INVESTIGADOR Y POLIGRAFO.- Nadó en Quito el 12 de Octubre de 1949 en un departamento que arrendaba su madre en las calles México y Caracas, en el tradicional barrio de San Juan. Hijo legítimo de Ernesto Jurado Martínez y de Inés Noboa Castillo, ambos quiteños. El padre fue de una amplísima cultura pero bohemio. La madre profesora de corte, de cocina y diseñadora, a más de médico frustrada, determinó la futura vocación de su hijo.
Por vía paterna es sobrino nieto del pintor Luis A. Martínez Holguín, autor de la novela “A la Costa” y uno de los pocos tipos geniales que ha producido el país.Criado por su madre y su tía abuela Blanca Castillo, la primera había sido de las oyentes a los cursos de psicoanálisis que daba en Quito el Dr. Torres Chávez, por ello determinó que su hijo necesitaba figuras masculinas para identificarse y confió esta ayuda a su hermano y a uno de sus tíos, ambos actores de aquella quiteñísima actitud centrada en el “chulla”. Esas experiencias modularon la personalidad de Fernando, su idiosincrasia y su actitud en las relaciones humanas y hasta en la filosofía de existencia.
En edad preescolar tenía gran habilidad para el dibujo y se ocupaba en recortar las siluetas de aquellas fotografías en cartón del siglo pasado, por allí nació el interés en reconstruir la historia de su familia y la del resto del país pues empezó a llenar varias libretas con apuntes históricos y familiares, sabía las fechas de nacimiento de sus cincuenta tíos abuelos, conocía el número de mujeres que tenían y los hijos que habían procreado. A todos les seguía los pasos pese a la oposición de su madre quien decía que los antepasados habían hecho horrores.
Cursó algunos meses en el Jardín Santa Cecilia y de 1955 al 61 en la Escuela Espejo. A los seis años vio unos libros desparramados en el sofá de su casa y sintió una angustia feliz. Al otro día desaparecieron, así nació como bibliófilo. “Hasta ahora dudo si eso fue sueño o realidad.” Ya contaba con la ayuda de su padrastro Augusto Paz, socialista afiliado al velasquismo, quién le encaminó en sus primeras lecturas históricas, que empezaron a perfilarse a los siete años cuando lo familiar pasó a segundo plano porque le empezó a interesar más las grandes figuras del país, sobre todo Espejo, Montalvo, Alfaro, Mera y también los extranjeros a través de las revistas “Vidas Ilustres” y “Vidas Ejemplares.”
Aquellos años de escolaridad fueron de bastante estrechez económica. En 1959, de poco más de nueve años, ganó un Concurso histórico y publicó su primer artículo “Prisión y muerte de Eugenio Espejo”.
En 1961 pasó al Colegio Benalcázar y enseguida fue uno de los más asiduos visitantes de las bibliotecas públicas de la ciudad. Le apasionaban las biografías y el interés por la genealogía nació de su innata e insaciable curiosidad por el destino de las gentes, algunos años más tarde en 1964.
Entre el 64 y el 67 incursionó con éxito por la oratoria y ganó en dos ocasiones concursos intercolegiales. Al bachillerarse se le declaró el alumno más destacado de la promoción de biólogos. Por entonces el Benalcázar era el mejor colegio de Quito.
De 1967 al 75 cursó Medicina en la U. Central. Sus investigaciones históricas las cortó por completo en el segundo año que era el curso de anatomía pero al terminarlo con éxito inició en Septiembre de 1969 una prolífica amistad con Pedro Robles y Chambers el gran genealogista guayaquileño que todo lo sabía y las visitas a los archivos parroquiales del país, cada vez que podía.
Para entonces, a nivel mundial, los genealogistas sumaban menos de dos centenares de personas que se preocupaban de las historias de las familias que se consideraban de origen noble. Conformaban una especie de logia casi secreta, donde no interesaba en lo más mínimo la clase media y peor las clases populares.
Era estudiante de tercer año de medicina en Quito, pertenecía a la izquierda de su tiempo, pero lucía un gusto apasionado por este tipo de investigaciones. Estaba convencido de la igualdad de los seres humanos y los estudios genealógicos le habían demostrado que todas las clases eran parientes entre sí, variaba sólo el grado de parentesco. ¿Cómo unir esas dos tendencias, aparentemente contrapuestas?
Pues la única salida era empezar a publicar estudios genealógicos serios, objetivos, verdaderos, sin tapujos y entrando en los meandros de la clase media. En su primer estudio aparecieron inclusive señoras de “antigua y peligrosa conducta”, el éxito a nivel editorial fue inmediato.
En la misma época empezaron sus prácticas en el Hospital del Seguro, que se prolongaron hasta su graduación. De 1969 al 73 también hizo prácticas clínicas bajo la tutoría de los Dres. Azanza, Eduardo Villacís, Max Ontaneda y Hernán Proaño, que le permitieron tener una visión clínica muy amplia. El 69 llegó a ser miembro de la Junta de Facultad y del Consejo Directivo de Medicina. El 70 empezó a colaborar con la revista “Museo Histórico” que dirigía Hugo Moncayo. El 71 inició la publicación de sus investigaciones en los “Boletines de la Academia Nacional de Historia” haciendo que se vendiera dicho Boletín muy venido a menos por la flojedad de sus artículos, a la par que tenía correspondencia con especialistas de dentro y fuera del país. En 1970 y luego el 73 viajó a Colombia a investigar y el 72 estuvo en el Perú, ampliando sus conocimientos históricos y genealógicos. En 1973 ingresó a la Academia Nacional de Historia siendo por entonces el más joven académico del país pero la institución no vivía un buen momento.
