de Música al Colegio Nacional 24 de Mayo,

comprobando con dichas alumnas que su método de aprendizaje de música llamado Do Re Mi

inspirado en letras y colores era apropiado y útil, de manera que lo ensayó con varios grupos

estudiantiles.

Las primeras prácticas se hicieron en el propio 24 de Mayo con ciento veinte alumnas en canto

y rondador, que en solo tres semanas lograron interpretar cuatro canciones en el Festival de la

Plaza Arenas. Al poco tiempo y en el Colegio Americano, con solo trece clases dictadas a un

grupo de veintiocho alumnos, logró presentar varias piezas en el acto de clausura del año

escolar.

Pronto su Método de Aprendizaje Musical González fue conocido en el país, en realidad consistía en una neo grafía musical pues cambiaba las

notas por letras y colores como ya se dijo, y su nombre se hizo famoso a través de la prensa,

que se interesó sobremanera. Había logrado un nuevo sistema teórico – gráfico para poner el

arte musical al alcance de las grandes mayorías, logrando la eliminación de casi todas las

dificultades de la notación tradicional, cuyo aprendizaje requería estudios arduos. En 1950 lo

patentó en el Ecuador y el exterior. Nuestro ministerio de Educación expresó que constituía un

avance extraordinario, lo recomendó a la UNESCO en París y el notable crítico y musicólogo

Jacobo Alexander dijo: “verdaderamente sencillo, lógico e integral, y por aplicable a todas las

expresiones del arte musical”.

En esa década, a raíz que las alumnas del 24 de mayo, enteradas de su pasado sacerdotal, le

comenzaron averiguar asuntos relativos a los dogmas, Clodoveo trató esos temas y hasta hizo

circular copias mecanografiadas de las famosa Mónitas secretas de los jesuitas, granjeándose la

animadversión de la Dra. de Mata, quien le prohibió que hable de religión con “apercibiciones

amenazantes”. Pronto entraron en conflicto y tras los festivales anuales de mayo del 51, cuya

parte vienesa corrió a su cargo, se puso ^ la situación tan tirante que prefirió

dejar el plantel, pues “el ejemplo del educador es la mejor lección y escuela y no quería dar

el feo espectáculo de una pugna sorda”, como lo explicó en una larga comunicación de 14

págs. que hizo llegar al Ministro de Educación, de manera que prefirió posponer su posición

personal ante el honor y prestigio del plantel.

Mientras tanto había aumentado su interés por Montalvo pues pensaba que era deplorable la

impresión que la obra de Reyes causaba, sobre todo en uno de sus capítulos, el de la

Introspección y el Autoanálisis, donde repetía la mayoría de las injustas inculpaciones de sus

detractores. Por ello se decidió a leer sus obras y a medida que lo hacía le parecía que las

páginas de Reyes contenían censuras antojadizas y hasta caprichosas. Su amigo René Andrade

Moreno le prestó un raro ejemplar de “Las Páginas Desconocidas de Montalvo” que había

circulado muy poco en el Ecuador y así pudo aquilatar en toda su grandeza al Cosmopolita, a

quien consideró desde entonces como el “paradigma de los maestros ecuatorianos” y por ello

le nació el deseo de explicar y defender sus ideas en un manuscrito que pronto adquirió

considerable volumen.

los modernos como Lecuona, Roig, Agustín Lara y varios nacionales. De su propia autoría ejecutó la

Polca del Salonero bailada por las señoritas Blanca Rosa Corral, Silvia Palacios, Azucena Bowen y

Anunciata Cantos y sus Acuarelas Shyriss con bocina, rondador, ocarina y bombo.

El 59 el Economista Abdón Calderón Muñoz le solicitó su ayuda pues se vivía los días más álgidos

del período presidencial de Camilo Ponce Enríquez y algunos partidarios de García Moreno, unidos

en un Comité ad – hoc, estaban empecinados en la erección de su monumento en el puerto

principal, en franco desafío a la idiosincrasia liberal de los guayaquileños.

Clodoveo publicó varios artículos en el diario El Universo, Benjamín Carrión editaba en Buenos

Aires su biografía de García Moreno titulada “El Santo del patíbulo” y el país seguía con interés el

debate, que más que histórico se presentaba doctrinario. De todo ello ha quedado algunas páginas

plenas de pasión por la libertad, por eso se hizo conocido “como polemista de temas cívicos y

políticos y dueño de un estilo agradabilísimo y al mismo tiempo escritor de sólida cultura”.

A fines de año decidió ausentarse a Europa para difundir su sistema musical y presentarlo en la

Unesco. Liquidó el negocio, lo cual fue un error inmenso pues era una mina de oro que le

proporcionaba ingentes ganancias mensuales, cerró la Academia y cuando tenía todo listo para

salir del país, se encontró con su amigo René Andrade, a quien manifestó sus planes musicales y la

idea de que tal vez estos se complicarían demandándole mucho tiempo, quedando solamente en

proyecto y en apuntes su refutación a lo que él llamaba la falsa vida de Montalvo escrita por Oscar

Efrén Reyes, a quien tenía por escritor de derecha.

