A este viajero incansable que es Demetrio Aguilera Malta (Guayaquileño, nacido en 1909, casado, tres hijos) había publicado ya un libro de versos, el “Libro de Manglares”, con temas cholunos del mismo ambiente donde se desarrolla gran parte de mi narrativa y algo de mi teatro. Y más antes aún, en colaboración con Jorge Pérez Concha, unas páginas frescas, tiernas, de juventud, casi de niñez, que se agruparon bajo el título de “primavera interior”. Después de los poemas de la Guerra Civil española, que escribí como testigo ocular de la barbarie, porque coincidió con mi primer viaje a la Península, en Plan de estudios, me entusiasmaron las posibilidades del teatro e hice mi primera pieza, “Paca Solano”.
Después vinieron otras obras para la escena y sin darme cuenta, me hallé escribiendo relato, de donde pasé a la novela. El teatro no es tal si no es representado y al menos cuando yo hice mi obra dramática, montar una pieza en el Ecuador era poco menos que imposible. Sólo con “Lázaro”, que puso en escena Ernesto Albán tuve alguna satisfacción: me dio unos centavos y me llevó a pasear, con la obra a cuestas, por todo el país. “Dientes Blancos” y “El Tigre” con la compañía de Carl Loewenberg en la cueva del Búho y en los roles protagónicos a Vera de Kohn y a Julián Terneux. Tengo también otras piezas teatrales: “Infierno Negro”, “La muerte de gran negocio”, “No bastan los átomos”, “Don Goyo” con su temática terrígena, en la que se inscriben también “La isla virgen”, “Jaguar” y “Siete Lunas y Siete Serpientes”.
En otra línea están “Madrid, reportaje novelado de una retaguardia heroica”, “Canal Zone”, “Una cruz en la sierra maestra”, que no sé porque fue retirado de la circulación y “El secuestro del General”, que muchos creyeron equivocadamente que se refería al secuestro del General Ron. Los que mejor suerte han tenido son “El secuestro del General”, con numerosas ediciones y traducciones, y “Siete Lunas y Siete Serpientes”, que no sólo ha sido traducida a diversas lenguas, si no que fue publicada también en una millonaria edición bolsillo. Recuerdo que usted comenzó a publicar una serie de versiones históricas noveladas “La cabaleresa del sol”, “El Quijote del Dorado”, etc. ¿Qué pasó con esa idea?. Perdí interés en ella. Había proyectado algo así como un enorme mural de la historia de América; pero después de algunos títulos editados en México, se me desgastó el entusiasmo. Fui uno de los animadores de la primera etapa del partido Socialista Ecuatoriano; pero realmente nunca he sido lo que se llama un hombre de partido.
Lo que he sido y sigo siendo es un defensor de la libertad humana. Algunos analistas de mi obra han creído hallar ya en “Don Goyo” las raíces del realismo mágico; pero otros han dicho que en “Siete Lunas y Siete Serpientes” hay una clara influencia de “Cien años de Soledad”, sin darse cuenta de que mi obra se publicó tres años antes que la de García Márquez. Con mis funciones diplomáticas no tengo problemas. Lo que me hace cada vez más difícil escribir es la vista que me está faltando y el hecho de que me he puesto demasiado exigente conmigo mismo. Tengo que rehacer mucho.
Antes escribía una página y allá se iba, ahora no es así; además estoy siempre en busca de nuevas técnicas, de nuevas maneras, como si no me conformara con nada. Ahora mismo estoy escribiendo una novela sobre las cosas del fútbol, con el título de “Las pelotas de Píndaro”. Ahí estará todo ese mundo que la gente mira como una cosa superficial, sin darse cuenta de los negociados, de las posiciones de las transnacionales del deporte, de todo eso que está más allá de estadio. El buen mozo lleno de todas las inquietudes creadoras: pintaba, hacía pirograbado, se entusiasmaba por el teatro y el cine y sobre todo hacia la literatura. Pasado el momento en que se repartieron el territorio entre los tres grandes Aguilera Malta el territorio insular del delta, Gil Gilbert la zona montubia del arroz y Gallegos Lara la gran cantera urbana. Demetrio emprendió nuevos viajes. Anticipándose al “realismo mágico” se adentró en temáticas nuevas.
De su breve permanencia en Panamá quedó también un testimonio de condena frente a las formas opresoras de injustica social que nos dejó la era canalera.