En 1974 y en plena dictadura, cuando los militares anunciaron haber encontrado los restos de los próceres asesinados el aciago dos de Agosto de mil ochocientos diez en el interior del Cuartel Real, sostuvo con ellos una polémica por la prensa y la TV, los hizo quedar en ridículo y comprobó para su sorpresa, que muchos historiadores – incluso varios académicos y entre ellos su Presidente Jorge Salvador Lara – tenían conductas oscilantes, pues queriendo quedar bien con los poderosos dictadores declaraban una cosa en público y se desdecían luego en privado, de manera que allí le nació la idea de fundar un grupo de gente coetánea y no figurona ni mendaz como dichos Académicos, eternos aspirantes a Embajadores, para realizar investigaciones serias. Ya utilizaba el sistema de fichas en la ordenación de datos y aunque todavía no está perfeccionado dicho sistema, completado y cruzado, ha continuado trabajando con ellas y actualmente mantiene un millón de fichas, siendo el archivo privado más importante del país.
El 75 empezó a revisar los archivos de protocolos de Quito y se graduó de médico con sobresaliente, siendo el segundo mejor egresado de esa promoción.
Del 75 al 76 hizo su medicatura rural en la parroquia de Guasuntos al sur del Chimborazo de donde son oriundo los Baus. La población, con tres capas sociales bien diferenciadas y con severos conflictos entre ellas, le hizo ahondar en las cuestiones sociológicas de formación de clases.
En Diciembre del 75 y con tres amigos fundó el CENIGA (Centro Nacional de Investigaciones Genealógicas y Antropológicas) y con sus ahorros de cuatro años decidió conocer Europa y enterarse de las fuentes históricas españolas.
Luego de recorrer Francia, Suiza, Austria e Italia, realizó investigaciones en Madrid y sobretodo en Andalucía para buscar sus orígenes paternos por el apellido Jurado; a fines del 76, con una recomendación del padre José Reig Satorres para la U. de Pamplona, ésta lo recibió como post gradista en Psiquiatría sin paga y por un año, pero al cabo de seis meses lo hicieron miembro del equipo que iba a estudiar la liquidación del primer hospital Psiquiátrico en España con métodos ingleses. Jurado rediseñó el programa abreviándole y producto de esa experiencia fue el libro “La asistencia psiquiátrica en Navarra” del que fue coautor. Ese mismo año investigó en el norte de la península. El 78 fue Jefe de Planta de Psiquiatría y casó con Elena Piqueras y Esparza, de profesión enfermera, tan inteligente como bondadosa y han tenido tres hijos. Con su ayuda complementó sus investigaciones en pueblos de Navarra y más tarde en Andalucía, buscando el origen documentado de los españoles que habían formado el Ecuador. Fue también profesor de Pre y de Post grado, así como de Psicología del Turismo en el Instituto Español de Turismo. El 79 fue de nuevo Jefe de Planta y también de Residentes.
España le ofrecía un futuro promisorio pero sus raíces ecuatorianas le atraían en sumo grado. En el último año de su residencia iba de cinco de la tarde a ocho de la noche a la Biblioteca Pública a examinar detenidamente los ochenta y ocho tomos de la Enciclopedia de los hermanos García Carrafa.
España y su realidad, de manera curiosa, lo había vuelto menos hispanófilo de lo que fue. Su formación en ciencias sociales le había conferido una nueva manera de mirar las cosas y empezó a gestar lentamente una concepción mestiza de las culturas de América.
En Septiembre de 1979 volvió a su Patria con ánimo de revolucionar la psiquiatría a la que halló en estado deplorable, como la más atrasada de las especialidades médicas; empero, sus métodos de relación, impregnados de franqueza absoluta, no fueron de lo más eficaces y desde Enero del 80 abrió una consulta en Ambato, empezando a colaborar en el periódico “El Heraldo” de esa ciudad, con crónicas médicas e históricas.
En Marzo ganó el cargo de Psiquiatra investigador del Instituto de Criminología en Quito y fundó la columna de “Salud Mental” tanto en la prensa de Ambato cuanto en la revista “Desde el Surco”. En el segundo semestre del 80 reorganizó y actualizó diagnósticos y tratamientos en el Hospital Psiquiátrico Julio Endara de Quito para aumentar su calidad científica y de asistencia.
Equilibrada su vida profesional, desplegó desde Septiembre del 80 hasta fines del 82 una intensísima vida. Con Alfredo Costales, Director del Archivo Nacional abrían la oficina a las siete de la mañana, investigaba allí, daba clase en el Colegio de las madres Marianas, volvía al archivo a las ocho y media y durante el café, mientras Costales iba ganando conocimientos de España, Jurado lo hacía del área indígena. De once de la mañana a una de tarde dictaba clases al Colegio La Inmaculada. Almorzaba a las dos, a las cuatro hacía peritajes en Criminología. Volvía al Archivo de cuatro a seis, atendía consultas privadas de seis a nueve de la noche y pasaba sus trabajos a limpio de nueve a doce. Dos días a la semana dictaba Sicopatología en la U. Central.
En 1981 y con la ayuda de los estudiantes realizó las primeras investigaciones sobre consumo de marihuana en Quito y sobre alcoholismo de fin de semana. Ese año, como Director del Centro Nacional de Investigaciones Genealógicas y Antropológicas CENIGA, publicó las tres primeras revistas de la sociedad y con mi ayuda organizó el I Congreso Ecuatoriano de Genealogía que iba a celebrarse en Guayaquil y que lamentablemente fracasó pues el Presidente de Honor Pedro Robles y Chambers se opuso terminantemente dada su natural timidez.
El año 82 entendió que no todos los genealogistas podían trabajar juntos; pues, las pluri ideologías no solo son incompatibles sino hasta peligrosas y en Enero del 83 renunció a la presidencia del CENIGA, lo cual merece ser explicado porque dentro de dicha entidad existían algunos miembros de mentalidad cerrada a los cambios que se aproximaban con el arribo del siglo XXI, creyendo que la genealogía era una ciencia puramente nobiliaria, ocultando los nacimientos que no eran legítimos, pasando por alto líneas familiares completas por venir de algún sacerdote, tapando en fin cualquier información que para el puritano criterio de ellos pudiera ser socialmente escandalosa y hasta las novedosas si provenían de familias aledañas a la capital, a las cuales calificaban de simples chagras, término despectivo en extremo.
