Así, en el estallido de 1592, Moreno de Bellido, el actor y Pedro Bedón Pineda, el filósofo, aunaron sus ideales de liberación americana. En las raíces del movimiento social de la plebe se injertaron heroicos pensamientos de varoniles criollos y fogosos mestizos.
Se ha profundizado en las tareas de magisterio de Pedro Bedón, no así predica a favor de la libertad.
Sus propios co-hermanos, no le dieron importancia a sus pensamientos de avanzada. A nuestro criterio, junto con Velasco y Maldonado, Pedro Bedón es otra figura señera de Riobamba, puntal soberbio de la libertad americana.
A más de su participación en las “Alcabalas”, en marzo de 1598 a pedido del, Presidente Marañón-, ofrece al Rey una relación como Prior del convento de San Pedro Mártir de los Predicadores. En esta relación desconocida, certifica de vista “In verbo sacerdotis”, los aspectos sociales sobresalientes de la Real Audiencia de Quito y su distrito.
En dicho documento, de cuatro fojas útiles, de buena caligrafía, señala la situación de los indios en Guayaquil, de la Universidad de Quito, v recomienda con buen juicio, crear otra para beneficio de los criollos.
En el escrito del padre Bedón se advierte que las tasas injustas, solo podrían remediarse mediante las visitas personales de los oidores, tal Como lo disponía la ley. Al referirse al gobierno de Yagualzongo, señala que hay delitos y excesos, y que en el de Quijos se usa el trabajo personal “porque aun están tasados en cierta cantidad de ropa que tejen los naturales y no hay minas en ella, exceden en la tasa de los encomenderos notablemente. Así por la
Mucha mano y dominio que tienen de los indios sirviéndose de ellos y de sus mujeres e hijos”.
El religioso logra captar varios síntomas de descomposición social en el distrito de Quito. Se nos permitirá transcribir algunos párrafos fundamentales que posibilitaran un conocimiento fiel de la realidad por la que atravesaban estos territorios en el siglo X VI.
“Mitayos: No hablo aquí del servicio personal de los indios que se alquilan por meses, con el nombre de mitayos de ciudad, que este (aunque algo pesado) es forzoso para el sustento de la republica española, que tan importante para hacer espaldas a la promulgación evangélica, al cual se haría tolerable si el trabajo no excediese al jornal que es algo corto y acompañado de malos tratamientos de españoles, máxime de mestizos, negros, mulatos y lo mas injusto que en esto haya, es que después de haber cumplido el mitayo con su tarea, la hacen traer a cuestas botijas de agua, llevan costales de trigo a la molienda. Aunque esto está algo reparado en esta ciudad y en su contorno, pero no en otras puntos”.
“Servicio personal: Digo tic es pernicioso que en las gobernaciones se usa el que los encomenderos han injustamente introducido, diciendo a boca llena que los indios que tienen en sus fundos, son sus indios, sirviéndose de ellos en sus haciendas, en sus granjerías, sementeras, edificios, harrias, caminos, minas, telares, ingenios y otras cocas, ocupándoles de noche y de día a ellos y a _sus mujeres e hijos hasta los muchachos de cinco a seis años, sin darles de comer y vestir, ni curarlos en sus enfermedades. Todo lo cual quiso moderar y se modero los años pasados de sesenta y ocho por el doctor Pedro de Hinojosa y licenciado García de Velarde, oidores que fueron de esta Real Audiencia y visitadores generales de sus distritos. los cuales habiendo ido personalmente a la Gobernación de Popayán, el uno a una parte de ella y el otro a otra de la misma gobernación y visto por vista de ojos lo que pasaba remediaron y ordenaron…”
La penetrante observación del fray le dominico, en lo relativo al estado social por el que atravesaban miles de pobladores nativos, le llevo a realizar un valiente análisis de lo que acontecía en los dominios españoles en el siglo
XVI. El despoblamiento tenía por causa principal la institucionalización de la apropiación de nativos, quienes pasaban a la condición infamante de indios propios.
Bedón Pineda reflexiona y denuncia y ve en el americano, sea mestizo, indígena o criollo, a una persona humana, y como tal, con pleno derecho a la libertad y a la vida.
La dependencia, el sometimiento la explotación por el domino, exasperan a Bedón Pineda, y no le importa arremeter contra las arbitrarias disposiciones de los descendientes de los conquistadores. Fue Bedón también descendiente de los primeros conquistadores, en tercera vida, como solía establecerse para mantener los privilegios, las mercedes y las encomiendas. Sin embargo, por haber vivido y conocido las virtudes de esta tierra, actuó como sacerdote y como hombre americano genuino.
