Álvarez Loor Manuel de J.

El folclorologo manabita Manuel de Jesús Álvarez Loor.

Este Guitarrista, pianista y compositor que hoy merece nuestra mención, nació en Chone, el 25 de diciembre del 1901. Sus padres fueron Jacinto Antonio Álvarez y Damiana Loor de Álvarez.

Sus estudios primarios los realizó en su lugar natal y la secundaria en ciertos colegios del país, anotándose entre éstos el Cristóbal Colón, de Guayaquil, y el Salesiano, de Riobamba.

Desde muy temprana edad demostró sus amor por la música, la misma que alternó con sus estudios humanísticos, por lo que al terminar el bachillerato ingresó al Conservatorio donde permaneció unos pocos años para luego ir a perfeccionarse en una plantel similar en Panamá. Al regreso de dicho país, se casó con la señorita Martha Hidalgo, en quien tuvo 8 hijos.

Como sus padres poseían haciendas que en esa época, la década del 20, eran “montañas”, como se las llama, donde vivían muchos “montubios” alejados de los centros poblados, fue a estas zonas agrícolas y ganaderas a iniciar su vida matrimonial, y aquí se encontró con arraigadas costumbres de las sencilla gente campesina, y al escuchar la música de ancianos guitarristas y copleros populares, así como las leyendas y tradiciones que pasaban de boca en boca y de generación en generación en Manabí, se decidió a estudiar y recoger para llevar al pentagrama los mejores conservados aspectos folclóricos montubios, producto del mestizaje, para después darlos a conocer y hacer valer a su tierra natal como una realidad socio –  cultural nacional de gran importancia y digna de ser tomada en Cuenca, la corría el inminente peligro de desaparecer y deformarse por las influencias modernizantes.

En 1929, a los 28 años de edad, publicó un folleto intitulado “Estudios folclóricos sobre el Montubio y su Música”, en la imprenta la esperanza, de Chone, ensayo que lo realizó basándose  en su experiencia personal que adquirió al vivir cuatro años con aquella gente campesina.

Entre los viejos aires montubios de la época Colonial que señala en su folleto podemos citar la canción LA IGUANA, llamada  “amorfino”, que según las investigaciones de Álvarez Loor, proviene del año 1800, más o menos. Hay también otros muy antiguos como “La Canoa” y “La Caminante”, todo lo cual vino a revivir el folclor costeño que ya casi estaba olvidado y reemplazado exclusivamente por el de la Sierra.

Después, el folclorólogo Álvarez Loor compuso algunas piezas musicales, tales con el “Himno al Bombero de Chone”, “Himno a la Salud”, el pasodoble “Dónde y Cuándo”, el valse “Grandeza”, “Los de raidistas choneros”, “Tres Hojas”, “Celos”, y muchas más. De igual manera, cultivó el periodismo y fue el fundador del órgano informativo “La carretera”, dedicado en forma exclusiva a dar impulso a la construcción de la gran vía de progreso provincial Chone – Quito, el cual lo mantuvo desde 1936 hasta 1940. Además, estudió algo de agricultura, en vista de que, como ya dijimos, pasó largo tiempo en el campo, en grandes haciendas de la provincia de Manabí oportunidad que aprovechó, al estar en contacto con viejos montubios, para componer otras piezas musicales.

La muerte sorprendió al folclorólogo manabita MANUEL DE JESÚS ÁLVAREZ LOOR, en Chone su lugar natal, el 16 de diciembre de 1958.

COMIENZA A CULTIVARSE EL FOLCLOR COSTEÑO

Se principiaron entonces a organizar las “Fiestas Campiranas” en la “Ciudad de los naranjos en flor”, o sea en Chone, las que se caracterizaron por el buen humor y la hospitalidad de sus participantes.

En aquellas reuniones, luego de la “conversa”, como dice el montubio, se animaba el grupo con unos cuantos tragos de “aguardiente” y comenzaba el “jaleo” “con los estribillos”, entre los que sobresalía el CONTRAPUNTO DE LA MARIPOSA Y EL COLORADO, coplas de “amorfino” cuyos principales actores eran el auténtico “chonero machetero” llamado “El Colorao”, y la coqueta y simpática “Mariposa”, quien con gracia, donaire y una linda sonrisa en sus labios saboreaba las frases picantes en su pareja, lanzando de inmediato sus respuestas salerosas (reminiscencia de lo anduluz, del sur de España).

Estos “estribillos” se improvisaban en todo “jaleo”. Bastaba un poco de alegría y tras los tragos y el rasgueo de la guitarra, se agrupaban, se lanzaban el “contrapunto”.

Valga la oportunidad para agradecer la colaboración que dio este redactor con los datos biográficos del folclorólogo Manuel de Jesús Alvarez Loor, que los hemos ampliado, a la señora Rosa Eva Moreira de Moreno Polo, Profesora de Educación Municipal del Colegio “Eugenio Espejo”, de Chone.