Estos genealogistas retrógrados con el paso del tiempo se habían vuelto sus enemigos, confundiendo lo intelectual con lo personal. Demás está decir que las revistas del CENIGA siguieron apareciendo sin Jurado hasta que cesó la publicación y lo que es peor, también dicha institución, a causa de la inercia de sus miembros, es decir, por muerte natural. Un primer intento de unir a antiguos y noveles investigadores en una primera sociedad de investigación, había fracasado porque evidentemente no puede mezclarse el agua con el aceite.
Días más tarde y en unión de Alfredo Costales Samaniego y de Enrique Muñoz Larrea fundó la “Sociedad de Amigos de la Genealogía.” Se dividió la genealogía ecuatoriana en dos áreas, una tradicionalista, anacrónica, elitista, obsoleta y otra progresista o social. El asunto se encausó así: El 15 de enero de 1983 visitaba a su amigo Enrique Muñoz Larrea cuando éste le hizo una pregunta: ¿Cómo va su grupo de genealogía? Mal, muy mal, fue la respuesta. ¿Son amigos entre ustedes?, volvió a preguntar Muñoz. Aparentemente sí, en realidad, somos conocidos. Ahí está el secreto, aclaró Muñoz, es preciso ser ante todo amigos y basarse en el afecto mutuo, para sacar adelante este tipo de proyectos. Le digo esto, porque Usted sabe que soy el Gerente de Xerox, una empresa cuyo nivel ejecutivo se base justamente en una gran amistad. Y continuó: Oiga Fernando, ¿Por qué no fundamos un grupo entre amigos y que seamos muy pocas personas? Encantado, respondió Jurado y el siguiente sábado de tarde se reunieron en casa de Muñoz y firmaron la Carta Constitutiva de la entidad. La nueva entidad se llamaría simplemente “Amigos de la Genealogía”, aunque la idea original habría sido: Amigos y además, genealogistas. Enseguida empezaron las publicaciones, las primeras fueron sufragadas por el propio Jurado, el éxito fue tan grande que del volumen 3, por ejemplo, se hicieron tres tirajes consecutivos. Para las clases medias, conocer su historia a través de una revista especializada, era un verdadero regalo. Mientras eso pasaba, el número de personas que de todo el país pedían ser miembros del nuevo grupo era imparable, en menos de dos años, había más de sesenta socios, como doce libros de la colección, que han sido de los libros más vendidos en el país en su correspondiente año de edición. El 83 publicó tres revistas de la nueva sociedad, con tanto éxito que se hicieron tres ediciones de cada una de ellas, pues, mientras las familias estudiadas eran menos conocidas por la élite, el éxito era mayor en las librerías.
Nuevas publicaciones como Las Coyas y Pallas del Tahuantinsuyo dejaron con la boca abierta a muchísimos ecuatorianos, que nunca imaginaron descender de los Emperadores Incas. Fernando fue designado Cronista de Ambato, pero a los dos años renunció por no depender de las autoridades municipales, sobre todo de los Alcaldes, que mientras más ignorantes son más prepotentes, pero como el cargo es vitalicio seguirá ostentándolo.
A fines del mismo 83 dejó de prestar sus servicios profesionales en Ambato. Desde Julio venía contando con la eficaz ayuda de SERVIMPRESS, editorial que merece el bien del país porque se comprometió a publicar la Colección S.A.G. hasta 1992.
El éxito de esta colección le hizo concebir el proyecto de ampliarla a cincuenta volúmenes y hasta el momento ha superado el centenar, siendo la colección cultural más extensa, importante y de éxito en el país.
El 84 ingresó a la Academia de Historia de la Medicina con su trabajo “Los Médicos y la Medicina durante la independencia”, fue miembro del Comité organizador del Congreso Internacional de Criminología que se efectuó en Quito, comenzó a circular su obra: “Los descendientes de Benalcázar en la formación social ecuatoriana” de la cual había anticipado varios capítulos en Colombia, que tuvo ocho volúmenes, con numerosas familias de Colombia y Ecuador. Esta obra le significó una apertura con los historiadores de ese país a los cuales les desprejuició con respecto a la genealogía pues existían algunos que no aceptaban descender de ramas indígenas creyéndose europeos puros y fruto de ello fue la formación del CEGAS en Pasto en 1985 y la realización a fines de ese año del I Congreso Internacional de Genealogía. Es necesario aclarar que su obra sobre Benalcázar iba a ser publicada por el Centro de Investigación y Cultura del Banco Central en Guayaquil pero ocurrió que uno de los directivos del Banco en Quito fue a indisponer al Subdirector General Eduardo Samaniego, asegurándole que no estaba bien que el Central auspicie una obra de genealogía (sic.) por ser una ciencia contraria al espíritu democrático del país. I lo peor de todo es que lo consiguió por la prepotencia y la falta de criterio de dicha autoridad. Así se entendía entonces a esta ciencia.
Este último año y con la ayuda de Ezio Garay Arellano incentivó la formación del SAG del Guayas. Numerosos genealogistas ecuatorianos y de fuera comenzaron a valorar los datos contenidos en Censos, Capellanías, Dispensas, anécdotas, tradición familiar, elementos todos que habían salido de la vocación de Jurado Noboa, acumulada en varios años de experiencia, de manera que la forma clásica de escribir (el nació, casó y murió) fue reemplazada con una cantidad gigantesca de información sobre cada personaje, formada por ventas, pleitos, compras, anécdotas, descripciones físicas y psíquicas, descendientes extramatrimoniales. En otras palabras, una visión muy completa de cada quien, ya no la…… — y ch……… de antaño.
El mismo 85 volvió a España a la reunión de Psiquiatras formados en la Universidad de Navarra y realizó investigaciones en España y Portugal. El 86 fue el organizador del III Congreso Internacional de Genealogía que se efectuó en Quito con representantes de cinco países. A ese momento tenía más de trescientos títulos publicados tanto en Historia como en Medicina, era colaborador de la “Revista de la U. de Guayaquil”; de “El Pregón de Medellín”, del “Boletín de la Academia Nacional de Historia”, de la “Revista de la Sociedad Amigos de la Genealogía S.A.G. ”, de “Actualidades Medicad”, siendo miembro de su Comité asesor. De “Mensajero”, de la “Revista del Instituto de Criminología”, del “Boletín de Informaciones de Diners” y de la “Revista Cultura” que editaba el Banco Central.
