Calderón de Guil Alba

Agasajo en el salón Fortich por la muestra de Oswaldo Viteri y Cesar Valencia (1947) podemos reconocer a Cristóbal Garcés Larrea, Antonio Gil Gilbert, Bellamada López, Cesar Valencia, Alba Calderón de Gil, Oswaldo Guayasamin, Louis J. Caeligan y señora, Lilo Linke, Alfredo Palacio, Leopoldo Benítez Vinueza, José Ayala Cabanilla, Carlos Cevallos Méndez, Araceli Gilbert, Alfredo Pareja, Maruja Monteverde de Guayasamin, Antonio Jaén Morente, Alba Celeste Rivas, Marco Martínez Salazar, Rafael Rivas, Segundo Espinel y Miguel Augusto Egas.

Así como en esta ocasión se celebraba a dos pintores quiteños, se recibió en el seno del movimiento cultural guayaquileño a distinguidas figuras nacionales e internacionales. Aparte de intelectuales que residieron aquí, como Manuel Enrique Cazón, Francisco Ferrándiz o LiloLinke, recibieron al profesor Antonio Jaén Morente, Luis Jiménez de Azua, León Felipe, Juan Manello, David Alfaro Siqueiros, Juan José Arévalo, Henry Wallace, Bertha Singerman, Toto Minut, Dalia Iñiguez, entre muchas otras celebridades.

Exposición postrera del Famoso artista alemán Hans Michaelson 1951

Aparte de coleccionistas y amigos del arte alemanes y norteamericanos, constan: Alba Calderón, Carlos Cevallos, Marina Domínguez, Else y Hans Michaelson, Alfredo Palacio, Pedro León, Miguel y Beba Wagner y Gladys Dillon. Después que se demolió el antiguo Correo, la Sociedad Filantrópica del Guayas acogió a los artista, así como la casa de la cultura, cuyo primer local de Pedro Carbo y Aguirre se incendio, perdiéndose con ello valiosas obras de arte y documentos importantes. No obstante haber abandonado la pintura a la mitad de su vida, Alba de Gil está en la selección de los principales artistas ecuatorianos contemporáneos.

Ella nos conto por que dejo de pintar. Viajábamos mucho con Enrique. En nueva York vivimos seis meses en el Greenwich Villaje. Íbamos a reuniones en las buhardillas con artistas y poetas de todas partes, sentados en cajas de madera alumbrados con velas. Francamente a mi me cansaba esa vida que solo es linda momentáneamente. Max Jiménez me consiguió una exposición en el Comodoro Hotel. Presente unos treinta cuadros que había pintado durante el año entero, algunos de gran formato. Fue exitosa la inauguración. Tuvimos que volver al Ecuador, dejando todo en manos de Leónidas Avilés Robinson en quien confiábamos como en un hermano. Dio por perdido todo, por más que tratamos de recuperar la obra por intermedio del Cónsul de Nueva york, Alfredo Rojas. La perdida de los cuadros y la falla del amigo me decepcionaron del oficio de artista, a pesar de que nunca había pintado para vivir de ello aunque lo comprendo en los demás. Casi todos mis cuadros los he regalado. Vendí 4o5 a museos, dos en Estados Unidos, 1 en Perú y 1 en Chile. Resolví desde la defraudación señalada, dedicarme por entero a la militancia política y social.

Viñeta de homenaje al Año Internacional de la Mujer-Plumilla 1975

Aunque dejo la pintura, cualquier cosa que tocaran sus manos tenia calidad estética. Por cada mes de ese año hizo un dibujo simple, a manera de ilustración. Anteriormente había confeccionado muñecas con Segundo Espinel. Después en los años sesenta pinto hermosos platones decorativos de cerámica con motivos precolombinos; realizo algunas labores de diseño con Julieth Gutiérrez. Hasta los apliques para los uniformes de los coreutas universitarios del conjunto que su buen gusto. Las decoraciones efímeras para eventos de su dirección, fueron verdaderas instalaciones plásticas. Expuso en Quito, Lima, Bogotá, Caracas, Santiago, Nueva York y Paris. Recibió Preseas y homenajes dentro y fuera del país por su acción artística y social, entre ellas, de la Federación Democrática Internacional de Mujeres, del congreso Nacional, de la liga Alfabetizadora del Ecuador, de la casa de la cultura, de la Universidad de Guayaquil, de la agrupación Cultural Las peñas y de la Sociedad Femenina de Cultura. En las palabras de Leopoldo Benítez Vinuesa: “…Ha sido llevada a la vocacion artistica por una doble inclinacion la necesidad de expresion que le es inherente al artista y la necesidad de lucha que es inherente al reformador social. De allí que su arte, siendo un arte de impulso creador autónomo, sea al mismo tiempo un pregón de combate y un grito de protesta”. Así tiene que ser recordad esta mujer artista: como dice el poema Presencia de Alba de Rafael Díaz Icaza: “…Alba de la esperanza más cercana…”

Es la esposa del novelista Enrique Gil Gilbert, quien obtuvo el segundo premio en el primer concurso de novelas latinoamericanas, promovido por una casa editora de los Estados Unidos. Alba Calderón tomo parte en el segundo Salón de mayo del Sindicato de escritores y artistas, con algunos oleas de pequeño formato, cuyos temas eran cabezas de tipos montubios.

Tenían la novedad de descubrir ante nosotros la realidad montubia.