Andrade se ofreció a ayudarle y desde el siguiente día le sirvió de secretario durante mes y medio,

con lo cual el viaje de Clodoveo debió postergarse. “San Juan Montalvo, soldado y campeón de la

libertad, maestro de los maestros laicos,” apareció seis meses después, 1.960, en la Editorial

Atahualpa de Quito, en 427 págs. con una síntesis de sus artículos publicados en la revista “La

Calle” de Quito bajo el título de “Época de la demagogia velasquista.”

En su presentación el notable crítico Alejandro Carrión dice que desde sus

primeras páginas este libro excede el campo estricto de las letras y se convierte en una acción cívica militante. Concebido

como una defensa de Montalvo, es una defensa de todo un sector del pensamiento ecuatoriano, ese pensamiento del cual

es símbolo, y sale a combatir para conquistar la libertad para todo pensar ecuatoriano, para todo vivir ecuatoriano. El

autor sentía que, al empequeñecer la figura de Montalvo, relatando las indispensables pequeñeces que caben en toda vida

galante – tiranía de la condición humana – se ha empequeñecido al símbolo de toda una actitud vital permanente del

espíritu de su Patria. Inconforme con esto sale y pelea… Nos encontramos frente a una obra polémica, excepcional tanto

por su pasión como por su estilo, por los horizontes tan amplios en que se desarrolla y por la caudalosa sinceridad que

cautiva y que conmueve al mismo

tiempo Finalmente indica que

mientras el Ecuador produzca hombres que salen a pelear con la pasión y la sinceridad del autor de esta página, la Patria estará segura, a salvo de la oscuridad y el sueño de la razón, que como lo dibujó Goya, produce los horribles monstruos

que devoran la vida.

Tantos trabajos y sobre todo sus continuas colaboraciones en la prensa de Guayaquil y Quito le granjearon la estimación

de la intelectualidad y la admiración del grueso público lector del país que le seguía con notable interés.

El 62, el Dr. Jorge Salvador Lara, quien se decía su amigo, “trató de ridiculizarme en una conferencia que él fue a leer a

Ambato y que después dio a la publicidad, dónde sin rebatir el contenido de mi libro incitó a mis coterráneos para que

protesten contra el título de San Juan Montalvo, poreso le contesté con “El Dr. Yo Yo” o primer mandoble, folleto

urtipicante en 32 págs. que causó mucho escozor al cuitado Jorge, porque le di duro y feo, relievando su infinita fatuidad,

ya que siempre estuve convencido de que el propósito de Salvador Lara era empequeñecer la figura del Cosmopolita,

autor de un laicismo sano y creador, para así engrandecer la de Juan León Mera y sus corifeos, símbolos de un clericalismo

retrógrado y opresor”

“La dicha Conferencia (DE JORGE SALVADOR LARA) estuvo llena de infundadas apreciaciones personales y de absurdas

anécdotas escuchadas a su abuelita materna doña Alegría Bueno Yerovi que dizque era liberal. Entre ellas, que poco antes

de morir en Paris el Cosmopolita se había confesado todo arrepentido y contrito, por haber atacado a la Iglesia, etc.

Finalmente solicitó a las autoridades que colocaran una cruz en la Casa de Juan Montalvo en Ambato y dicho todo esto tras

el período presidencial del Dr. Camilo Ponce Enríquez, cuando el país se llenaba de sacerdotes españoles y falangistas,

constituía un flagrante ataque al laicismo.

Clodoveo ya era miembro del Círculo de la Prensa de Quito, del Ateneo ecuatoriano de Cultura, de la Casa de la Cultura

Ecuatoriana y del Club de Leones de Guayaquil. Numerosas instituciones clasistas le llamaban a dictar conferencias pues

era considerado uno de los mayores periodistas del país.

Durante la dictadura de la Junta Militar de Gobierno del 63 al 66 hizo abierta oposición a través de numerosos artículos de

alta polémica al tiempo que daba numerosos conciertos y festivales.

El 19 de Mayo de 1964 a las seis ytreinta de la tarde y contando con el auspicio del Ministerio de Educación, la

Municipalidad de Quito y la CCE dirigió un variado festival de coros y danzas en el teatro Sucre de Quito, en memoria del

padre Agustín de Azkúnaga de la Orden franciscana, recientemente fallecido en la capital. El programa contó con la

colaboración de los coros de la CCE franciscano y seráfico de Guápulo, con dos organistas: el español Jaime M. Mola y

Clodoveo González y el conjunto de danzas ecuatorianas del Colegio La Providencia del centro de la capital. Hubo yumbos,

danzantes, danzas y canciones españolas y ecuatorianas.