Entre los números de la Colección S.A.G. merecen especial mención sus siguientes libros: “Ascendientes del Dr. Joaquín Suárez de Villacreces”, 1980, folleto; “Los Arguello en el Ecuador” 450 años de Historia, 1983, en 153 págs., “Los Cornejo en la Historia Política del Ecuador” 1984, 232 págs. “Los Noboa de la Sierra” 1985, en 323 págs. “Los Vásconez en el Ecuador” 1986, en 265 págs. “Los Larrea”, 1986 en 239 págs.
Para el bicentenario del 10 de Agosto la Municipalidad lanzó la colección “Biblioteca Básica de Quito” a través del Fonsal.
Entre marzo y diciembre del 87 editó en tres gruesos volúmenes la historia de los Ribadeneira, una de las familias más difundidas y numerosas del país tocándole hacer una verdadera labor de Sherlok Holmes, para detectar líneas aún en los lugares más remotos. En noviembre del 87 apareció el tomo 7o de su obra sobre Los Descendientes de Benalcázar.
Ese año 87 gracias al Padre Savoia formó un equipo para traducir y ordenar los más viejos libros de bautismos de Esmeraldas y Ríoverde, pues había empezado a desarrollar un proyecto total de rescate de la historia de esa provincia en todas sus clases sociales. Acompañado de su condiscípulo y colega José Mayorga visitó varias veces a Esmeraldas, haciendo entrevistas a ancianos eruditos y filtrando cuánta información documental y oral podía. Producto de una labor que empezó pocos años antes – en 1983 con Franklin Tello Mercado – fue la gestación de la Historia Social de Esmeraldas en diez volúmenes, de los cuales sólo se ha publicado el primero porque un Alcalde pícaro se gastó el dinero destinado a esas libros en asuntos dudosos.
Ese año 87 con Diego Garcés Giraldo gestó el III Congreso Internacional de Genealogía que se realizó en Cali en el mes de julio con gran éxito, su ponencia fue “Judaísmo e Inquisición en el Ecuador y sur de Colombia” demostrando la presencia de ancestros judíos en los dos países; siendo quizá el mayor elemento coyuntural de ese congreso, el hecho de que al regreso paró varios días en Popayán, haciendo investigaciones en el Archivo José María Mosquera y en la iglesia de San Francisco.
En 1988 fue otra vez presidente de su agrupación SAG, gestó varios congresos de especialidad en Quito en mayo y diciembre, ayudó en julio a la realización del IV Congreso de Historia Social en Guayaquil (su ponencia versó sobre Los Cronistas de Guayaquil y su posición frente a la Genealogía) y cuyo acto más trascendente fue la velada en casa de Eloy Avilés Alfaro, nieto del Viejo Luchador. En septiembre organizó con Savoia el I Congreso Internacional sobre Historia del Negro presentando su ponencia “Presidentes del Ecuador con ancestro africano” teniendo abarrotada la Casa de la Cultura. Meses más tarde la revista guayaquileña Vistazo sin solicitar su permiso, reprodujo el trabajo en febrero 1989, lo cual atrajo sorpresas agudas, con numerosos resentimientos, pues la gente tiene fobia a los ancestros africanos. Y a fines de noviembre gestó en Ambato el homenaje al gran poeta Pablo Balarezo Moncayo que a sus ochenta y cuatro años estaba casi olvidado de sus compatriotas.
En 1989 aparecieron varios de sus obras: Un vasco aragonés y su descendencia en el Ecuador (con introducción del historiador español Alfonso de Figueroa, Duque de Tovar en donde unifica a las diez ramas clásicas de los Chiriboga que habían desde hace siglos perdido su identidad.
En octubre los dos tomos de Plazas y Plazuelas de Quito y Calles de Quito en edición del Banco Central, se trata de un estudio minucioso de las doscientas cincuenta manzanas del Centro Histórico de Quito entre 1534 y 1900 en base a las notarías de la capital y que ha conocido una segunda edición diez veces más amplia; editada por el Fonsal y en noviembre salió el primer tomo de la Migración Internacional a Quito, obra global que pretende recoger el accionar de unos quince mil migrantes a Quito desde su fundación hispánica. De esta obra lograron salir los tres primeros tomos, faltando por salir los tres restantes.
El año 89 impulsó los Congresos de Loja, Ibarra y Guaranda (mayo, junio y noviembre), contando con la colaboración de Marcia Stacey para el primero, de Enrique Ayala Pasquel para el segundo y de Teresa León de Noboa para el último.
En julio y agosto estuvo en Colombia y Venezuela, visitando en cada ciudad a sus amigos más entrañables: Christian Caicedo, Héctor Julio Bejarano y Carlos Mercado en Cali, Néstor Botero en Medellín, el gran escultor Edgar Negret y Pilar Moreno de Angel en Bogotá, subió a la Costa Atlántica y entró a Venezuela por la Guajira ^ colombiana. Se alojó en Caracas en casa del diplomático Arturo Valero, estuvo en Cumaná con los parientes de Sucre pues acababa de descubrir raíces comunes con ellos por el lado paterno de Cali (olim Sucre) compartió momentos bohemios con el poeta Ordáz, en Puerto Cabello estuvo con Asdrúbal González y en el archivo histórico de la ciudad investigó sobre los orígenes de Juan José Flores. Cruzó toda Venezuela y por Mérida entró a Colombia, otra vez en Bogotá estuvo con Emiliano Díaz del Castillo y llegó a Quito lleno de libros, papeles, datos y recuerdos.
Coordinó en octubre con el maestro Alberto Quijano Guerrero la delegación al Congreso Colombo – Ecuatoriano de Pasto. Su ponencia versó sobre el tema “Por qué se fueron los pastusos”. Para el mismo año empezó a colaborar estrechamente con la Casa de Montalvo en Ambato con cuánto proyecto podía arrimar su hombro.
