SALAS AVILES ANTONIO

PINTOR.- Nació en Quito en 1784. Hijo legítimo de Juan Salas de profesión sastre y de Josefa Avilés, ambos de la parroquia de Santa Bárbara en Quito.
Muy Joven entró de aprendiz al taller de pintura del Maestro Bernardo Rodríguez y después al de Manuel Samaniego, que abandonó cuando este fue encarcelado por orden de la Audiencia, acusado de infidelidad conyugal. Allí aprendió a tratar temas de carácter religiosos muy en boga por entonces y como estaba poseído de fecunda imaginación no se limitó a copiar como otros muchos, también trabajó obras originales.
Entre 1804 y el 14 pintó para la iglesia del Quinche con otros artistas. Por el libro de Cuentas se conoce que pintó el Recamarín y la Colgadura de la Virgen. Ya era considerado el jefe del Gremio de Pintores de Quito, compuesto principalmente de Diego Benalcázar, Antonio Silva, Mariano Rodríguez, José Cortés Alcocer y Mateo Navarrete.
Es importante mencionar que al advenimiento de la independencia y luego con la República, la pintura quiteña se abrió a nuevas posibilidades que Salas aprovechó hasta convertirse en el más afamado pintor de esos períodos siendo su especialidad el retrato.
Muy joven había casado con Tomasa Paredes de quien tuvo tres hijos. Viudo casó de nuevo con María Mercedes Estrada, quien le dio numerosa descendencia, diez y seis hijos. Hacia 1822 tuvo relaciones con la empleada doméstica Josefa Cansino, de raza mulata en la que tuvo un hijo, para cuya mantención pasaba dos reales diarios.
En 1823 comenzó a restaurar diez y siete cuadros grandes, diez medianos y doce chicos de la Capilla de Nuestra Señora del Rosario por 148 pesos.
El 19 de marzo de 1824, día de San José, salió temprano de su taller en el Barrio de San Blas, con el ánimo de oír misa en la iglesia de San Agustín pero se encontró en el zaguán con el soldado Antonio López Alvarez, del Cuerpo de Comercio y vecino suyo en una de las piezas interiores, con quien se detuvo a libar copiosamente aguardiente. Al mediodía, en completo estado de beodez, pasó por la iglesia y de regreso a su taller se encontró en la puerta a Nicolás Cansino, hermano de su conviviente, que el día anterior había reñido con su esposa y sin mediar más motivo le atacó con un cuchillo infiriéndole ocho puñaladas, a consecuencia de las cuales falleció a las tres de la tarde, tras pedir un confesor.
Mientras tanto, Salas se había retirado muy campante, a seguir pintando un tumbado en el piso superior de la casa del Dr. Joaquín Gutiérrez, pero estaba tan mareado que no podía darle el tono natural a una vaca. A las cinco de la tarde su discípulo José Páez le fue a buscar, avisándole del escándalo, pero Salas no recordaba nada. Esa noche pasó escondido en San Agustín y al día siguiente no se presentó a la Justicia. Iniciado el juicio, que fue largo, se dio tiempo para pintarle al Intendente del Departamento de Quito, General Juan José Flores, la serie de retratos al óleo, tamaño natural, de los Generales de la Independencia de Colombia – hoy en el museo de la Universidad Católica – convirtiéndose en el exponente mayor del arte quiteño en la etapa heroica de la independencia.
En 1825 fue condenado a ocho años de prisión en el fortín de Punta de Piedra, pero como presentó recurso de apelación ante la Corte, ésta le rebajó la pena a cinco años de confinio en Loja, donde puso taller y pintó para varias iglesias y conventos.
En 1826 pintó al Libertador Bolívar sin bigotes porque se los había rasurado un año antes. También daba clases de pintura a domicilio.
En 1832 pidió el indulto al ejecutivo y como pasó el asunto al Congreso, le conmutaron la pena por tres años de enseñanza gratuita de Dibujo en la Universidad Central. En 1834 la Municipalidad de Quito, arregló la calle donde funcionaba su casa y taller en San Blas, para evitar las Justas murmuraciones de los extranjeros que concurrían a visitarle.
En 1838 trabajó para los padres Agustinos la serie de ocho cuadros titulados “Vida de la Virgen”. El 46 uno de sus hijos viajó a Guayaquil anunciándose como “El Joven Salas, acreditado artista de la capital, ofrece a los amantes de la pintura en esta ciudad, sus conocimientos en este arte encantador”.
En 1849 formó parte del “Liceo de Pintura” que se fundó en Quito. El 52 figuró entre los socios de “La Escuela Democrática Miguel de Santiago” que agrupaba a varios de sus aventajados discípulos: Leandro Venegas, Ramón Vargas, Nicolás Manrique, Juan Pablo Sanz. El 6 de Marzo participó en la Exposición de Pintura y Escultura presidiendo el Jurado, pues era el artista mejor pagado de todos.