El jueves 11 de junio se presentó a las nueve de la noche en Paraninfo de la Universidad de Guayaquil con un programa de

concierto con música mundial, nacional y propia tocada por él en Electrone Yamaha. El miércoles 2 de diciembre a las

nueve de la noche se presentó en el teatro Gran Colombia de la vecina ciudad colombiana de Ipiales con un Programa de

Coronación a la Reina del Deporte de Ipiales María Herlinda Erazo Mera. Mil novecientos sesenta y cuatro fue un año de

mucha actividad en todo sentido y significó para Clodoveo la reafirmación de su doble motivación vital, la de profesor

musical y polemista histórico.

El 66 G. humberto Mata editó en Cuenca “Zaldumbide y Montalvo” y poco después “En defensa de mi Zaldumbide y

Montalvo” con prólogo de Benjamín Carrión y durísimos ataques al Cosmopolita, por quien no sentía ninguna simpatía pues

en La Mercurial Eclesiástica había zarandeado de lo lindo a su tío abuelo el Arzobispo de Quito Ignacio Ordóñez Lazo, de

quien Montalvo llegó a decir que era un negro obispo (en velada alusión al oscuro color de su piel que le venía por el lado

materno y a la prohibición de lectura de los Siete Tratados)le reconocía el primer polemista del país. El 73, los hermanos

Barriga López le habían definido en su Diccionario de la Literatura Ecuatoriana como P

polemista total, escritor de agilidad en las reflexiones y de frases demoledoras. Apasionado, idealista, que ataca fuerte,

con denuedo implacable….

Optimista como siempre, volvió a estudiar el problema limítrofe ecuatoriano que había comenzado a analizar desde 1.958

durante su polémica con los garcianos de Guayaquil, profundizando en el Tratado de Mapasingue de 1.860, suscrito entre

el gobierno del Mariscal Ramón Castilla del Perú representado por su Canciller Morales y la Jefatura Suprema de Guayaquil

del general Guillermo Franco Herrera representado por su Canciller Nicolás Estrada Cirio. I en tan patriótico propósito se

hallaba cuando le sorprendió la muerte en Quito, el 30 de mayo de 1984, de solo setenta y cuatro años de edad, a

consecuencia de un masivo derrame cerebral posiblemente ocasionado por un súbito aumento de su presión arterial.

La prensa nacional comentó que sus afanes como escritor le había hecho olvidar lo musical, tema que le abría un vasto

campo de éxitos internacionales por la difusión del sistema musical de su invención y que en materia de composición

había obtenido siete galardones nacionales y tres internacionales. Se recordó que eran de su autoría la “Acuarela Shyri” y

“Chullita quiteña”, así como varias piezas estilizadas para ser interpretadas en vallet.

Le conocí mucho y bien y hasta me conté entre sus amigos y colaboradores con Rodrigo Chávez González, José Patiño

Rodríguez y Abdón Calderón Muñoz a principios de los 60, cuando yo solamente era un muchacho de veinte años, daba mis

primeros en materia de investigación y pude conseguirle algunos datos históricos de su interés en la Biblioteca de Autores

Nacionales Carlos A. Rolando adscrita a la Municipal de Guayaquil.

Clodoveo hablaba con fluidez y precisión notables. Era un líder nato, consciente de su saber, de su inteligencia, pero hacía

las cosas tan naturalmente que parecía uno más entre nosotros y sin embargo, era quien nos dirigía a todos.

Su estatura mediana, talla robusta, piel cobriza, ojos saltones, vivaces, que parecían salirse de sus órbitas, inyectados

pues sufría de conjuntivitis crónica. Pelo negro entrecano, finoy despeinado, que le caía hacia los lados en mechones casi siempre desordenados. Sudaba mucho, se movía más y era rápido para pensar, para dirigirnos, para toda actividad, que

emprendía con un entusiasmo contagian te, único.

Desprendido con el dinero que ganaba fácilmente por su arte musical, era increíble su generosidad pues le gustaba brindar

y no escatimaba medios para gozar los placeres normales de la vida. Fumaba mucho, bebía parcamente y solo por

compromiso, su tiempo lo invertía en departir alegremente en los salones del boulevard junto a una tacita de café negro y

sin azúcar pues era diabético y como gesticulaba con los brazos y reía en alto volumen, pronto le rodeaban amigos,

conocidos y hasta curiosos y terminaba discurseando sobre mil y un tópicos, todos interesantísimos, pues su erudición y

facundia eran inacabables.

De carácter y reacciones primarias, generoso con su tiempo, no contrajo matrimonio por darse entero a la humanidad.

Con sus composiciones musicales obtuvo numerosas distinciones dentro y fuera del país.