En una pequeña galería privada una hermosa colección de pirograbados con motivos típicos de Guayaquil, mi bisabuelo era un hombre de letras que escribió piezas de teatro, algunas de las cuales, como “El Gran Caballero”, se estrenaron en Madrid. Cuando mi padre se trasladó a las islas donde yo me crie, me encontré con un fabuloso fondo editorial. Yo era una criatura que había abandonado el colegio, como tantas otras veces y me dediqué a leer. En esa época las islas, aunque quedan atrás de Guayaquil, eran casi inaccesibles. Yo prácticamente vivía aislado.
Pero tenía el mar; el tiempo en las islas lo aprovechaba nadando, manejando canoas o pescando y leyendo; mi padre que fue mi gran amigo toda la vida, no estaba en absoluto de acuerdo con que yo hubiera dejado el colegio. Y me dejó de hablar, y yo empecé a sentirme un poco preso en la isla y a experimentar un gran dolor por la ausencia de comunicación con mi padre y decidí regresar a Guayaquil para seguir estudiando. Cuando volví mi visión del mudo había cambiado mucho por lo que había aprendido, más que en los libros, en la tierra porque me había impregnado de los mitos y de las leyendas de esa gente de la isla, había hecho su misma vida, había conocido de cerca sus problemas. En Guayaquil me sentí al principio un poco marginado.
Y en eso empecé a encontrar amigos: José de la Cuadra, quien fue mi maestro; Joaquín Gallegos Lara, que murió en la casa en que yo nací, Enrique Gil, menor que nosotros pero un intuitivo genial quien había amanecido con temáticas como la del negro Santander, como la de El Malo, y que manejaba un magnífico idioma, y Alfredo Pareja Diez Canseco. Se abrió para mí un nuevo tipo de diálogo. Y fueron los comienzos.
En esa época todavía vivíamos los últimos coletazos de la torre de marfil. Y entonces cometimos una nueva literatura, ingenua, muchos han dicho que social cosa que yo no creo porque, en primer lugar, todo arte es social, en segundo lugar, esta literatura se encontraba aislada de otros valores.
Un buen día, por las mismas razones por las que dejé el colegio, por ser un aventurero con antepasados marinos, mezcla de muchas razas porque, aunque mis antepasados mediatos son de Manabí, los anteriores fueron florentinos y los remotos, portugueses, un buen día digo salí del Ecuador. Pintaba y dibujaba entonces así me ganaba la vida. Y llegué a Panamá en una noche de carnaval. Me entusiasmó Panamá con la contorsión de los negros, la música estridente, la nostalgia que traían a la vida del canal, ellos los negros que lo hicieron con su esfuerzo y a quienes primero se los llevaron las explosiones y después la miseria. Empecé a conocer más a fondo la vida del canal, a asistir a las grandes concentraciones de marinos a las que acudía una multitud de gente que había pasado tres o cuatro meses en el mar y que, habiendo recibido de una vez toda su paga, se las gastaba por la misma porque estaba sedienta de aguardiente y de sexo.
Las transnacionales de entonces comerciaban con el sexo y aglutinaban una gran cantidad de mujeres para satisfacer a los marinos. Y eran días de locura y borrachera. Y los negros seguían marginados. Todo esto me causó una impresión profunda. Nació “Canal Zone”, que fue mi segundo libro de impacto porque “Don Goyo”, que se publicó iniciando el panorama literario español e hispanoamericano de la colección “Cenit” de Madrid, se había difundido bastante. El canal de Panamá, los marinos la política de penetración Norteamericana, la vida tremenda de los negros, el sexo el ritmo y el color fascinante de ese mundo de carnaval, me dieron el tema para el libro. Por cierto que me andaban persiguiendo entonces y yo, para salvar los originales de la obra, los llevaba enrollados en el bolsillo del pantalón y no los abandonaba ni para ir al baño “Cenit” me pagó buenos centavos y el libro tuvo muchas consecuencias en mi vida hasta hace poco los norteamericanos no me daban visa y cada vez que pasaba por Panamá me encerraban en el “bote”
Regresé al Ecuador y trabajé en un colegio. Cuando estudiante abandonaba los colegios pero después casi siempre he vivido de ellos. Y de las universidades; estaba pues allí cuando un amigo, Carlos Zambrano me quedó mirando y me dijo: ¿Por qué no te vas a Europa? Y llegué a España dos o tres días antes de que estallara la guerra civil. Viajé en un barco de la Armada Real Inglesa que demoraba dieciocho días en la travesía era tremendo viajar en navío en esa época. Llegué y comenzó la guerra. No se podía permanecer al margen. Yo había ido a estudiar con Unamuno y terminé estudiando en la calle, con los españoles que pasaban.