Su arte era sencillo pero al mismo tiempo delicado y armonioso. “Pintaba a base de pequeños grabados y litografías venidos del exterior, las diferencias de las líneas del buril le indicaban las principales tonalidades de la composición. Fácil para el dibujo, trabajó al óleo, al temple, miniaturas, muchos cuadros para el extranjero y sus retratos fueron aceptados con entusiasmo. Siempre fue de buena conducta, buen juicio y buenas prendas, su carácter festivo y chistoso, excepto, claro está, cuando se metió en el homicidio ya señalado.”
El pintor Ernest Charton, que visitó el Ecuador a mediados del siglo pasado, describió su taller así: En la época que visité Quito, un pintor gozaba de gran renombre, se llamaba Antonio Salas. Curioso de ver trabajar a un artista que, colocado fuera de los centros de civilización, debía tener un método especial, interesante para un profesional, me hice presentar a él. A mi llegada, encontré a este patriarca de la pintura trazando un retrato de tamaño natural. Cerca de él se agrupaba una decena de jóvenes, inclinados sobre los caballetes. Sin duda, pensé en mis adentros, serán sus alumnos. El Jefe de la casa, anciano de pequeña estatura, cuyos rasgos energéticos y expresivos denunciaban un espíritu poco ordinario a su edad, me recibió con la más franca cordialidad. Guiado por él visité la casa y atravesé por muchos talleres donde algunos jóvenes preparaban las telas, los colores, fabricaban pinceles, etc. Manifesté a mi hospedero el entusiasmo que sentía a la vista de un personal tan numeroso y le felicité de haber adquirido tanta reputación como para reunir tantos discípulos. El anciano se echó a reír. Vuestros elogios caen mal, señor, me dijo con un aire de buen humor. Nadie en nuestro país se da la pena de seguir las lecciones de un maestro. Un poco de gusto y de habilidad, he ahí todo lo que es menester para la pintura de pacotilla, de la que se hace entre nosotros un gran consumo. Los jóvenes que acabáis de ver son mis hijos. Vuestros hijos? Pero yo he contado por lo menos quince. He tenido veinte, señor, y de este número diecisiete trabajan conmigo. Os voy a presentar a los dos mayores: estos son los mocetones que han aprovechado de los ejemplos de su padre, como los podéis juzgar. Entramos a una pieza vecina y encontré a dos jóvenes artistas: Rafael y Domingo, pintando grandes lienzos, cuyos motivos, tomados de la Historia Sagrada, estaban tratados de modo bastante libre y con un sentido delicado de colores. Como les preguntara si tenían modelos, me enseñaron grabados del tamaño de la mano, de los que aprovechaban para los asuntos que estaban pintando. Fue grande mi sorpresa. Pero, ¿Cómo? exclamé, podéis con estas pequeñas litografías, conseguir tal verdad de colores? Las diferencias de las líneas del buril nos indican las tonalidades principales, me respondieron, la imaginación hace lo restante. El talento para armonizar los tonos es en efecto innato en los quiteños: jamás ninguno de ellos, aún entre la gente del pueblo, coloca juntos dos matices discordantes.
Pero esta intuición artística tendría necesidad de ser educada por estudios serios y desgraciadamente los mejores maestros, entretenidos por el ejemplo, se dedican más a producir mucho que a realizar obra bien hecha. Esta visita al viejo artista en una ciudad perdida bajo los trópicos, en la mitad de los Andes, a tres mil leguas de mi país, me dejó uno de los recuerdos más agradables de mi viaje. El buen Salas no quiso dejarme partir sin haberme antes obligado a aceptar una colación: su mujer y sus hijos creyeron de su deber preparar al instante lo que ellos tenían de mejor, mientras el pintor y sus hijos me entretenían con mil asuntos interesantes, me preguntaban con una curiosidad llena de simpatía y demostraban del modo más afectuoso el placer que les causaba mi presencia. Me retiré encantado de mis hospederos y creyendo no tener más que conocer sobre esta familia patriarcal. La frente tranquila, la figura sonriente de Salas, ese interior apacible y regulado, todo parecía anunciar una vida que nunca había sido azotada por una tormenta…
Testó en Quito el 21 de Febrero de 1858 ante el Escribano Mariano Soria y murió de vejez, a los setenta y seis años en 1860. De sus dos matrimonios tuvo diez y nueve hijos y como ya sabemos que existió otro natural, sumó un total de veinte, de los cuales diez y siete fueron pintores que gozaron de justa fama, prolongando el apellido en los medios artísticos del país hasta la presente, con el nombre de escuela de Salas.