Su visión de la realidad social corresponde al siglo XVI; en el siglo XVII continuaría el análisis el obispo Peña y Montenegro en su “Itinerario para párrocos de indias”, en ella no solo presenta un análisis de la problemática, sino que planea una metodología de trabajo, para los religiosos; en el siglo XVIII, los curas de Riobamba, en un análisis sobre ” las mitas de Forasteros”, el sitiaje y el huasipungaje y otras formas de trabajo precario, continua con el entrenamiento de las importantes cuestiones sociales de la época.
Si entre sus abuelos y bisabuelos del padre Bedón estuvieron el recio conquistador Díaz de Pineda y el primer libertador de Quito, Pedro de Puelles, bien podemos entender que su vida religiosa se dirigiera a incentivar y a orientar al pueblo, con la gallardía del criollo en quien va tomando dimensión social el germen del mestizaje cultural.
Un especial saludo a la histórica Quito, “madre de pueblos”, mama de origen. quishpi de la libertad, a través del pensamiento y la acción de un gran defensor, filosofo y eximio analista de ]a problemática social de su época: fray Pedro Bedón Pineda.
Hace trescientos setenta y nueve años. En 1606 (en la “Descripción y enumeración de los pueblos del Corregimiento de Riobamba”, invalorable documento hoy perdido para la ciencia, puesto que reposa en poder de un desaprensivo individuo, que funge de historiador), se destaco la presencia de numerosas familias establecidas en la Villa de Villar.
En aquellos folios escritos por mandato del Corregidor, don Juan Piñan del Castillo. Sujetándose a las normas establecidas para las visitas y numeraciones. Se menciona a los miembros de la hidalga familia de los Bedón de Agüero.
“Juana Díaz de Pineda, mujer de Pedro Bedón de Agüero, criollo de la ciudad de Quito, tiene dos hijos legítimos, el maestro Díaz de Bedón, en la “Orden de Predicadores”, fundador de la Recoleta de la ciudad de Quito y fray Juan de Bedón (profeso en Quito el 9 de septiembre de 1588) de la Orden de Agustinos y Martín de
Bedón de Agüero de edad de cuarenta años y Pablo Bedón de Agüero de seis anos, solteros criollos moradores de la ciudad de Quito v doña Beatriz de Pineda, mujer de Francisco Tenorio de Vergara (natural de la Villa de Vizcaya) v dona Gracia Pineda, mujer de Diego Gómez de la ciudad de Rábida de Robles y dona Magdalena de Pineda, mujer de Fernando Fernández de Alcocer”.
Esta enumeración, señalamiento o padrón de familias y personas, refleja la integración poblacional de la Villa, incluyéndose en ella, no solo el volumen, sino las distintas clases sociales. Ni la condición social, ni la económica fueron normas para el empadronamiento, en el que. Advertimos a la denominada chusma indígena, situada, en los barrios de Mishquilli, El Huayco y Cajabamba. Allí’ se habla congregado, en cuanto fuerza de trabajo, que inicio la historia social de la Villa, en asocio, claro está, con las otras clases sociales.
La descripción y numeración de la Villa de Villar Don Pardo, es la más completa de cuantos se realizaron, a la fecha, en estos reinos. Sus noticias permiten al investigador restituir con números reales y categorizar aquella época, en la que se anuncia el florecimiento de las familias criollas. Sobresale esta; la de los Bedón Pineda, no solo por su hidalguía, sino por ser parte de hechos históricos importantes.
El documento al que hemos hecho referencia, menciona al padre de la familia Bedón, como criollo nacido en Quito; los demás miembros, incluida la madre, nacen en la Villa de Villar; constan empadronados solo los hijos religiosos, a quienes se identifica como “moradores de la ciudad de Quito”, y luego cita a los demás. A los Bedón Pineda se asocia la sangre de Francisco Campos, uno de los primeros conquistadores, vecino de Riobamba, que llego con Benalcazar. Igual ocurre con la del capitán Pedro Puelles, el primer libertador de Quito; la de Gonzalo Díaz de Pineda, descubridor del “País de la Canela”, de Chascomas y del territorio de los yumbos, quien, además, estuvo en Cajamarca en el anochecer étnico de ese poblado prehispánico.
Cuando las sangrientas guerras civiles. Díaz de Pineda se situó al lado de Pizarro; batallo en incontables escaramuzas, como la de Chinchacara; y, después de la derrota, se refugio entre unos arcabucos (breñas), para morir de hambre, según unos, o asesinado por los indios, según otros. De la sangre de los primeros conquistadores, descienden los Bedón Pineda, nativos y vecinos de
Riobamba.
Bedón de Agüero, el padre, fue por anos “Protector de Indios” en Riobamba y estableció vecindario en aquella incipiente villa; por ello, muchos documentos públicos, especialmente sus testamentos, constan en los libros protocolares de aquella ciudad. Todos sus hijos nacieron allí y así lo hemos probado, reiteradamente, en estudias históricos anteriores.