En septiembre de 1990 con el mismo Savoia gestó el II Congreso sobre Historia del Negro en Esmeraldas presentando la ponencia “Medardo Angel Silva y sus raíces mulatas.”
El 90 aparecieron cuatro libros suyos: El tomo ocho y último de Los Descendientes de Benalcázar, una de sus clásicas obras, en febrero de ese año. ¿De dónde venimos los quiteños? que es el tomo II de la aludida obra de migrantes.
En noviembre del mismo año se presentó en la editorial Abya Yala su libro sobre el Cacique Sancho Hacho, ante la presencia de varios ex magistrados del país y ex primeras damas. El libro causó una conmoción parecida a la edición de las Coyas, siete años antes pues el personaje tratado in extenso era prácticamente desconocido, inclusive entre la intelectualidad ecuatoriana.
En diciembre viajó al sur de Colombia, en Pasto fue recibido como Miembro de la Academia Nariñense presentando como trabajo de incorporación su libro “Esclavitud en la Costa Pacífica” y condecorando a su querido amigo el historiador Jorge Guzmán. Enseguida viajó a Tumaco, alojándose en la Curia y a más de lanzar su libro anotado, hizo investigaciones en los libros parroquiales de Barbacoas y de Tumaco, concentrados en esa ciudad.
En julio del 91 y en el auditorium de la Corporación Financiera Nacional ante más de mil personas se lanzó su libro sobre “El Chulla Quiteño: nacimiento, vida y agonía de un prototipo citadino” (con presentación de Horacio Sevilla y Rosaura de Pólit) que conoció tres ediciones en el mismo año. Con esta obra se quería romper el mito -antichulla que lo creó Jorge Icaza haciendo parecer al chulla – prototipo de la quiteñidad – casi como un delincuente. Penosamente en ese día se accidentó el vehículo en que viajaba la delegación colombiana, muriendo Jorge Guzmán y el chofer de la Casa de Montalvo, quedando gravemente herido el historiador y alcalde de Pasto Mario Córdova Pérez.
Ese año 91 salió otro texto suyo: Contribución de la SAG a la cultura nacional, demostrando la labor prolífica de esa entidad en apenas ocho años de labor y en unas Jornadas de Historia Social realizadas en Ambato se presentó una Exposición sobre Manuela Sáenz, conteniendo cartas y objetos personales de la heroína. Jurado los examinó cuidadosamente, sacó copia de los papeles y llegó a la conclusión que todo el material era apócrifo, llegando a descubrir a los dos autores del delito. Este material lo mantiene penosamente inédito.
El 92 debido a la conmemoración de los quinientos años del descubrimiento de América, fue realmente frenético en trabajos pues volvió a asumir por tercera vez la presidencia de la SAG, gestó el III Congreso sobre Historia del Negro, presentando su ponencia “Los tres afluentes negros coloniales”, vivió de entrevistas en radio, prensa y TV , aparecía todos los domingos en diario Expreso de Guayaquil una página entera, obra de la sociedad hija de su mano, armó su libro Las noches de los Libertadores, es decir la vida nocturna de Bolívar, Sucre, San Martín y José Ramón de Sucre, que editó el IADAP en dos tomos y ha conocido dos ediciones. Esta última el año 93.
Datan de ese año 92. Los secretos del poder socio económico, con un luminoso prólogo de Vladimir Serrano. El proceso de blanqueamiento en el Ecuador, de los Puento a los Egas, es decir el mestizaje al revés, obra conjunta con el Dr. Miguel Puga y con prólogo del mismo Serrano. Los Mancheno en el Ecuador, doscientos setenta años de historia, con prólogo de César Dávila Torres, verdadero tratado sobre la movilidad social en el país; y Casas del Quito Viejo, contando y salvando la historia de las cincuenta mejores casas del Centro Histórico con fotografías de Rocío Aguilar y Vicente Moreno. Todos estos libros no demoraban sino quince días en librerías.
En noviembre de este año gestó las Jornadas de Historia Social en Zaruma, siendo lo más relevante el hecho que las Memorias del evento fueron el libro histórico más vendido del país en ese año, según los reportes de Libri Mundi, lo cual se explica por el amor que los zarumeños tienen a su tierra y por el magnífico y novedoso contenido de la obra.
A fines del 92 estuvo en Chile, Argentina y Brasil, en el primer país dió varias sesiones con los genealogistas chilenos e hizo propio el plan chileno de descubrir a las familias “fundadoras” es decir a las llegadas en el siglo XVI y cuya familia persiste por varonía, originando en el futuro más de cinco volúmenes al respecto; en Buenos Aires igual hizo largos contactos con los investigadores Spangenberg, Binayán, Méndez Paz, Crespo Montes, Herrera, etc.En julio y con su colega Aníbal Torres Carrión viajó a Piura, Lima, Cuzco, Puno, La Paz, Sucre y Potosí. En todas las ciudades dictó conferencias, en Lima tuvo largas charlas con José Antonio del Busto, Guillermo Garrido Lecca y Jaime Velando Prieto.
Impacto muchísimo la belleza de Potosí y la cordialidad de su gente y con el padre Savoia organizo una Reunión sobre la Negritud en el Valle del Chota.
Ese 93 salieron sus libros: Los españoles que vinieron, tomo 3 de su obra sobre Migración, con prólogo de Miguel Díaz Cueva. Los Donoso en el Ecuador, cerrando la historia de la vieja élite riobambeña y polemizó con el historiador Alfonso Rumazo González quien pidió a la Cancillería Ecuatoriana que quitara la nacionalidad ecuatoriana a nuestro biografiado pues estaba iracundo por la obra sobre Los Libertadores, manifestando ridículamente que era imposible que Bolívar hubiera dejado hijos. Diario El Comercio le cedió la primera página de su periódico a Jurado, empezando Rumazo su desmoronamiento final pues nunca investigó en archivo si no en bibliotecas.