Fui al frente y empecé a escribir en los periódicos mientras hacía un libro que se publicó en la editorial “Orion” de Barcelona, con bastante éxito. Además me dio una de las emociones más grandes de mi vida porque cuando se hizo la promoción de la obra habían pancartas en las Ramblas con mi nombre y unas muchachas vendían el libro y todo el que pasaba se llevaba su ejemplar. Yo veía la cosa desde lejos pero tenía unas ganas locas de gritar que ese que había escrito la obra era yo. Desde España salí como tantos otros, después de los que pasó. Regresé otra vez a mi patria. Después de poco tiempo me llevaron al Ministerio de Educación. Al comenzar allí, le dio peritonitis al ministro y yo, que era un muchacho tuve que hacerme cargo de la cartera. Eso fue tremendo. Después salí de nuevo. Estuve en Estados Unidos y trabajé en el Departamento Cultural de la Unión Panamericana. Pero me desesperaba. Me desesperaba un día por allí Benjamín Carrión quien me vio como mono enjaulado y me propuso ir con él a Chile, donde se dirigía como embajador. Fui como encargado de negocios adinterim. En Chile me dediqué al cine, hice mi primera película de largo metraje. Después me trasladaron, dentro del Servicio Exterior, al Brasil donde hice mi segunda película.
Luego, al Ecuador donde realicé dos películas de cierta importancia después, un proyecto de una gran película, “Don ángeles y medio”. Pero secretamente continuaba escribiendo vino la revolución cubana y escribía un libro que se llama “Una cruz en la sierra maestra”, con un tema muy lindo un pueblo creo que en Cataluña que con frecuencia era asediado por diversas facciones de las estuvieron en pugna eran las muchachas, quienes se inventaron un cementerio con cruces huecas, cuando venía el enemigo las muchachas se metían dentro de las tumbas y respiraban por los huecos de las cruces. Eso lo trasladé a Cuba no era un libro muy bien escrito. Se editó en Buenos Aires e incautaron la edición. A cuba se le venía el mundo encima. La obra no ha circulado.
Después empezaron a venir libros históricos, mejor hechos. Tenía un proyecto ambicioso, quizás derivado de las mil lecturas de don Don Benito Pérez Galdos. Yo quería dar una especie de visión de América Latina y sus relaciones con España a través de una serie de episodios americanos, se publicaron tres o estoy trabajando en dos más, pero mientras escribía esto me encontré con que me había transformado completamente. Era otro escritor. “Siete Lunas y Siete Serpientes”, el secuestro del General, réquiem para el diablo y aun Jaguar no tienen nada que ver con mis libros anteriores. Parece que fueron escritos por otro hombre. Esto ha sido un poco mi salvación porque me rejuveneció por dentro, se operó un fenómeno muy curioso: en lugar que los años me afecten negativamente y me empobrezcan, merenové. “El Secuestro” es mi primer gran esperpento, es una novela absurda, capturan al general poniéndole una cadena de bananos, va tras los bananos a meterse en una jaula y ahí solicito se encierra y muchas cosas así. “Réquiem para el diablo” es una novela de las transnacionales y de los negros. Es toda una historia de muertos que han pasado ese estado por un diabólico inventor que convence a los mandamás de un país de que la solución para el problema de los negros es convertirlos en embutidos porque así no sólo que se los elimina que se los aprovecha como alimento para los blancos.
Y sigo trabajando. Entre otras, una de mis dificultades es que no sé corregir. Y entonces tengo que recibir. A veces he reescrito por dos o tres veces el mismo libro. No se no puedo corregir. Y el trabajo se me multiplica, máxime ahora que casi no veo. Tengo muchos, muchos proyectos. Quiero como uno de los programas de mi vida de hombre, ayudar a la generación que viene.
Demetrio Aguilera Malta (1909) crea una figura de contornos épicos y míticos, dentro de un contexto animista, con prosa de alto lirismo, “Don Goyo” (1933) y vuelve a la vida de las gentes del cholerío en “La isla virgen” (1942)
Retoma la veta de “Don Goyo” y musicaliza esos temas míticos y mágicos en “Siete Lunas y Siete Serpientes” (1970), suerte de auto sacramental de religiosidad americana. Y en el “El secuestro del General” (1973) tienda las posibilidades del esperpento, el feísimo y la hipérbola para una novela política con presidente demagogo, general gorila secuestrado, comparsa palaciega y guerrilleros, en conjunto que se mueve entre lo simbólico y lo maniqueo.