El Cuzco había declarado injusta agresión a Quito. Atahualpa, prudente y salgaz, interpuso embajadores ante Huascar para probarle apodícticamente que el Quito con Tomabamba, dejado por herencia, era de su madre y abuelo, no puede ser mas sencilla y precisa la anterior referencia de Zarate. Se inmovilizo la disputa hasta 1529. Hubo una especie de statu que entre los dos hermanos, que se altero con la muerte de Chamba, curaca cañare, quien había mantenido a su gente tributaria del Reino de Quito, en leal paz. Urco Colla, Chapera o Chaparra sucedió a Chamba. No era afecto a Atahualpa pero, por algún tiempo, aparento obediencia. En lo intimo, lo Cañares avivaban el rencor hacia Quito y la admiración hacia Huasca. No era para menos, si una hermana, hija de Cañar Capac, doña Elvira Chonay. Figuraba entre las mancebas de Huáscar (Sarmiento), y si tomabamba ya corría parejas con la fama imperial del Cuzco. A fines del siglo XVI, por conducto del encomendero Hernando Pablo, se cerciora que los Cañares todavía recordaban con amor a Huáscar como dechado de bondad.
El nuevo regulo de la Provincia Cañare desconoció la autoridad del susceptible Atahualpa, y alzola en armas, bien complotado con Huáscar. Reacciono con adusta y férrea venganza el Emperador de Quito. En la vanguardia destaco a los veteranos Generales Calicuchima y Quizquiz para someter a los revolucionarionarios. Y el mismo, en retaguardia, avanzo y se retiraron, mientras un diplomático de la Corte de Huáscar, el orejón Yupangui no él quiteño proponía las bases de arreglo a Atahualpa, si bien secretamente soliviantaba a los cañares que se habían decidió a obedecer a Quito
En este, aseguran algunos investigadores, el poderoso Atahualpa hizo derroche de magnificencia en Tomebamba embelleciéndole más. Sorpresivamente, cierto día ardió la rebelión. En las mismas puertas de la ciudad, fiera y encarnizadamente batieron sus armas, en frente común, Orejones y Cañares. Atahualpa y los quiteños apuraron la hiel de la derrota y de la afrenta , sin dejar de combatir desesperadamente; pues, de la derrota y de la afrenta, sin dejar de combatir desesperadamente; pues de lado y lado, perdieron 20.000 hombres, según la versión recogida por Gutiérrez de Santa Clara. Los Cañarís era de origen Chimú, por eso se sentían ligados al sur. Victoria tan grande embriago a los revoltosos Cañares, hasta olvidar su real prisionero. Al amparo de las sombras, este barreteo la pared de la habitación, y fugo presuroso a Quito, a rehacer y luchar hasta el desquite aniquilador. No desaprovecho Atahualpa tan misteriosa evacion de las manos de sus enemigos Aureolo su vida de divina asistencia, de especiales favores sobrenaturales. Hizo correr la leyenda de que Huainacapac le había transformado en culebra para libertarse de la prisión. Con gallardos y experimentados jefes, el Emperador de Quito integro el estado mayor, formado por la flor y nata del valor quiteño.
Quisquiz, Calicuchima y Zopozopagua comandaron setenta mil hombres y avanzaron hasta las faldas del Chimborazo, a castigar a las hueste cañares cusqueñas. El hado estaba de espaldas para Atahualpa. Nueva derrota en Mocha. Tras aferrada resistencia de los golpeados tercios cañares y cusqueños en la misma hoya azuaya, capitaneados por huanca-Auqui, Atahualpa entro en Tomebamba y la incendio por su cuatro costados, arrasando cuando desafío el fuego. De la bella ciudad quedo un calcinado monton de escombros. Como deida enloquecida ordeno, a la postre, enterrar los corazones en las chácaras, para saber el fruto que darían corazones “fingidos y traidores”. Enjalbegados de osamentas sectores enteros, vieron los conquistadores en 1534.
Durante ocho días de placido descanso en Tomebamba, los curacas señores de la provincia, Leopúlla, y Dumma, ofrecieron, sinceramente rendidos, su contingente, y el cacique Chaparra, enemigo ecerrimo de los Quitus, facilitó a Benalcazar el plano del Reino Shiri, dibujado en delicada tela con todos sitios estratégicos, los caminos y las diversas entradas y salidas como revelo la estadísticas de las condiciones, numero y clases de guerreros que rodeaban a Rumiñahui, el titán de la resistencia india. En coronación de la entrega cañares, se ajusto solemnemente alianza con la participación de trescientos guerreros. No solo combatirían contra los de Quito sino que limpiarían el terreno de los obstáculos; serian atalayas y espías para denunciar las intenciones, planes y movimientos de la patriótica compactación quiteña.