El 94 no editó ninguno de sus libros pero gestó los congresos de Historia Social en Manabí y Esmeraldas, en el primero se contó con la ayuda parcial de Manuel Andrade Palma y en el segundo con la de Bing Nevares y Javier Gómez Jurado.
En ese año se dio un hecho crucial: desde el 83 le seguía la pista a Plutarco Naranjo, poseedor de los papeles inéditos de Juan Montalvo y su secretario Roberto Andrade. A principios del 94 le ofreció ser el editor de la autobiografía de Andrade, Plutarco aceptó y para septiembre salió el primer tomo con muchísimas notas del editor y el lanzamiento en la Casa de la Cultura fue espectacular. Dos años después, salió el segundo tomo que tuvo menos éxito en los lectores, pues lo más interesante es la etapa dramática que vivió Andrade tras el asesinato de García Moreno.El año 95 armó un plan cuatripartito para fichar casas documentales en las provincias de Bolívar, Tungurahua, Cotopaxi e Imbabura que los años pasados no lo habían permitido: primero decidió estudiar los fondos protocolares de la Provincia de Bolívar. Todos los fines de semana de enero a mayo, pasaba en Guaranda, Chimbo o San Miguel, revisó detenidamente las tres notarías de la primera ciudad y las primeras de los dos poblados mencionados. En abril encontró los viejos protocolos de Chimbo del siglo XVII con restos físicos del terremoto de ese siglo, los libros nadaban en nubes de polvo, no se cuidó y ácaros que le tuvo enfermo durante cuarenta días. Las casas de Oswaldo y Haydeé Vasconez en Guaranda, así como la de Rosa Villagómez en San Miguel, se convirtieron en sus moradas de paso. El mismo año co – organizó las Jornadas de Historia Social en Guaranda, presentando su ponencia “Mestizaje en las élites bolivarenses”, cuyas reacciones le hicieron ver las ridículas fobias de nuestra gente a la sangre india o negra. En el segundo semestre del año estuvo todos los fines de semana en Ambato, trabajando de ocho de la mañana a doce de la noche sin levantar cabeza, pues llevaba un lunch para la una de la tarde y fichando los protocolos del siglo XVII y XVIII, se alojaba en Pelileo en casa de su amigo el historiador Carlos Miranda, quien tenía la paciencia de esperarlo sentado en la grada de la Catedral hasta que dieran las doce de la noche.
Este año 95 aparecieron tres nuevos libros: Historia Social de Esmeraldas, tomo 1. Las mujeres que Montalvo amó, editado como primer punto del Convenio Ambato -Tuluá por el alcalde del Valle del Cauca Gustavo Alvárez Gardeazábal, con la historia amorosa y siquiátrica de Montalvo y causó tal impacto que el productor español Carlos Pérez Agosti quiso llevarlo a la pantalla. Las Quiteñas, edición de Dinners con prólogo de Edgar Freire Rubio.
El 96 decidió completar entre viernes y domingo las investigaciones en las tres notarías de Latacunga, en la de Pujilí y en el archivo del Banco Central en Ibarra, este trabajo le tomó prácticamente dos años, cada domingo llegaba a su casa – a veces con uno de sus hijos – cargado de mil fichas nuevas, de tal manera que en diez sesiones se sumaban diez mil tarjetas a su fichero; el mismo año la Embajada del Ecuador en la Argentina, el Instituto Genealógico de Buenos Aires y el Instituto San Martiniano lograron un viaje de suyo a la capital argentina con el objeto de dar varias conferencias en esa ciudad y que demostraran los grandes vínculos entre los dos países.
Asistieron viejas familias ecuatorianas residentes en esa ciudad y de las cuales se había perdido hasta el rastro. La historiadora Esther Soaje escribió en la prensa: Magníficas las conferencias de Jurado, divertidas, anecdóticas, estupendas. Y el público subyugado, totalmente subyugado. Gran anfitrión y guía de Jurado fue Jaime Salazar, vecino de Buenos Aires desde 1945 y decano de la Colonia ecuatoriana en esa ciudad, quien le llevó a conocer a las reliquias que aún quedaban de la época de Carlos Gardel.
En septiembre del mismo año su hijo Sebastián al cumplir quince años le pidió conocer Europa con características similares a las que su padre había hecho dos décadas antes. En un inolvidable viaje de dos meses, visitaron las dos Castillas, Andalucía, el País Vasco, Valencia, pasaron a Burdeos y París a visitar a sus primos los Souillac Laffite a quienes no conocía personalmente. En Burdeos conoció la casa de su tía abuela Zoila Jurado de Laffite con cuadros de la Escuela Quiteña del siglo XVIII y XIX y en París, Christian Souillac le mostró la fe de bautismo de su bisabuelo Jurado que habíase quemado en España para la Guerra Civil, pero tenían una antigua copia de 1901. Por ese documento se enteró que la familia más atrás era oriunda de Almogía en la provincia de Málaga. Pasaron a Gante (que les encantó) Bruselas, Copenhague y por Alemania a Italia, visitando Perugia, Asís y Siena que les dejó imborrables recuerdos. Aprovechó para investigar sobre los Verdesoto en Segovia y avanzó luego a Almogía, un pueblo perdido en las montañas andaluzas, no pudiendo avanzar al preciso sitio del Jaral de los Jurado, pues se necesitaba vehículo privado. Estuvieron también en Jaén y en Sevilla, en cuyas librerías encontró novedades de primera, enterándose que el archivo de Casa Bermeja y otros pueblos andaluces se conservaba en la Torre de la Catedral de Málaga, pero ya no había tiempo para ir a verlos.
Datan del 96 sus obras: Los pendejos en Quito y sus alrededores, uno de sus mayores éxitos editoriales.
Historia Social de la Provincia de Bolívar, tomos I y III, pues para el II faltaba una investigación específica. Los Corral en el Ecuador. Quito, una ciudad de casta taurina, con prólogos de Manolo Franco y Humberto Jácome Harb. La Ronda nido de cantores y poetas, edición de Libresa con prólogo de Edgar Freire. Esta última obra sirvió de estímulo a que el alcalde Paco Moncayo salvara ese rincón tan importante de Quito y que restaurado desde el 2005 se ha convertido en el mayor ícono del Centro Histórico de la ciudad.