EL BAILE DE LA IGUANA 

En LA IGUANA los bailarines se acompañan con un conjunto de guitarras y canto con contrapunto y estribillos jocosos. Los mensajes que se lanzan en el “jaleo” son pullas, sátiras, chismes, amoríos, etc. Entre hombres y mujeres. En los duelos de versos, los cantores costeños atacan y se defienden.

LAS COPLAS MONTUBIAS

Mucha poesía popular campesina costeña del Ecuador cae dentro del folclor, ha pasado de boca en boca, se la ha musicalizado y cantado, pero no se sabe quiénes fueron sus autores.

Los copleros populares montubios en nuestro país colonizado por los españoles fueron el resultado del ejemplo de los peninsulares, reminiscencias del medioevo. La influencia hispana se compenetró del alma sensible del mestizo.

De los aspectos criollos, ibero-indios, salió la copla improvisada después del aprendizaje de la guitarra española, traída masivamente, como ya dijimos en otros artículos, por el primer Presidente de la Real Audiencia de Quito, don Hernando de Santillán, naciendo también las danzas tradicionales adornadas con la zandunga y los escarceos o movimientos con vueltas a manera de los caballos briosos. En la Costa del Ecuador surgieron así muchas danzas criollas, entre ellas el “Alza que te han visto”, el “zapateado” y el “Amorfino”, que subsistió más tiempo. Todo parece indicar que en el Litoral hubo más alegría a en los bailes, ya que la tristeza y melancolía de los indígenas de la Sierra sea fácilmente demostrable.

EL AMORFINO

Fue la expresión fundamental de carácter folclórico en la Costa, un verdadero desafío de ingenio en la improvisación de coplas populares. Lamentablemente ha ido desapareciendo debido al hibridismo.

Ciertos folclorólogos han expresado que el “amorfino” tiene su origen en el antiguo “canto jondo” andaluz, por eso el periodista de Diario El Telégrafo, don Adolfo H. Simonds, opinó igual que el propulsor de las tradiciones y costumbres del Litoral, Rodrigo Chávez González (Rodrigo de Triana).

Al nacer los cantos y bailes costeños del campo, en la época de la colonia, surgió, según este folclorólogo, la manera de acompañar con tonos y rasgar de guitarras, el llamado AMORFINO, herencia de los trovadores de la Edad Media. El amorfino, por lo tanto, fue la forma de decir versos o estrofas marcando el compás con lo que denominaron “charrasqueo” de guitarras, incluso para medir las palabras de las estrofas o versos, que casi siempre eran cuarteto.

En el “amorfino”, el participante es obligado a la respuesta por la cuarteta lanzada contra él, o sea la sátira o indirecta, comienza su réplica con el último verso de la cuarteta cantada. De manera que puesto el tema generalmente en una cuarteta, cada cantor tenía que hacer una décima que obligadamente incluía como último verso el primero de la estrofa del tema, etc.

El instrumento musical de los montubios ha sido la “viguela” o guitarra. El “amorfino” se acompañaba con este instrumento. Décimas o cuartetas fueron, como dijimos, las formas de sus estrofas, predominando la asonancia. 

Es de advertir que los “amorfinos” no fueron iguales en su tono y música en las 4 provincias del Litoral (se exceptúa Esmeraldas, por razones obvias). Los de Los Ríos y Guayas fueron más alegres, pero los de El Oro fueron más sentimentales. 

EL AMORFINO, canto y baile tradicional que, como dijimos, se supone tuvo su origen en el “ cante jondo” andaluz, a medida que avanzó la época Colonial, más y más surgió en nuestro Litoral como canción; o sea, que de simple acompañamiento de guitarra a los versos, aparecieron poesías populares con músicas completas.

Al acercarnos a la época de la independencia (1810 – 1820), puede decirse que ya habían “amorfinos” que eran canciones completas, piezas musicales que, muy lamentablemente en su mayoría, no se lograron llevar al pentagrama.

A MANERA DE EPILOGO

Desde 1926, apenas, se iniciaron las investigaciones formales del rico y vasto folclor costeño, conocido escasamente por las publicaciones del escritor porteño José Antonio Campos (Jack the Ripper) y el Dr. Modesto Chávez Franco (El amigo Fritz), quien fuera declarado el primer Cronista Vitalicio de Guayaquil.
El verdadero propulsor y genuina autoridad del folclor costeño fue Rodrigo Chávez González (Rodrigo de Triana). Él fue el iniciador en 1926, de la celebración en Guayaquil de la PRIMERA FIESTA REGIONAL DEL MONTUBIO, el 12 de Octubre de ese año, con la concurrencia de peones campesinos y mayordomos de las grandes haciendas del Litoral, acompañados de sus “Madrinas Criollas”.

Este infatigable investigador del folclor de la Costa ecuatoriana, organizó y fundó el PRIMER CUADRO FOLCLÓRICO MONTUBIO, con ocasión de efectuarse los juegos Bolivarianos en Guayaquil, en 1965, y enseñó al barítono GUIDO GARAY las cosas vernaculares de nuestra tierra, así como también le entregó originales de sus obras, partituras musicales, asesorándolo para que presentara en los escenarios y lugares públicos los bailes tradicionales y cantos criollos.