Rafael Augusto Coronel tuvo la ilusión de hacer teatro de sabor nacional, “comedia de costumbres y almas quiteñas”, que dijera el mismo. “En Finados”, que viera la luz en una revista del tiempo, tiene un alto ideal: quiere hacer teatro sin amores, sin romanticismo, “obra escueta que se refleja intensamente y de modo natural nuestra vida”. La realización es más discreta: hay gracia y sabor costumbrista; pero hay también cierto tonito edificante y falta tensión, alguna elemental tensión dramática.
En 1934 estreno “Bazar de fantasía”, juego a lo Maeterlinck, con pasajes de valor poético de unidad muy laxa diferentes objetos de bazar cobrando vida, para unirse al final de un canto.