El lector se preguntará ¿Cómo podía al mismo tiempo atender pacientes, publicar cuatro libros por año y más de veinte monografías en revistas de especialidad, trabajar en la Universidad y encima de eso viajar largo ? La respuesta es doble: el fichero de Jurado soberanamente ordenado de tal manera que cualquier tema histórico puede ser desarrollado a cabalidad en un mes y por otro lado una estricta disciplina en su vida, con un horario preciso desde las cinco y media de la madrugada pues le agranda el tiempo útil de trabajo.
A principios del año 97 el Dr. Plutarco Naranjo le obsequió cinco cajas de documentos conteniendo papeles de Montalvo, Roberto y Julio Andrade y Abelardo Moncayo en gratitud por la ayuda prestada por Jurado años antes para la salvación de las Memorias de don Roberto. Gran parte de ellos entregó a su vez a la Biblioteca Espinosa Pólit, quedándose con los papeles que le parecieron pertinentes para ser editados cuidadosamente en el futuro. Lo más curioso es la avidez que tuvieron los montalvistas en tener por lo menos una de las cartas originales de don Juan, por lo que Jurado se vio en serios apuros, teniendo que ceder tres de las cartas. El caso más relevante se dio con Galo René Pérez, quien al revisar una carta pedida, le ofreció y dio en reciprocidad el último manuscrito de Jorge Carrera Andrade, con dibujos hechos por el mismo esteta.
En agosto del 97 estuvo con sus hijos en varias ciudades colombianas y pudo traer abundante documentación de la antigua villa de Pupiales cedida por el académico Camilo Orbes Moreno. Por entonces firmó contrato con el Instituto de Cultura Hispánica de Colombia para la edición de la obra “Hidalguías en el sur de Colombia”, enorme trabajo que permanece inédito. En Bogotá tuvo varias sesiones con Antonio Cacua Prada, a quien le aleccionó con mucho material inédito sobre la descendencia del Libertador.
El mismo año apareció una sola de sus obras: “Las Peñas, historia de una identidad casi perdida” edición del Banco del Progreso, demostrando su amor al barrio símbolo de Guayaquil. “Esta obra me fue plagiada casi íntegramente por seudo historiadores guayaquileños.”Desde el año 98 hasta el 2001 fue miembro de la Empresa del Centro Histórico en las alcaldías de Mahuad, Sevilla y Moncayo, entidad destinada a salvaguardar a Quito, a Jurado se le deben entre otras cosas el haber salvado la Casa Presidencial de Alfaro en la calle Chile, gestó el derrocamiento del mercado de Santa Clara para que se vea la plaza original y gestó el proyecto de poner placas en las casas más importantes de la ciudad, empezando por la propia casa de la Empresa, antes morada de Juan de Dios Morales.
El año 98 fue especialmente frenético, con su pariente Adolfo Holguín Uttermann organizó una magnífica reunión final de tres días de duración para festejar el bicentenario del nacimiento del prócer Ignacio Holguín Sánchez, tronco de su familia en el Ecuador. Previamente y durante nueve meses se dieron reuniones quincenales en Quito y Ambato y en el acto final en noviembre se lanzó un libro bellamente editado conteniendo la historia de la familia desde el año 1300.
El mismo mes de noviembre el presidente Mahuad que se había posesionado meses antes del poder, nombró a Jurado como su representante personal en Lima, a que concluyera las sesiones de paz con el Perú, convocando a las decenas de familias ecuatorianas que se encontraban prácticamente huidas y despersonalizadas por nuestros problemas de frontera. Se dieron conferencias en el Instituto Riva Agüero y en el Club San Martín convocando a quienes tenían sangre ecuatoriana y la prensa de todo el Perú se hizo eco de estas jornadas. A su regreso a Ambato, gestó las Jornadas en homenaje a Juan Benigno Vela.
Desde ese año y hasta el 2003 tuvo sesiones semanales con el intelectual Plutarco Cisneros gestando la creación de la Universidad de Otavalo y la creación de la gran colección “Otavalo en la historia” de la cual salieron editados una decena de volúmenes en lujoso formato.
El mismo 98 salió su quinto tomo de la Historia Social de la Provincia de Bolívar. El año 99 presenció acontecimientos de tipo afectivo: el nacimiento de Fernanda su primera nieta, actualemnete dedicada a la medicina, el viaje de dos de sus familiares a España buscando nuevas rutas vitales y la muerte de su madre. En septiembre de ese año gestó en la población de Salcedo las I Jornadas de Historia Social en esa ciudad junto con Miguel Díaz Cueva y el padre Agustín Moreno.
Datan de 1999 dos de sus libros: Alfaro y su tiempo, con fotografías del archivo de Miguel Díaz, obra que recoge miles de datos inéditos sobre el Viejo Luchador, sus íntimos, amigos, colaboradores, enemigos y asesinos, que tuvo enorme acogida. Quito Secreto que es el sumando de varias crónicas sobre temas inéditos y menudos de la ciudad, quizá la más llamativa es su versión sobre el asesinato del Arzobispo Checa.
El 2000 no editó nada, pasando un largo duelo. Pero en mayo asistió a la reunión Colombo – ecuatoriana de historiadores y presentando su ponencia “Los Clavijo: linaje y conflictividad”.
El 2001 viajó a Europa, recorriendo con los suyos la ruta del río Danubio y quedándose prendado de la belleza de Praga.
Desde el 2001 al 2005 prestó toda su colaboración a la Academia de Historia pues con el padre Agustín Moreno quisieron cambiarla totalmente porque había estado practicamente secuestrado e inactivo durante mucho tiempo hasta que ocupó su presidencia Plutarco Naranjo. El nuevo director Manuel de Guzmán Polanco le nombró director de publicaciones de la entidad y junto con Alfonso Ortiz Crespo fue comisionado para conseguir local propio a la Academia que no lo tenía desde su fundación. Fernando creó las colecciones Centenario y Testimonio y consiguieron del Arq. Carlos Pallares, director del Fonsal, la donación del edificio llamado Alhambra, que fue restaurado y entregado a la entidad ocho años después. Por otro lado, puso al día el boletín y editó cuatro gruesos volúmenes, a más de varios de las colecciones señaladas.
