Chaquitinta

Chaquitinta, capitán a Ordenes del restaurador Rumiñahui, tuvo la consigna de topar con los blancos y tentar su potencial bélico. Se Desplazo de Quito atravesó, arrogante y desafiante, el Cañarre con una nutrida escolta de guerreros quiteños hasta acampar cerca de Zaraguro. Brazos caídos y oídos sordos presentaron los cañares ante los requerimientos de la emisarios de Quito. al terminar la travesía de las agrestes y solitarias alturas, que dividen las provincias del Azuay y Loja, los briosos corceles de Benalcazar espantaron a los supersticiosos indios de Chaquitinta. Imaginaron estos ser aquellos feroces monstruos y despavoridos huyeron. La superticion esguazo el resto del paramo, y la hueste blanca llego sin mayor contratiempo, a Surampalte, cerca del cañaribamba, donde los Cañares le brindaron recepción cariñosa y alegre. La tropa vivaqueo bajo la espada de Francisco Pacheco, mientras el sagaz y siempre osado Benalcazar exploraba con treinta jinetes la amplia y fresca comarca meridional para cerciorarse de la lealtad del Oyañe, cacique poderoso, cuyos emisarios Ñimeque, Llenezupa y Pallacache habían ratificado paz y ayuda a la empresa extranjera.