Elizalde Lamar Antonio

El 5 de marzo de 1845 por la noche se reunió Ayarza con el General Elizalde y cinco o seis jefes de los antiguos chiguaguas, que creyeron llegada la ocasión de hacer revivir la causa que había sostenido desde 1833 a 1835. Ayarza, dejando apostados a sus compañeros en un solar vecino, entro al cuartel de artillería se apoderó de la guardia, de acuerdo con el oficial que le mandaba, arrestó al comandante Barceló que le había reemplazado, se puso a la cabeza de la tropa e hizo entrar a los demás conjurados. Enseguida mandó Elizalde llamar a otros comprometidos y puso en libertad y armó a los presos de la Cárcel que estaba contigua.
Combatió por la libertad Peruana Antonio Elizalde.
El comportamiento del general Antonio Elizalde en Lima, fue entonces el impuesto por la circunstancias a un patriota y hombre austero. De desterrado, paso a Ministro Plenipotenciario, nombrado por Urbina en 1852 y se propuso desbaratar el plan de Flores y del Gobierno del Perú. Elizalde hizo cuanto pudo por convencer al Gobierno de Echanique estaba cometiendo un gran Crimen: el Gobierno le ofreció, no la expulsión de Flores, sino una internación a Puno, a el Cuzco. Siguieron los preparativos, Elizalde tornó a sus reclamos, y el Gobierno ofreció mandaría a Flores a Jauja. No era ejecutada ninguna medida. El General Ramón Castilla, fuera del Gobierno entonces, firmó y dio un informe al Ministro Ecuatoriano, acerca de la verdad del crimen en proyecto: no produjo ningún resultado. Elizalde llevó al Presidente otras pruebas: el testimonio de Coroneles. Y doctores, que se presentaron en persona, así como de individuos a quienes se había tratado de enganchar en persona, así como individuos a quienes se había tratado de enganchar. En respuesta, no se obtenía sino esta frase: “Se ha ordenado a la Prefectura requiera al ex General Flores, su internación en Jauja”
Nació en Guayaquil. Prócer de la Independencia ecuatoriana, valiente General que se destacó en las Jornadas de Huachi, Cone, Pichincha, Ayacucho y en la gloriosa victoria de Tarqui, el 27 de febrero de 1829. Colaboro en la fundación del Ecuador  Libre. En 1845, ocupó la Gobernación del Guayas. Senador de la República en la época de la Presidencia de Roca. Fue candidato a la Presidencia de la república en oposición a Novoa. Murió en Guayaquil 24 de mayo de 1862.
El General Antonio Elizalde, nació en Guayaquil habiendo actuado en las campañas de Huachi, Chincha y Ayacucho. Ocupó entre otros cargos la de Senador de la República, durante la administración del Presidente Roca y en el aspecto diplomático, durante la administración del general Urbina, fue acreditado en calidad de Encargado de Negocios ante el Gobierno peruano, en un momento en que las relaciones entre ambos países se deterioraron, llegando en un momento a ser criticas, y no, por consecuencia de nuestro secular problema Limítrofe, que sosteníamos con el vecino del sur, sino por el asilo que los gobiernos peruanos dieron al General Flores, una vez que este abandonó Centroamérica en 1851. El General Elizalde, como máximo Representante diplomático ecuatoriano y cumpliendo instrucciones de la cancillería, varias veces insiste ante el gobierno peruano la expulsión o internación del ex Presidente, pero no consigue el objetivo propuesto; y de conformidad con la decisión del Gobierno de Urbina, cuya sede la tenía en esa época en Guayaquil, el General Elizalde abandona la capital peruana, dejando así con este gesto, suspensas las relaciones entre los dos países.
Fue abierta y descarada la ayuda que prestó el gobierno peruano a la expedición floreana contra el Ecuador, para que la misma lograra sus siniestros fines como en efecto así sucedió, al bombardear la ciudad de Guayaquil en 1853.
El 9 de octubre de 1820 en Guayaquil
La llegada del batallón reserva apresuró y aseguró la revolución. Los jóvenes del país entraron pronto en relación con los oficiales y sedujeron al Comandante Dn. Gregorio Escobedo, uno de los principales jefes hombre dispuesto a todo lo que pudiera darle medios de satisfacer sus vicios; al Teniente N. alvarez que tenía grande influjo en la tropa compuesta toda de indios del Cuzo,  que le consideraban, por cacique de su misma raza; al teniente Farfán indio también, al Subteniente Antonio Elizalde, de una de las familias mas notables del país y de tres mas de igual clase. Peña era patriota antiguo y disponía de los pardos. El Comandante Torres Valdiviade acuerdo con el guarda parque Nájera respondían de la artillería; y los Sargentos Vargas y Pavón se encargaron de facilitar la entrega de los dragones.
