Dominguez Camargo

En su testamento el doctor Domínguez Camargo dispuso “Todos los libros que tengo predicables y de estudio, y mis papeles, mando se den al Colegio de la Compañía de Jesús esta ciudad”. La ciudad era Tunja, y el año 1659. En aquel mismo año, el P. Bastidas, quien conocía ya y admiraba en alto grado al granadino, era profesor de humanidades en Quito. Doble razón, pues, para que los jesuitas de Tunja hicieran llegar al jesuita quiteño los papeles de quien, cuando jesuita, había estado en Quito como lo prueban el poema de Domínguez Camargo al Salto de Chillo y otros documentos. Todas estas son presunciones verosímiles, excesivamente verosímiles si se piensa en aquello del “medio bien extraordinario”.