Hacia 1575, cuando el “Cabildo de Quito” trata de fundar lo que denomino “aldea de Riobamba”, encontramos a Pedro Bedón de Agüero formando parte del vecindario en uno de los, bandos en pugna, junto a Diego Barroso, Andrés Martín Calero, Francisco Tenorio de Vergara, Alonso Bejarano, y otros.
En la lista de vecinos de Riobamba, trabajada el 17 de octubre de 1588, no figura Pedro Bedón. Para entonces, quizás había fallecido, o se hallaba ausente de la Villa.
Constan un hijo y un hermano suyos, Martín Bedón y Francisco Bedón de Agüero. Posiblemente, a fin de educar a sus hijos Pedro y Juan, toda la familia se había trasladado a Quito, donde fijo residencia habitual. Este es el hecho histórico sobre el que se fundamentan quienes, desconociendo otros documentos o pasándolos por alto, atribuyen origen quiteño al padre Pedro Bedón Pineda.
En el documento citado se insiste en que los dos personajes, Bedón de Agüero y Díaz de Pineda, eran criollos. A los Bedón de Agüero y sus descendientes su criollaje les torno únicos, en su pasión por la libertad. De todo este con junto familiar, el maestro Díaz de Bedón, esto es, fray Pedro Bedón Pineda, es la más alta eclosi6n de criollaje.
En nuestro hacer histórico siempre hemos permanecido renuentes a escribir en torno a personajes individuales, aun a costa de sus verdaderos y singulares meritos. El gestor de los hechos e ideas. Frente a las diversas circunstancias históricas, es el pueblo; pero, en el caso de
Pedro Bedón Pineda hacemos una excepci6n, puesto que resalta, indudablemente, como conductor de un pueblo.
Creemos que la lucha, tanto del aborigen como del criollo, demanda otras categorías de análisis en el historiador: la premisa de la que debe partir en su análisis es la de la comunidad ancestral o grande familia social, proyectándose y escribiendo sus propia historia, a través del surco de sangre y de tierra: el pueblo.
A grandes rasgos, fray Pedro Bedón Pineda, según el criterio generalizado de los pocos tratadistas del arte quiteño, se destaca como excepcional artista de la pintura y escultura. Con aptitudes y destrezas de verdadero maestro, formo un selecto grupo de discípulos; estos, luego, dejarían sus huellas eternas en templos y capillas de la franciscana ciudad de Quito.
A más de sus singulares meritos religiosos, artísticos y humanos, resaltan sus comprobadas actividades sociales y culturales que alimentaron en el una especial al filosofía de acción política. Fue fundador del convento de La Recoleta. De los dominicanos, y de la Recolección de Santo Domingo de Carangue, el 2 de enero de 1605, un año antes de la fundación de Ibarra, en tierras que dono el Regidor Melchor Villegas de Santa María. Según los documentos, el religioso dominico “quería adoctrinar adecuadamente a la abundante población indígena”. Esto demuestra su profunda preocupación social en favor de los indios. Su afán por “adoctrinar adecuadamente”, no indica un criterio a favor de las reducciones de nativos, sino que su sentimiento de criollaje le torna sencillo v sensible a la agresiva técnica de “adoctrinamiento” o “extirpación de idolatrías”.
Dado su fervor socio-religioso, haría participado en la fundación de la ciudad de Ibarra, principalmente con el objeto de recoger a doscientos españoles, los cuales “andaban derramados sin sujeción a autoridad alguna” y Para tenor un punto de partida para la apertura del Camino hacia la Mar del Sur.
El pueblo indio había perdido muchos de sus líderes y conductores (itsaminas y llactayos). Las esperanzas de liberación se debilitaban y no encontraban una alternativa. Todos, nobles, plebeyos, negros, blancos e indios, que actuaban sin dirección, ni guía. Se aferran al pensamiento de este personaje criollo que sentía deberlo todo a la tierra que lo vio nacer…
Pedro Bedón Pineda, desde un convento, a diferencia de sus propios hermanos de Orden, se atreve a gritar, a unir su voz a la de la plebe, que no soporto el “impuesto de las Alcabalas”. Fue testigo de la furia incontrolable del estallido social en calles y plazas públicas. Aquellos numerosos “infieles”, a quienes él había ensenado a labrar la piedra, tallar la madera y manejar el pincel, mostraron mil puños alzados y mil votes iracundas gritaron: “Muera el mal gobierno”, desatando el dolor y la angustia del pueblo mestizo…
Un criollo de la robustez mortal de Bedón Pineda no podía permanecer impasible ante los acontecimientos.
Obrando con sabia prudencia y con exquisita sensibilidad social, critico a los tiranos y justifico el magnicidio.