Cornejo Astorgas Manuel

De 26 años de edad, el mayor de todos, abogado y agudo y festivos en vísperas de tener un heredero. Por especial recomendación de García Moreno había recibido en la orden jesuita, la cual lo envió bien pronto a Guayaquil. Regreso a Quito vestido de seglar para liquidar el pago de deudas anteriormente contraídas, y no volvió a la compañía. Fue partidario de García Moreno. Se Doctoro en 1870, Abogado brillante que supo defender con feliz éxito sus causas y las que se le confiaron; inteligencia despierta y ágil, se enfervorizo con los escritos de Montalvo y la doctrina liberal.
Cornejo intento, sucesivamente, refugiarse en casa de su madre y de sus hermanos; mas estas, dirigidas por los jesuitas que después elogiarían a la familia Cornejo Astorga por esta actitud inmisericorde, le cerraron las puertas….”Eran librepensador dice Andrade pero adoraba al Cristianismo puro, tal como emano de su autor, y rechazaba con pena las imposturas….. Su familia….le había llamado malvado y asesino.”
Acogido en una hacienda de los Chillos, fue delatado y huyo por despeñaderos hasta un paramo, donde fue perseguido y prendido. Un pedazo de queso y coles crudas habían sido su alimento, Atadas las manos en la espalda, fue introducido en la ciudad a caballo en medio de una gran muchedumbre. Eran las dos de la tarde del 22 de Agosto.
El juez Fiscal Diario Capelo le ordeno “Delate a sus cómplices”. “En caballero no delata a nadie no soy un canalla. Fue su respuesta “Se librara del patíbulo si todo lo confiesa”. Insistió Capelo “Así engañaron a Campuzano y lo fusilaron de todos modos”. Concluyo Cornejo.
Al llegar a la plaza de Santo Domingo cruzo palabras bromistas con un amigo. Tal era su buen humor permanente, que no lo perdió ante el consejo de Guerra: cuando un testigo se refirió a él como “joven alto, de sombrero negro que subió precipitadamente las gradas para impedir el paso el Presidente, Cornejo se volvió hacia la barra y riéndose señalo al doctor Manuel Serrano de la Sala, al propio tiempo que le decía: “Fuiste tú, cholo: niégalo” la sorpresa y susto del aludido no son para descritos, mientras la concurrencia festejaba la “Sal quiteña” de un joven esposo que un personificaba al clásico “Chulla quiteña”.
Debilitados su espíritu y su salud por las crueles recriminaciones de sus familiares, hallo refugio en la religión y desde la prisión escribió a su madre: “Mamita querida… Si el concejo de guerra no ha podido penetrar las buenas y sanas intenciones que me obligaron a tomar parte en esta revolución, Dios lo sabe y el tiempo me vindicara ante los hombres…. Su hijo Manuel I. Cornejo”.
Dadas las simpatías de que gozaba, el pueblo se excito, y Salazar creyó oportuno hacer correr la voz de que le perdonaría la vida. Sin embargo, la noticia de la sentencia de muerte se divulgo rápidamente, y para alcanzar la conmutación de la pena, numerosas matronas escribieron un manifiesto. Su misma madre, arrepentida tal vez de su actitud inicial, la víspera del fusilamiento se arrodillo en la plaza a los pies de Salazar implorar lo por la vida de su hijo. Pero fiel imitador del tirano, Salazar respondió: “Mejor es que muera ahora, porque después será un bandido”
El 26 de Agosto volvía a escribir a su madre: “Mamita querida de mi alma: En este momento, que es la una de la mañana y cuando solo me faltan cuatro horas para morir, quiero dirigirle estas palabras de consuelo. No puede Ud. Calcular el modo prodigioso con que Dios me ha tranquilizado el corazón. Estoy gustoso y resuelto ansioso de que llegue el momento de ir a conocer a Dios…¡oh cuan consoladora es la religión en estos momentos!… Me desesperaba al principio creyendo que Ud. Se arruinaría en su fortuna; mas ahora nada temo. Dios la guardara….¡No llore! ¡No llore! De gracias a Dios….¡Adiós! La espero en el cielo Manuel I. Cornejo”. “Las personas que madrugaron en Quito refieren que vieron a cornejo arrodillarse en la esquina de la plaza, y recibir los disparos, juntas la manos y levantadas al cielo; su cadáver permaneció en la plaza hasta que ilumino el sol, hora en que fue recogido por los deudos”.
“Ninguno mas amistoso, mas relacionado con todo el mundo, mas risueño y franco que Manuel Cornejo Astorga, ni jugaba, ni bebía, ni tenía otros vicios; hasta su misma consagración al estudio de los anales de la patria sirve para considerarlo un ejemplar ciudadano.

El 17de enero de 1869 en Quito no pudieron reunir entonces 100 hombres armados, y solo había juventud entusiasta. En casa del Dr. Pedro José Cevallos Salvador, hallábase reunidos otros liberales, como los Cnel. Víctor Proaño y Juan Nepomuceno Navarro, los Dres. Aparicio Cornejo y Alejandro Cárdenas, y otras personas autorizado García Moreno por los Ministros de Estado, había recorrido los cuarteles y mandado salieran a las calles las bandas de música. Acompañaban varios individuos, miembros de la Sociedad llamada (no se nos acuerda el motivo), del Anillo, en la cual figura el joven Manuel Cornejo Astroga. Lo primero que hizo García Moreno fue intimar al presidente Espinoza no saliera de su casa y en seguida mando escoltas a las casas donde los liberales estaban reunidos. Varios de ellos escaparon: Montalvo y el Dr. Mariano Mestanza se refugiaron en la legación de Colombia y solo fueron aprehendidos el anciano Dr. Manuel Angulo, el Canónigo Nicolás Rivadeneira, D. Javier Sáenz, los Sacerdotes Borja y herrera y todos los que se hallaban en casa del Dr. Cevallos Salvador. Antes de amanecer se ordeno se reuniera una junta, para que suscribiese el Acta de pronunciamiento, que va a continuación.