En tiempo del Obispo Solís, la comunidad de los jesuitas tuvo por su rector en Quito a este insigne escritor ascético.
No poco contribuyó a inquietar acerca de estudios y práctica ascéticos y místicos, así como a solidificarlos, la presencia en la capital de la Audiencia del eminente teólogo y escritor, P. Diego Álvarez de Paz, quien llegó a la ciudad en 1589 y predicó en ella con extraordinario celo y fruto. Álvarez de Paz, fue el Rector del Colegio de Quito a poco de su fundación por el Obispo Solís, y cuyos Estatutos redactó, escribió en Quito, en buena parte al menos, su obra mayor: “De vita Spirituali eiusque perfectione” (“De la vida espiritual y su perfección”).
La enseñanza del ilustre maestro dio comienzo en Quito a una auténtica corriente de espiritualidad que, a través de uno de sus discípulos más fieles y doctos, el P. Juan Camacho, desembocaría y culminaría en Mariana de Jesús.
El P. Juan de Velasco nos dice que el P. Camacho, “teniendo de memoria todas las obras del divino P. Diego Álvarez de Paz, hizo de ellas admirable compendio” (59). Tal compendio vio la luz en 1650, en Valencia: “De vita spirituali perfecte instituenda compendivm ex operibus V.P. Iacobi Álvarez de Paz, Societatis Iesu extractum, sub avspiciis Avgvstissimae Deiparae, eorvmdem opervm suffectricis”.
Escrito en elegante latín clásico, y sus períodos más logrados, por léxico y construcción, emparentan con la mejor tradición humanística. Como correspondía a un compendio de tanta doctrina, cada miembro e inciso de los períodos aporta un nuevo dato fundamental.