63. Los Loayza y la Merced de Piñas

La población de Piñas, capital del Cantón de su nombre en la Provincia de El Oro, data de principios del siglo XVII y sus orígenes se pierden en el sitio “Moromoro” cuya más antigua propietaria conocida es Mónica de Castro, bisabuela de Dionisio de Loayza y tatarabuela del presbítero doctor Juan José Loayza, quien obtuvo la posesión de esa zona mediante sentencia ejecutoriada del Juez Segundo Municipal de Zaruma, el 31 de Agosto de 1.801, inscrita en el Registro de la Propiedad el 1 de Septiembre.

Se ignora quién haya sido el marido de Mónica de Castro pues no se le menciona en ningún documento; sin embargo, “La Merced de Piñas” creció como caserío a través de los años y pasó a la categoría de pueblo en la primera mitad del siglo XIX. En 1870 se trasladó a un terreno menos accidentado donde los vecinos no estuvieron expuestos al peligro de los deslaves.

HISTORICO TRASLADO

En 1.871 los vecinos de Piñas seguían edificando la población en su actual posición geográfica, comenzando por la iglesia parroquial.

El 26 de diciembre de 1.872 el doctor Francisco Hidalgo y don Juan Loayza, Cura de la parroquia de la Merced de Piñas y Síndico de dicha Iglesia, respectivamente, entablaron juicio en Zaruma contra los ciudadanos Agustín Cabrera y Miguel Agustín Fenisanai, vecinos de Loja y Cuenca; pues, habiendo contratado la construcción de la nueva iglesia, la habían dejado sucesivamente abandonada a pesar de que cobraron la totalidad de sus honorarios.

De esa época son algunas casas que todavía se conservan en pie, aunque aún quedan otras de las antiguas, en sus primitivos asientos, a pocas cuadras del centro de la nueva población.

Una de esas fue la que el Concejo Cantonal ordenó demoler para dar cabida al edificio del nuevo hospital de Piñas. La histórica mansión        – típica por su arquitectura zonal – era de una planta, con paredes de ladrillos cocidos de 30 x 60 y 10 centímetros con tejas de hasta 80 centímetros y pilares de maderas preciosas y existía la siguiente inscripción con la fecha de su inauguración

Año de 1778-9

F 26 de octubre

Este dato se ha conservado gracias a Servio Moscoso Molina que el 14 de febrero de 1.969 levantó en el Juzgado Cantonal de Piñas una Información Sumaria de testigos por la que se sabe que los últimos propietarios del edificio fueron los herederos de César Virgilio Loayza, que la adquirió años atrás a José María Zambrano Romero y éste, a su vez, a su padre, Juan Ignacio Zambrano, perdiéndose la memoria de sus dueños anteriores.

Por declaración fechada el 3 de marzo de 1.969 en Piñas, del más viejo vecino de la zona, José Maria Zambrano Sánchez, a la sazón de noventa y cuatro años de edad, se sabe que el actual cementerio fue en otros tiempos la plaza central de la antigua población; la actual casa de Lizardo Zambrano es el sitio donde estuvo la Capilla anterior y el vecino que vendió los lotes a bajo precio fue Juan Vicente Añazco; el primero en cambiarse fue el Cura Párroco, doctor Francisco Hidalgo.

RECUERDOS INTIMOS DE ESOS TIEMPOS

En 1.870 el carpintero Santiago Sánchez construyó los nuevos edificios. José María Zambrano donó la campana de la iglesia que pesaba cuarenta arrobas. Había dos en Piñas Antiguo, de cobre y sin mezcla de oro o plata y sus sonidos eran por demás broncos. La primera escuela funcionó en la Casa Municipal bajo la dirección de Manuel Ignacio Romero, profesor de primeras letras, muy competente en su oficio; los padres de familia construyeron con sus aportes el actual colegio, donando la totalidad de los materiales Flavio Feijoo, de los que tenía guardados para su casa particular.

 siglo XIX las autoridades zarumeñas ordenaron la captura de Nazario Loayza, Anastasio Gallardo, José Zambrano a) El Ojón; Manuel Ignacio Romero y Manuel Moscoso, por pedir la cantonización de Piñas. Unos cayeron en la celda y otros salvaron por no bajar al pueblo el día señalado.

Piñas se levantó en armas y con Luís Escandón envió un ultimátum a Zaruma, indicando que si no liberaban a los detenidos, declaraban la guerra. Joaquín Mosquera tenía un cañón que usaba para las fiestas, le llenó la boca de pólvora y consiguió hacer un estruendo grande. A esta joya colonial llamaban “bocón” y lo colocaron en un recodo del camino a Zaruma disparando una buena cantidad de veces.

Los presos fueron liberados y la paz se reinició entre ambas localidades porque los vecinos de Zaruma, al oír el estruendo, corrieron a ocultarse al monte, creyendo que el ataque de Piñas era una realidad y nadie en la confusión miró si efectivamente ingresaba la avanzada del ejército vecino por las empedradas calles del poblado.

¡Bellos tiempos aquellos en que se luchaba por el adelanto y progreso y no por banderías políticas de menor cuantía!

UN PRESBITERO MAS VIVO QUE OTRA COSA

El doctor Juan José Loayza desempeñó sucesivamente los Curatos de Ayupamba, Paccha y Piñas y fue un presbítero de mucho entendimiento. Hijo del distinguido vecino de Piñas Dionisio Loayza, desde joven fue amigo del Doctor José María Plácido Caamaño, vecino del sitio de Moromoro y condueño de la histórica Hacienda Tenguel, cercana a la zona.

