Estévez de Toral Remigio

En la diócesis de Cuenca, el Hno. Señor Remigio Estévez de Toral, celebró Sínodos Diocesanos en Noviembre de 1867 y en abril de 1872. Para este segundo Sínodo la convocatoria estaba firmada por el prelado y su secretario el Dr. Antonio Borrero. En el ambiente de Cuenca se gustaba entonces lo que llegó a llamarse el catolicismo liberal, que estaba en desacuerdo con algunos actos de la política de García Moreno. Aquel anciano sencillo, sin doblez, que hablaba siempre de todos con el corazón, y a quien yo le debo eterna gratitud. Tan generoso en perdonar: los dolores morales, padecidos con acallada resignación, que no los años, habían dado a su cabeza la corona de temprana ancianidad; después de haber apacentado su grey con amor, fue llamado al eterno descanso. 
En 1845 al proceder el Cabildo Eclesiástico a elegir el reemplazo del Dr. Vintimilla, la votación se empata entre los doctores Remigio Esteves de Toral y José Miguel Carrión. Intima a sus colegas que se prescinda del doctor Remigio Estévez de Toral “siendo como es notorio dice que ha pertenecido a la sociedad que se estableció en esta ciudad para sostener la constitución y las leyes Nacionales dadas por la Convención de 1843 y es pariente en cuarto grado de sanguínea con atingencia al tercero del Dr. Mariano Vintimilla por haber sido, según se afirma públicamente, hermanas las abuelas del Sr. Vintimilla y del Sr. Toral.
Hijo de don Rudecindo Estevez de Toral y de doña Francisca Sánchez de la Flor. Nace en Quito el 23 de junio de 1814. Vino niño a Cuenca, ciudad en la que se educó y en la que ocurrió su muerte el 9 de mayo de 1883.
Sacerdote de méritos excepcionales. Educador Rector del colegio Seminario. Miembro del congreso Nacional, Gobernador Eclesiástico. Octavo Obispo de la Diócesis de Cuenca.
La talla esbelta. Levantada la cabeza mostrando la amplitud de una frente de curva pensadora, hercúleas las formas moviéndose pausadas y graves, el labio inferior saliente y el gesto desdeñoso sin afectación ni soberbia, denunciaban el tipo de firmeza en el obrar, de certidumbre en concebir, de clarísima visión para el derrotero, de imperiosa dignidad para ser obedecido: la conciencia segura, como motor de la sanciones, incapaz de rendirse a la duda y erguida para resistir a los contrarios vientos de la opinión. A primera vista, parecía temible, quizás arrogante. Pero, en su rostro de guerrero y de conductor de almas, pronto se adivinaba la nota de suavidad; la mirada de unos ojos tranquilos y profundos, que denunciaban mansedumbre, contratando en él la contextura de hierro con la apacible lumbre de un espíritu ingenuo y sencillo.
Nació para la virtud extraordinaria; y desde adolescente, por sus padres mismos fue respetado como superior. En la soledad  y en la penitencia fortificó su espíritu, aleccionándolo en la escuela de la muerte; para ello rezaba sus horas, a la luz de los cirios que velaban junto a los cadáveres en la iglesia de la Compañía, contigua al Seminario, en el que pasó la mayor parte de su juventud sacerdotal, cura de aldea, y en esta hizo su aprendizaje de obispo.
Rodeado de sus hermanas, que eran como diaconisas de su pequeña iglesia.
Volvió al Seminario, a la enseñanza, a la dirección; y luego pasó a una capellanía de monjas, Designado como tal el padre Solano, por el derecho de su talento, rechazó el alto cargo, por temor a lo difícil de la elevada magistratura eclesiástica que requería suma prudencia, sobre todo en esos tiempos en que había  que comenzar valerosamente la reforma de las costumbres del clero y del pueblo. El ilustre padre franciscano, en insinuación reservada, recomendó al modesto capellán de la Concepción. Después de 1861. Cobrando la Republica un gran vigor de organización bajo la primera presidencia de García Moreno, de acuerdo con este, el congreso designó obispo al Dr. Remigio Esteves de Toral. Desde 1863 a 1883, en veinte años de episcopado, el nuevo obispo, bien puede decirse que formó y organizó la diócesis, dando amplitud a su autoridad.
El Ilmo. Sr. Esteves Toral estaba en un especie de rompimiento con García Moreno. ¿Cómo así? El referido había fulminado excomunión contra el Gobernador de Cuenca, Don Carlos Ordoñez, siendo este inocente, o la sumo reo solo de faltas veniales. Conocedor de tal abuso, Don Gabriel había recurrido al Romano Pontífice, informándole de aquella conducta injusta y violenta, y rogándole aplicara el condigno remedio. Hizo Pío IX; mediante un breve dirigido al inconsulto Prelado, con fecha 21 de julio, mediante un breve dirigido al inconsulto Prelado, con fecha 21 de julio  de 1873. Monseñor Toral hizo además un cambio en el Secretariado de la Curia. En Lugar del Dr. Antonio Borrero puso al Sr. Canónigo Antonio Piedra y escribió a Pío IX, dándole cuenta de haber enmendado su conducta.