Del Castillo Herrera Alonso

Presidia la Audiencia de Quito en 1666. Hijo de aquel otro Oidor del mismo nombre y apellido que figuro en tiempo del Visitador Mañozca. 
Fue nombrado para componer la Audiencia, pero no pudo tomar asiento, sino el 1623, porque le robaron sus títulos y fue necesario que la autoridad eclesiástica fulminara excomuniones y censuras para que se los devolvieran. El Visitador Galdós de Valencia, le sus pendió sus cargos pero absuelto fue repuesto en su plaza de Oidor. Viéndose suspendido y castigado por el Visitador, apelo de la sentencia de este para ante el consejo; y aunque era pobre y lleno de familia, hizo un viaje a España para defenderse personalmente de los cargos en que el Visitador había apoyado su sentencia; dejo a su esposa, Doña Gabriela Bravo de olmedo, hospedada en el convento de la Concepción, donde quedaron también sus hijas bajo el amparo de las monas, pues los hijos varones fueron protegidos por los amigos y sostenidos en casa particulares hasta el regreso del Oidor. La Sentencia de su privación temporal del cargo estaba fundada en el carácter vehemente e irascible del doctor Castillo de Herrera, el cual, por ese motivo, no podía vivir en paz con sus colegas de tribunal: además se le condenaba, por haber sido él quien decreto el destierro de los tres frailes agustinos. A los cuatro años estuvo de regreso a Quito, pero falleció pocos meses después, dejando a su familia en pobreza y orfandad; su viuda y ocho niños huérfanos quedaron en esta ciudad, abandonados a la caridad y conmiseración publica.
El Presidente Morga lo confino en Latacunga.