Berthe.

Hay sospechas, y no infundadas, de que Berthe no escribió la obra en que tuvo a bien poner su nombre; la pondría en su estilo, la traduciría al francés; pero quienes la compusieron y enviaron a Europa, no fueron otros que los jesuitas de Quito. Sin haber venido aquí, sin haber vivido a nuestro lado, Berthe no pudo saber tanto numero de anécdotas, tanto pormenores mínimos, ni participar de la inquina de los ecuatorianos que entonces nos mandaban. La virulencia de la obra de Berthe no es ya europea.