Sucre acampó el día 11 en 1821 el pueblo de Santa Rosa a unas dos o tres leguas de Guachi, sabiendo ya por sus espías, que al día siguiente tropezaría con el ejército realista. Por su propia voluntad, habría evitado el combate en ese llano, favorable como era para Los españoles, que sobre tener un ejército casi doble, disponían de cuadriplicadas fuerzas de excelente caballería. Sucre quería continuar su marcha sobre Quito, faldeando las cordilleras, lo que podía proporcionarle un campo de batalla en que no pudiera maniobrar ventajosamente la caballería enemiga. Pero el anciano General Mires, engreído con su triunfo de Cone y animado de una fogosidad que apenas cabe en un joven, le disuadió de esa hábil maniobra. Mires que llevaba la vanguardia, descendió aceleradamente de las colinas de Santa Rosa al llano de guachi, viendo ya aproximarse al ejército enemigo que se adelantaba con igual celeridad al lugar en que se cruzan los dos caminos. El batallón Albión fue el primero que entro en combate rechazando las cargas de la caballería española que precedía a la infantería. El primer batallón de esta arma acudió a reemplazar a la caballería rechazada, el único escuadrón que tenían los patriotas cargo a su turno a la infantería realista y lo fue igualmente. En este estado llego el batallón libertadores de Guayaquil a sostener a Albión, como lo hizo con buen éxito. También iban llegando los batallones españoles que venían en escalones y la batalla se hizo general, sostenida al principio por el Libertador y el Albión. Con la llegada del batallón Santander se esperaba que la victoria se decidiera por los patriotas. Sucedió todo lo contrario. Los enemigos quisieron probar si ese cuerpo les prestaría menor resistencia; y el hecho fue no presentó ninguna, pues perdieron su formación y buscó un refugió en los edificios de la hacienda inmediata. Solo una de sus compañías mandaba por el capitán Garcés, resistió con firmeza a la caballería española, que perdió uno de sus principales jefes, el Coronel Payol, que se había hecho célebre en Riobamba con sus insolencias y crueldades. Albión y libertadores siguieron combatiendo, aunque envuelto por sus enemigos, que les habían cortado la retirada, apoderándose estos del parque. El General Sucre viendo que sus esfuerzos era inútiles, y que la batalla estaba perdida, después de haber sido herido en una mano, se salvo protegido por unos pocos  jinetes mandados por el Sargento Rangel, que se abrieron paso con sus lanzas. Trinidad Morán, entonces Capitán y más tarde General en el Perú, se jactaba de haber salvado a Sucre. Testigos presenciales del hecho aseguran que fue Rangel y Moran se incorporo con Sucre en la fuga fuera del Campo de batalla. Los soldados de Albión y Libertadores quedaron muertos, heridos o prisioneros, en el mismo orden de formación que habían combatido. El viejo Mires; el Capitán Elizalde y otros varios oficiales casi todos heridos. Allí murieron los jóvenes Benítez y Antepara, que se había hecho notable entre sus paisanos por sus talentos y sus virtudes patrióticas.  
Se niega convocar a un congreso Constituyente. Se rompen las negociaciones, y el 5 de junio Noboa, detrás del cual se oculta le eminencia gris de Urbina, dirige un ultimátum a Ascasubí ha caído. El 10 de junio. Quito a elegido un jefe civil militar. Hecho curioso: este Jefe es el Ministro de Hacienda de Ascasubí, el Dr. José Javier Valdivieso. Sin duda se le ha nombrado con el solo fin de hacer la paz. Noboa sin duda mal aconsejado por otros, y por temor a una revolución, comienza su gobierno desterrando a Elizalde y a muchos roquistas; suprimido del escalafón a 163 militares entre ellos Elizalde y Ayarza y desterrando a algunos; y confinando a muchos ciudadanos en diferentes lugares del país. Esto dio pie para que roquistas se unan en sus oposiciones al Gobierno.
Uno de los que encabezan la oposición es Pedro Moncayo, que no quiso incorporarse a la convención, por creerla ilegal y fraudulenta. Pero el principal adversario de Noboa es, aunque parezca increíble, el General Urbina. Acaso le ha fastidiado a Urbina la admisión de los jesuitas.
Jefatura Suprema.- Sr. General Antonio Elizalde, de Cuenca junio 15 diciembre de 1850.
