Zaldumbide Julio.

Mientras todavía estaba reunido el Congreso, (octubre de 1.865), D. Julio Zaldumbide, poeta esclarecido Y laureado, dio a la estampa un opúsculo, en vindicación de la dignidad ecuatoriana. Zaldumbide había sido elegido Diputado; pero sólo concurrió al principio, al Congreso, en la persuasión de que nada podría conseguirse, ya que la mayoría era esclava del tirano. En el opúsculo manifiesta, en buen estilo, cual debe ser la actitud del Poder legislativo en la República, y deplora que en el Ecuador no haya independencia. Yo os confeso que vine a este Congreso, como Diputado, con el propósito de acusar los desafueros de vuestro Gobierno, no con la torcida intención de dañar que en nada me habéis ofendido, y aunque lo hubierais hecho, sino porque estoy en la convicción de que es irrecusable deber del poder legislativo, conservar inviolable el imperio de las leyes que da a la República, traer a juicio a todo Presidente que las infrinja. Empero, vi la exuberante mayoría que tenéis a vuestro mandato, que aplaudía los atropellos vuestros, y tuve por mejor salir de esa atmósfera de servidumbre que me oprimía el corazón, y exacerbaba en mi alma el dolor de ver a la patria enmudecida”. Estos apóstrofes fueron las primeras líneas publicadas contra García Moreno, en la Patria. García Moreno dio estampidas y prorrumpió en improperios contra el valeroso escritor; y áulicos organizaron una asonada, y acudieron a embestir a Zaldumbide Felizmente la Policía intervino; pero el tirano acusó al joven distinguido ante los jueces; desistió de la querella prontamente, sin duda porque comprendió que iba a ponerse en ridículo. Entre Zaldumbide y Montalvo existían las conexiones de condiscípulos y amigos literarios: entonces se hallaban resentidos; y sim embargo, Montalvo, desde Ambato, se trasladó a Quito, a caballo, temeroso de que algo sucediera a su amigo. Hubo de regresarse tranqui- lo; paro le defendió, como veremos adelante, en “El cosmopolita”, “El congreso Gabriel García Moreno y la República” Quito 1.865.- Oficina tipográfica de F. Bermeo . Entonces fue cuando defendió a Zaldumbide, pues los áulicos de García Moreno continuaban ofendiéndole. En “El Cosmopolita , No.11. apareció otro artículo de D. Julio Zaldume ingenioso como el publicado en el número anterior, y todo él en defensa de Montalvo. Eran, pues, muy entrañables las conexiones entre estos dos escritores. Al pie del artículo, y antes del seudónimo veraz, viene la firma de Tomesdo Pisenaso, anagrama de Modesto Espinosa, amigo de los dos hasta entonces, pero enemigo de “El Cosmopolita”, desde que apareció s censura en “La Patria”. Ya veremos la causa por que rompieron estos dos amigos.

Nació en Quito, en 1.833, hijo de don Ignacio Zaldumbide, uno de los fundadores de “EI Quiteño Libre”. Heredero de esos altivos ideales civilistas, estrenó su arte en una celebración antimarxista, declamando un desde entonces famoso “Canto a la Música”, por el cual recibió corona de laurel. Años más tarde su amor a decir libremente su pensamiento político le acarreara hasta un juicio tras la publicación de un líbelo. Sin embargo, Zaldumbide campo que la tribuna política, y en muchas sazones cedió a su gran inclinación y se recluyó en su hacienda “Pimán” entregándose a la labor agrícola. De allí hubo que sacarlo el Gobierno de Borrero para nombrarlo Plenipotenciario del Ecuador ante Colombia. Años después, al finalizar la dictadura de Veintimilla, fue preconizado candidato a la Presidencia de la República, y en el régimen de Caamaño ocupó la cartera de Instrucción Pública, recientemente fundada. De allí volvió Zaldumbide al retiro campesino; a la vida libre y abierta a increíbles horizontes de páramos y valles, que su corazón de romántico amaba entrañablemente. La tristeza y tono elegíaco de sus poemas, así como el delicado sentimiento filosófico que los recorre deben mucho, sin duda, a este apartamiento. Julio Zaldumbide logró el punto mas. alto una fusión del espíritu romántico con las formas neoclásicas. En una atmósfera de amable melancolía y vaga tristeza, el poeta se fue acercando a un sereno sentimiento casi religioso (“La – Mañana”) y a un filosofar iluminado por oscuras iluminaciones cristianas (“La- Noche”).

En 1.866 pudo conocerse su obra a través de la “Lira ecuatoriana de Vicente Emilio Molestina (1) Allí pudo leer Mera “Eternidad de la vida”, en la que reconoció “Solemne gravedad (2), al igual que “A la Soledad del campo” y “La mañana”. “Hoy, por la vez primera, aparecen coleccionadas sus poesías -decía el antólogo-; en ellas se encuentra elevación. de pensamiento, pureza de leguaje, elegancia y la más delicada armonía, y las cuerdas de su lira se hallan impregnadas de esa profunda melancolía que caracteriza a la escuela de Byron” (3) En 1.880 cerró su carrera poética con dos traducciones: “Lara” de Byron y “Los sepulcros” de Pindemonte.