El 1.883 Loayza fue Senador de la República por el partido caamañista y desde esta época, su inseparable amigo y socio. En 1.891, con su apoyo político, obtuvo del Juzgado Segundo Municipal de Zaruma, sentencia favorable a sus pretensiones y entró a gozar pro indiviso del sitio Moromoro. Meses después le vendió al ex Presidente de la República una enorme extensión de tierra, quizá en agradecimiento del servicio recibido, a pesar de la protesta de los vecinos.

El 7 de Abril de 1.895 y asustado por la gravedad del momento político y temiendo que una acción reinvindicatoria de los agricultores perjudicados con tan irrita sentencia, el doctor Loayza curó por lo sano; se adelantó a los acontecimientos, desprediéndose de otra gran zona en beneficio de las poblaciones de Piñas, Ayapamba y Paccha, para que sus vecinos ricos y pobres se apropiaran de pequeñas parcelas de no más de diez cuadras respetando los derechos adquiridos por Caamaño, Loayza y otros propietarios de buena fe, abonando previamente la suma de dos sucres por cuadra a las iglesias de Piñas y Ayapamba, según los casos. Esta sabia medida anuló la venganza de los despojados restableciendo la concordia en la zona de Zaruma.

Hacia 1.916 estaba el Presbítero Loayza residiendo en Piñas, sumamente molesto por el reumatismo y para colmos medio paralítico. A su muerte el vecindario de Ayapamba trasladó los restos al pueblo, enterrándole bajo el Altar Mayor de la Iglesia Matriz donde aún reposa.

LA MEMORIA DEL BACHILLER MARTÍNEZ DE LOAYZA

En 1.793 la Real Audiencia de Quito designó a José Ricart para que visite Zaruma y su zona estableciendo la importancia de sus vetas minerales. Dos años después falleció el comisionado en plenas funciones y no habiendo otra persona capaz, se olvidó el asunto por muchos años hasta que en 1.811 el Presidente de la Audiencia de Quito Joaquín Molina, que despachaba los asuntos inherentes a sus altas funciones desde Cuenca, dispuso que José Baltasar Vélez Ramírez vecino de Cuenca y el Bachiller José Martínez de Loayza Cura interino de la parroquia de San Sebastián de Cuenca, viajen a Zaruma para averiguar los motivos que habían provocado la decadencia de sus minas de oro y en Octubre notificó al Cabildo de tal visita.

A finales de año los Comisionados – especialmente Vélez que era un técnico en materia de minas – redactaron un informe a la Corona sobre “La Vista de la Real Villa de Zaruma y sus minerales por la parte sur” indicando que  casi todas las minas se encontraban paralizadas por falta de capitales para abrir nuevos socavones y porque los existentes ya no producían ni siquiera para pagar los jornales de los trabajadores, de manera que estaban convertidas en negocios familiares, donde padres e hijos hacían de todo y  el escaso  mineral  que sacaban era llevado a los comercios de Lima.

El 20 de marzo de 1.813 el Bachiller Loayza solicitó en Madrid al Rey Fernando VII que le conceda la Cruz pequeña de la Real y Distinguida Orden de Carlos III y una renta vitalicia y anual por sus méritos, servicios y conocimientos desplegados en honor a la corona y se le permita regresar a concluir su labor en Zaruma como director de la Diputación territorial minera. El Presidente de la Audiencia de Quito, General Toribio Montes, le consideró acreedor a lo solicitado y así lo informó a la Corona, igual que el Real Cuerpo de Mineros cuyo poder general presentó, con otros documentos, como el Informe de Vélez, sobre el estado de las minas, una descripción de la villa de Zaruma y de los lavaderos de oro de Nabón y Sigsig, pero se desconoce cuál habrá sido el final de la gestión. De la solicitud se ha obtenido la siguiente información biográfica: Tras la visita a Zaruma se había reintegrado a su curato en Cuenca de donde salió a finales de d

iciembre del año 12 con las tropas auxiliares que marcharon a Quito sublevada, sirviendo de Capellán de ellas, habiendo estado enfermo y sin sueldo alguno. Cumplida la expedición y siempre en el ministerio sacerdotal se embarcó a la península. Loayza no era un sacerdote con conocimientos vulgares, por el contrario, era entendido en cánones pues habiendo iniciado sus estudios en el Real Convictorio Carolino de Lima bajo la dirección del ínclito pedagogo Rodríguez de Mendoza, los había culminado en San Marcos.

UNA EQUIVOCACION QUE SE REPITE

En las Monografías Descriptivas del Cantón Piñas posteriores a 1.908, que se publica la de Manuel de Jesús Andrade, se repite el error de creer a un inexistente Bachiller Juan de Loayza, marido de Mónica de Castro, fundador del pueblo de La Merced de Piñas en 1.811.

OTROS DATOS SOBRE LA MERCED DE PIÑAS

Con la revolución liberal del 5 de junio de 1.895 Piñas pasó a ser Cantón de la Provincia de El Oro hasta que la Asamblea Constituyente de 1.897 lo suprimió el 27 de febrero. En 1.940 el Congreso Nacional nuevamente lo creó en 8 de noviembre de ese año.

Los libros más antiguos de la Parroquia de La Merced de Piñas se inician en 1.841 y pertenecen al antiguo poblado, continuándose sin interrupción hasta la presente.

(1) En las Actas del Cabildo de Zaruma, consta la sesión de diciembre de 1845, en la cual se pide al Congreso Nacional reunido en Cuenca la anexión de Piñas a Zaruma, sacándolo de la jurisdicción de Paccha, porque “por odiosidades personales del Obispo de Cuenca Monseñor Carrión y Marfil contra el Párroco de Zaruma, segregó dicho anexo, perjudicando al vecindario”.