La revolución chiguagua estaba irrevocablemente perdida. Sin embargo, lo pocos restos que se habían salvado en Miñarica refugiándose en el territorio Peruano, tuvieron la insensatez de renovar las hostilidades a fines de Septiembre. El General Antonio Elizalde fue el director de la doble invasión que hicieron; una de treinta a cuarenta hombres a las ordenes de los Coroneles Oses y Bravo y los comandantes Guillermo y Antonio Franco por la frontera de Santa Rosa; y otra que mandaba el Coronel Agustín Franco que ocupó Esmeraldas con menos de cien hombres. Aun reunidas estas dos partidas sumamente insignificantes, no habrían podido resistir el choque de las numerosas y aguerridas tropas de que disponía el Gobierno. Se creyó neciamente que invadiendo por las dos fronteras marítimas del Ecuador  tendría buen resultado la empresa, cuando de este modo debilitándose se exponían a ser batidos más fácilmente.
La partida capitaneada por Bravo y Oses avanzó hasta Taura donde los esperaba el coronel Tamayo, quien sin empeñar sino una parte de las dos compañías que tenía a sus órdenes, los batió completamente casi sin combate. Los caudillos Bravo, y Guillermo y Antonio Franco se escaparon. Casi todos los demás incluso al Coronel Oses fueron tomados y fusilados en el acto.
La población de Guayaquil que detestaba a los colombianos, encontró apoyo en la guarnición.
El coronel Antonio Elizalde, jefe de Estado Mayor y el Comandante Rafael Merino, Jefe del Batallón Guayas, ambos guayaquileños antiguos y entusiastas partidarios del libertador cuando este agrego la provincia a la República de Colombia, convertidos ahora en sus ardientes enemigos, sublevaron la Guarnición y prendieron algunos Jefes y oficiales. El Comandante General Valdés, el jefe superior Pérez y el Intendente T.C. Mosquera se refugiaron en el bergantín de Guerra “Chimborazo”, y después de algunos parlamentos convinieron en retirarse a Panamá dejando el bergantín y otros dos buques a disposición de los revolucionarios. Un escuadrón de húsares, que también guarnecía la ciudad, se sometió también por el influjo del General Barreto, que había tomado parte en la revolución.
Enseguida se reunió el Cabildo con varios vecinos y se encargó el Gobierno de la Provincia al General La Mar, quien aceptó el cargo, olvidándose que pocos días antes se había excusado como General extranjero de tomar parte en los asuntos de Colombia. Grande inconsecuencia, que no alcanzaron a excusar sus nobles antecedentes. Es verdad que aceptó el mando provisionalmente mientras el poder Ejecutivo nombrase otra persona en su lugar. Hecha la revolución el comandante Juan Francisco Elizalde ocupó la ciudad.
Ya por este tiempo había sido separado definitivamente de la Jefatura Superior del Sur el General Pérez, quedando el General Flores encargado de las operaciones militares. Con una sagacidad digna de todo elogio, comprendió que podía restablecer la paz sin continuar las hostilidades aprovechándose hábilmente de los medios que ya tenía en sus manos para emplearlos en ocasión oportuna. Así fue, que combinó con los comisionados de Guayaquil en retirar sus tropas al Departamento del Ecuador, dejando subsistentes las autoridades creadas por la Municipalidad, y ofreciendo prestarse a la separación del Sur para formar un estado independiente, en el caso de que el Libertador se retirara del Gobierno de la Republica. Hechos estos arreglos confidenciales acompaño a los comisionados que regresaban a Guayaquil, donde tuvo una entrevista con el General Lamar.
Cumplidos esos arreglos y restablecida la paz tuvo Lamar que apartarse de Guayaquil para pasar al Perú a encargarse de la Presidencia de la República, a que fue llamado por el voto libre de los pueblos. Con este motivo, nombró la Municipalidad intendente del Departamento al Señor Diego Novoa confirmando al Coronel Antonio Elizalde en el mando de las tropas.
Entre los más turbulentos Liberales guayaquileños, que querían la Federación para Guayaquil, en 1827, se presentaba el viejo español Arrieta, antiguo adorador de Bolívar, cuando la agregación de Colombia, transformado últimamente en su implacable enemigo. Alarmadas las autoridades con la conducta de Arrieta dispusieron su prisión, lo cual dio lugar a que su hijo que había sido uno de los principales jefes de la 3ª. División, se sublevase con el batallón Guayas para impedir que Guayaquil cayese en poder de Flores. El Coronel Antonio Elizalde, que supo a tiempo este movimiento se puso a la Cabeza del batallón Ayacucho, y sostenido por la Municipalidad y el vecindario logra imponer respeto a los sublevados que depusieron las armas, retirándose al Morro los más comprometidos.