El Padre José María Vargas, O P. ha aclarado que en su arte se observan dos tendencias, una colonial religiosa y otra republicana iconográfica. Por eso fue el portavoz del júbilo histórico de su tiempo. Trabajó con óleo, pincel y acuarela, también con lápiz. Usó los juegos de luz y fusionó el rasgo peculiar del retratado con el elemento físico característico, por eso sus obras fueron muy cotizadas, lo que le permitió vivir casi con lujo, siendo su carácter enérgico y dinámico, pero debido a su enorme familia solo dejó su casa en la parroquia de San Blas, unos pocos cuadros, sus láminas y libros (1)
(2) Tuvo la siguiente descendencia artística.
1 – Ramón Salas Paredes, pintor al óleo y acuarelista de costumbres populares, combinando con matices y jugando con la luz. Fue muy nacionalista y falleció en Quito en 1880. Entre sus hijos descollaron como pintores Camilo y Alejandro Salas habidos en su matrimonio con Eulalia Estrada Sotomayor y Balseca.
2.- Camilo Salas Paredes, profesor de Dibujo hasta su muerte en 1905.
3.- Alejandro Salas Paredes, padre de Carlos, Manuel y José Salas, también pintores. El último, fallecido en Roma, prematuramente, cuando estaba gozando una beca del gobierno ecuatoriano.
4.- Rafael Salas Estrada (1824-1906) Fue becado a Europa por el Presidente Urbina en 1853. García Moreno lo envió en 1873 a especializarse un año a Francia e Italia. De regreso fue Director y Profesor de la Escuela de Bellas Artes. El 75 fundó una Escuela de Pintura introduciendo la belleza del paisaje en el arte nacional. Condecorado en 1888 con medalla de Oro por la Universidad de Guayaquil y por el Congreso Nacional en 1902, que le asignó una pensión Especial, falleció en Quito el 17 de Marzo de 1906 y fue velado en el teatro Sucre, corriendo sus funerales por cuenta del Estado. Tuvo genio apacible y reservado. Muy academista, no se dejó influenciar por las nuevas técnicas Prerafaelistas y por el Art Nouveau. Primero casó con N. Oquendo y viudo con María Alzamora.
5.- Brígida Salas Estrada, pintora de buena reputación, llamada así por su padre en recuerdo a una hija que tuvo el gran Miguel de Santiago. Sus mejores obras se hallan en la Capilla de la tercera Orden de Santo Domingo donde era miembro y la conocían como la beata Salas. Murió en 1899.
6.- Diego Salas Estrada, Médico en 1872, pintor en su ratos de ocio y por distracción. Su producción, aunque muy escasa, denota un dominio absoluto de su oficio, donde la orientación del juego de luces y la intervención de tonos, suavizan los planos.
7.- Josefa Salas Estrada se unió con el notable pintor Luis Salguero y fueron padres del también famoso pintor Antonio Salguero Salas, nacido en Quito en 1868.
8.- El hijo natural llamó Manuel Salas Cansino, figuró como músico y escultor y murió en Quito en 1880.
Entre sus nietos, bisnietos y tataranietos han figurado en el arte, los siguientes: 1) Nietos:
1.- Rafael Salas Alzamora (1873-1967) estudió música e idiomas y fue de la idea de reemplazar al pincel con la espátula, manteniéndose entre la artesanía y el arte. Viajó a Bogotá y enseñó Pintura.
2.- Camilo Salas Estrada y Alejandro Salas Estrada, hijos de Ramón Salas Paredes, establecieron un taller de Pintura. Camilo daba clases con sus hijos Carlos y Manuel Salas y con su primo y cuñado Antonio Salguero Salas (hijo Natural de Josefa Salas)
3.- Antonio Salguero Salas en 1896 organizó un taller de Pintura en Quito, después viajó a Chile. En 1.901 el General Alfaro lo envió a estudiar a Italia con beca. En 1.904 regresó a Quito para hacerse cargo de una cátedra en la Escuela de Bellas Artes.
2) Bisnietos:
1.- Carlos y Rafael Salas Salguero, hijos legítimos de Alejandro Salas Estrada y de su prima Concepción Salguero Salas, fueron retratistas profesionales.
2.- José Salas Salguero, viajó a Europa, casó con una pintora italiana y murió joven en el extranjero.
3.- Marcos Salas Yépes, hijo legítimo de Rafael Salas Alzamora y de Mercedes Yépes. Retratista de fama internacional y pintor impresionista, ha incursionado en el desnudo femenino, en el paisaje y en bodegones.
3) Tataranietos:
1.- Oswaldo Rivadeneira Salas, Profesor universitario de grabado calcográfico, siendo el pionero en el Ecuador de esta nueva especialidad artística.