Carrión y Valdivieso José Miguel.

Ilmo. Mons. Dr.

José Miguel de Carrión y Valdivieso.

Vicario Capitular de la Diócesis de Cuenca y por tanto, Jefe Espiritual de la Iglesia Guayaquilense al tiempo de producirse la Revolución del 9 de Octubre de 1820.

La ciudad de Guayaquil, al momento de producirse la Revolución emancipadora del Nueve de Octubre de 1820, era Vicaría de la Diócesis de Cuenca. ¿Qué Prelado la gobernaba en ese histórico instante?.

El 16 de Julio de 1818 había dejado de existir, en Girón, el V Obispo de Cuenca, el insigne Obispo guayaquileño Dr. Dn. José Ignacio de Cortázar y Lavayen, después de haberla regido por el corto espacio de tres años, luego de haber hecho inmenso beneficio a tan extensa como variada jurisdicción eclesiástica en algunos aspectos.

Fallecido este ilustre Prelado, la Diócesis de Cuenca permaneció treinta años sin Obispo propio a causa del Patronato imperante, que tan pronto colocaba Vicarios Capitulares como “vergonzosamente eran sustituidos o arrumbados en el olvido cuando no escarnecidos y vilipendiados”, según expresión del Dr. Tobar Donoso.

No se olvide tampoco que, en toda la Diócesis cuencana la mayoría de sus sacerdotes profesaban inmenso amor a la causa de la independencia, razón por la cual, el régimen de patronato debía vigilar cuidadosamente a los constituidos en alto cargo eclesiástico, pues, si no eran afectos a la Monarquía, mal podían cumplir su elevada y espiritual misión.

El hecho de que el Canónigo de la Catedral de Cuenca, doctor José Miguel de Carrión y Valdivieso, presidía la Vicaría Capitular de la Diócesis cuando Cuenca proclamó su independencia el 3 de noviembre de 1820, ha probado que este ilustre Prelado Capitular fue el Jefe Espiritual de nuestra Guayaquil, al asomar al balcón de la libertad la hermosa aurora del Nueve de Octubre de este año, pues, como se deduce, la Catedral cuencana era la Iglesia Madre de la Iglesia de Guayaquil desde fines del siglo XVIII hasta el año 1838 en que la Santidad del Papa Gregorio XVI erigió en Obispado a la Metrópoli costeña.

PERSONALIDAD DE MONSEÑOR CARRION Y VALDIVIESO.

Nació en Loja el año 1782. Recibió el título de Doctor en Cánones y Leyes en 1818 en la Universidad de Santo Tomás de Aquino en Quito. En 1827 desempeñó el Rectorado de la Universidad de Sto. Tomás de Aquino hasta que luego de ser Arcediano de la Catedral de Quito fue nombrado Obispo Titular de Botrén y Auxiliar del Obispo de Quito, Monseñor Nicolás Joaquín de Arteta y Calisto, el 27 de abril de 1840. El 8 de mayo de 1842 se efectuó la solemne consagración espiscopal. Antes de ordenado Obispo había servido a la Patria como Senador de la República y Consejero de Estado, por lo que el General Flores, antiguo adversario suyo, con motivo de tan fausto acontecimiento, le colmó de elogios exaltando sus méritos por los servicios prestados al país.

El doctor Tobar Donoso escribe de este Prelado: “Fogoso y apasionado, aborrecedor de la blandura y maleabilidad, cáustico y acerado en ocasiones, estuvo preparado Carrión por algunas de las condiciones de su espíritu para la resistencia integérrima de la tesis católica, aunque le faltó el genio de la caridad y la simpatía para cautivar en pro de la doctrina las almas de los adversarios”.

A causa de la divergencia de caracteres entre el Obispo Arteta y su Auxiliar, no menos que por la diferencia de conceptos sobre la situación eclesiástica de entonces y sus deberes episcopales surgió el conflicto que terminó con los felices augurios del comienzo.

El doctor Tobar Donoso, al finalizar su obra “La Iglesia Ecuatoriana en el Siglo XIX”, afirma, al hablar del último Obispo de Quito y primer Arzobispo de esa Capital: “Cuanto más habría podido hacer el Obiso (Arteta) si lo hubiese consentido su salud, la dura condición de las cosas religiosas y la nociva intrusión del Estado en el campo espiritual! Para subsanar el primer inconveniente nombró un Auxiliar que, como hemos dicho, contrapesaba con su energía y vigor, alguna deficiencia de su carácter. Desventuradamente, la labor episcopal del Ilmo. señor Obispo de Botrén fue deshecha por la torpe mano de la política nacional”.

Este docto como enérgico Prelado murió el 16 de febrero de 1848, en Quito, año en que esta ciudad fue erigida en Iglesia Metropolitana, siendo su primer Arzobispo, el manso y dulce Pastor Nicolás Joaquín de Arteta, y por tanto, antes del fenecimiento de este primer Metropolitano Quitense.