La revolución chiguagua estaba irrevocablemente perdida. Sin embargo, los pocos restos que se habían salvado en Miñarica refugiándose en el territorio peruano, tuvieron la insensatez de renovar las hostilidades a fines de septiembre. El General Antonio Elizalde fue Director de la doble invasión que hicieron; una de treinta a cuarenta hombres a las ordenes de los Coroneles Oses y Bravo y los Comandantes Guillermo y Antonio Franco por la frontera de Santa Rosa; y otra que andaba el Coronel Agustín Franco que ocupo Esmeraldas con menos de cien hombres. Aun reunidas estas dos partidas sumamente insignificantes, no habría podido resistir el choque de las numerosas y aguerridas tropas de que disponía el Gobierno. Se creyó neciamente que invadiendo por las dos fronteras marítimas del Ecuador  tendría buen resultado la empresa, cuando de este modo debilitándose se exponían a ser batidos más fácilmente.
Cuando presentó su candidatura presidencial en 1849, fue auspiciado desde el 4 de agosto de ese año por “El Eco del Guayas”, que polemizó con “El Cometa” que era novoista. En el No. 12 del 20 de octubre, al saberse que ya no habría elección y que se encajaba interinamente la presidencia a Ascasubí, protestó. Aparecía los sábados, al principio con solo dos planas, los siguientes de cuatro y los últimos de seis, a los columnas y se distribuía gratuitamente lo imprimieron sucesivamente los tipógrafos Justo Silva, José A. Berenguel y André Flore. 
El General Elizalde que se hallaba situado en el Tejar, a dos leguas aproximadamente de la Elvira, emprendió su marcha muy por la mañana de ese día, conduciendo su ejército, fuerte de mil hombres que constaba de dos divisiones, una a las órdenes del Coronel Jado, llegado de Paita, y la otra, a las órdenes del coronel  Manuel Merino. Jado fue despachado, la noche anterior, haciendo un rodeo penoso e innecesario para dirigirse por las espaldas de Babahoyo a atacar a las trincheras de la Elvira por el lado del norte, mientras que Elizalde con la división Merino lo haría por el Sur, apoyándose en el vapor y en algunas lanchas armadas de cañones. Elizalde, por parte, dio pruebas de verdadera constancia, volvió 4 días después sin desanimarse a tomar sus posiciones del tejar más inmediatas a la Elvira y desplegando suma actividad se puso en aptitud de presentarse de nuevo, el 10 del mismo mes, a forzar las trincheras. En esta vez el General Elizalde sin dividir sus fuerzas, desembarcó a pocas cuadras de la Elvira y encargó el ataque por tierra al General Ayarza. Flores dispuso entonces que una fuerte columna saliese de las trincheras con la esperanza de tomar un pequeño cañón desembarcado por los enemigos. El choque le fue desfavorable, por lo que tres horas, en que sufrieron pérdidas considerables superiores a las de sus contrarios. No pudiendo sin embargo forzar las trincheras, se retiro Elizalde a sus primeras posiciones. Otros decretos semejantes dieron honrando al Pueblo de Guayaquil, al Ejército y a su Jefe el general Elizalde, quien ascendió al grado de General de División.
El General Antonio Elizalde, sostenido por los ministeriales y por un número considerable de ciudadanos, que sin pertenecer a ningún partido, creían con su elección conservar la paz en la República; y el Sr. Diego Novoa que apoyaban los oposicionistas y la numerosa familia de este candidato. Testigo el General Elizalde de la indignación general con que se rechazaba el proyecto revolucionario declaró terminantemente su resolución de no prestarle su apoyo, después de consultarse con sus mejores y más dignos amigos. El Coronel Álvarez, jefe de la artillería muy adicto a Elizalde siguió su ejemplo, lo mismo que los otros jefes entre los cuales se contaba el comandante Secundino Darque que servía en el Batallón n°1, pues sin embargo de ser partidario de Urbina, cedió a los consejos del Sr. Ramón Benítez, su tío Político. Frustrada la revolución se recomendó al vice-presidente que le diese al olvido, pues que habiendo los jefes de la guarnición sometidos de buena voluntad, nada podrá tenerse de ellos, sobre todo, contándose con la ascendiente del General Elizalde. El Vice- Presidente pareció conformarse con esta indicación y se limitó a llamar a la capital al general Urbina, considerado como el Verdadero promover del fracasado trastorno, Pero esta providencia fue eternamente inútil. Después de algunas conferencias le permitió regresar libremente. Acordado el pla, marchó Robles con Bodero y otros de los novoistas al cuartel del Batallón n°1; que no les puso resistencia. En seguida subieron a los altos y sorprendieron dormido al coronel Ríos. Hecha esta operación siguieron al cuartel de artillería que tomaron con igual facilidad. Fueron entonces a invitar al General Elizalde para que se hiciese cargo del mando; y como este lo rehusase, pasaron donde Urbina, que no tuvo inconveniente en aceptarlo. El General Barriga ignorante de lo que sucedía fue arrestado muy por la mañana en su propia casa. Apenas echa esta invitación tomaron la palabra los Sres. General Villamil, José García Moreno y José María Vivero, y propusieron al General Villamil, José García Moreno y José María Vivero, y propusieron al General Elizalde para jefe Supremo en propiedad. Esos dos ciudadanos habían sido partidarios del Sr. Novoa, en la última campaña eleccionaria. Sin embargo les chocaba en tal grado la inicua revolución contra el Vice-Presidente Ascásubi en la que tomaba tanta parte su antiguo caudillo, que resolvieron castigarle impidiendo su elección. Desconcertados los Novoistas con el voto de Villamil, de García Moreno y de Vivero, que creían habían pertenecido hasta la última hora a su partido, no se atrevieron a oponerse a la elección de Elizalde, que fue sostenida por la mayoría de concurrentes. En seguida se procedió también en esta vez un nuevo desengaño con la preferencia que se daba a su rival, había quedado en Guayaquil muy poca tropa a las ordenes de los Comandantes Guillermo Franco y Guillermo Bodero, resentidos ambos con Elizalde porque durante el Gobierno de Roca no obtuvieron colocación activa en el ejercito. Confiando seguramente con la aquiescencia del Supremo Novoa, trataron de hostilizar al General que vivía tranquilo en su casa. Para librarse de las asechanzas de sus enemigos, tomó este el partido de embarcarse para el puerto de Paita. De allí se trasladó a la provincia de Manabí, donde reunió alguna milicias, y con ellas, y el regimiento veterano del coronel Martínez, que de antemano había sido enviado por el Vice-Presidente según se ha dicho, se dirigió a Guayaquil y avanzó hasta la hacienda de la Florida, en el río Daule, a unas seis o siete leguas de la ciudad. La situación de Novoa y su Gobierno no podía ser más crítica. Tenía a sus órdenes un escuadrón de caballería de la milicia de Taura, pocos soldados veteranos de infantería y el Batallón Reserva compuesto de los artesanos de la ciudad, partidarios entusiastas de Elizalde, quienes por lo mismo no inspiraban confianza. Así fue que desde el principio empezaron a pasarse. La entrada de Elizalde a Guayaquil era cosa indudable, para evitarla les envió Novoa a los señores Dr. Ramón Barreiro, Manuel A. Luzárraga, José Mateus y José María Caamaño.
El General Elizalde nombró por su parte de comisionados a los señores General Yllingworth, Domingo Santistevan, J.J, Carbo y Juan Avilés. Reunidos unos y otros en la Florida el 27 de julio celebraron un convenio. Luego que Elizalde llegó a Cuenca sus partidarios se resistieron a la desocupación de Loja, intentando contrariar lo que su Jefe había acordado en la Florida. Con este motivo, Novoa suspendió la ejecución de los decretos de convocatoria de la convención.
Cruzaron algunas notas entre los dos Gobiernos. Urbina fue a Cuenca a negociar con Elizalde, quien envió al Dr. Mariano Cueva a tratar con Novoa. El resultado de estas comisiones fue que Elizalde hizo retirar las tropas de Loja, cosa que debió haber hecho desde su llegada a Cuenca conforme a lo estipulado en la Florida. El General Elizalde que anduvo desacertado en su contienda con Novoa, marchó también a Quito a dar cuenta de su administración en las provincias de Cuenca y Manabí. Llegado a Ambato se dejó arrastrar por sus partidarios a dar un paso realmente incalificable, pues haciéndole creer que en la Capital le esperaban asechanzas le indujeron a dar órdenes al coronel Ríos para que bajase a ocupar Riobamba y al General Ayarza para que se dirigiera de Ibarra a Quito (26 de noviembre). Al mismo tiempo, que reclamaba el Cónsul de Valparaíso, lo hacía también en Lima el Ministro ecuatoriano, General Elizalde, que recibió la misma respuesta, cosa que sucede cuando no se tiene voluntad de impedir el mal que se pretende hacer a las naciones Vecinas.
La dictadura de Noboa se hace sentir con actos de verdadero vandalismo, que obligan a Elizalde a ponerse a buen recaudo, para escapar de los agentes del déspota, que tratan de asesinarle. Combatió por la libertad peruana Antonio Elizalde