En el 2001 salieron sus obras: el tomo sexto de la Historia Social de la provincia de Bolívar. Las gentes del corregimiento, lo rural, tomo 2, obra del IOA en Otavalo. Los Paz en el Ecuador y sur de Colombia, otra obra donde desmenuza la movilidad social en ambos países.
El año 2002 viajó de nuevo a Europa y con su familia recorrió los fiordos de Noruega y varios países del norte del Viejo Continente. Para entonces armó su ascendencia paterna en base a los archivos de Casabermeja y Ríogordo hasta el siglo XVI.
En abril del 2002 se le encargó la reorganización de la SAG luego de la magnífica presidencia de Patricio Muñoz, cobró deudas atrasadas y editó varios volúmenes, uno de ellos con la ascendencia medioeval y egipcia de varias familias ecuatorianas y colombianas que se agotó de inmediato.
El mismo año Enma Musello puso en manos de Jurado y del padre Agustín Moreno, el archivo, biblioteca y cosas personales del ilustre historiador Homero Viten’ Lafronte que habían permanecido embodegados más de sesenta años sin reclamo alguno por parte de sus herederos. Luego de contratar a un servicio de limpieza, donaron los libros a la Espinosa Pólit, el archivo al Archivo Nacional de Historia, los periódicos a Pablo Espinosa y las cosas personales (ropa) a dos ancianatos de la ciudad. Los papeles netamente personales no aceptó la directora del Archivo Nacional Grecia Vasco y reposan en casa del Fernando. ¡Esta doña Grecia es una estulta!.
En 2002 aparecieron tres de sus libros: Vida cuotidiana colonial y republicana con prólogo de Enrique Muñoz Larrea. Los Albornoz familia fundadora del país con prólogos de Hugo y Esteban Albornoz. Diccionario histórico genealógico de familias de origen quechua, aymará y araucano, con prólogo de Temístocles Hernández. Esta obra produjo en los dirigentes indígenas reacciones disímiles: unos en magnífica situación actual negaban su raíz indígena (caso de los Lema y Cabascango) a otros no les gustó la traducción del quechua al castellano del significado de su apelativo, evidenciando que el indígena tiene poco interés por conocer sus raíces
específicas, quizá por temor de llegar a cosas muy dolorosas.
El año 2003 renunció a su cargo en la Universidad de Quito y pasó a prestar servicios en la recientemente creada Universidad de Otavalo, como investigador y catedrático, donde se mantuvo por pocos meses, pues las condiciones económicas de la nueva entidad aún eran precarias.
En ese año integró el Comité de Salvamento de la célebre Quinta de La Liria en Ambato como delegado de los Martínez nombrado por el decano de la familia el Ing. Enrique Martínez Quirola. Con los otros miembros del Comité anularon la idea de que fuera un Centro de Cómputo y que más bien se convirtiera en museo de esa familia. Jurado donó varios muebles y aún conserva piezas destinadas a esa meta.
Ese año salió su libro: Los Veintemilla en la Sierra Central y norte del Ecuador y en Lima, dando una nueva imagen sobre el famoso Presidente y dictador. Por entonces la Academia Peruana de la Historia le escogió entre los cuatro ecuatorianos que por primera vez entrarían en esa entidad, penosamente por deberes éticos para una paciente grave, cuyo tratamiento no cabía abandonar por esos días, no pudo viajar y posesionarse de su dignidad.
El mismo año el Fonsal le propuso editar la segunda edición de su obra sobre Calles de Quito en edición de lujo, obra que hasta el año 2.012 alcanzó los doce tomos y constituye sin duda el mayor aporte de Jurado a la vida de la ciudad, pues desmenuza casa por casa la historia de las dos mil quinientas edificaciones de la urbe.
Prefirió empezar por las calles en sentido oriente-occidente, porque ellas guardan mejores testimonios arquitectónicos que las que van en sentido norte-sur (Tomos I: De la Egas a la Chile; II: De la Espejo a la Bolívar, y III: De la Rocafuerte a la Portilla). El tomo IV, a manera de bisagra articuladora estudia la plaza Mayor y la calle de las Siete Cruces (calle García Moreno). Luego vienen los estudios de las calles de norte a sur (V: De la Quiroga a la Cuenca; VI: De la Benalcázar, Venezuela y Vargas; VII: De la Guayaquil, Luis Felipe Borja y Maldonado; VIII: De la Flores a la Los Ríos). Los cuatro últimos tomos se dedican a las plazas articulares de la ciudad (IX: plaza de San Francisco; X: plaza de Santo Domingo; XI: plaza de Santa Clara; y XII: plaza del Teatro, plaza de San Agustín, plaza de la Merced).
Los doce tomos se han editado en el transcurso de ocho años. Suman 4657 páginas y poseen un total de 1187 ilustraciones, entre planos, fachadas, calles, casas y detalles arquitectónicos, estas últimas fotos tomadas por Sebastián Crespo.
El asunto más importante ha sido la incorporación de mayor material humano a los textos, pues definitivamente las calles, las casas y las plazas, toman vida y cobran sentido cuando son transitadas y vividas por la gente. Esta riquísima información, va tanto por el accionar de grandes ecuatorianos que vivieron en determinados sitios de la ciudad, y les dieron sabor e identidad a las calles, como por el asumir y rescatar los nombres populares de las primeras décadas del siglo XX, que merecen ciertamente la incorporación al discurso histórico.
En las páginas de estos tomos han desfilado con frecuencia Gabriel García Moreno y Eloy Alfaro, quienes de acuerdo con el autor, son los pilares del país, y que tanto vale el uno como el otro. Por otra parte es evidente la presencia de todos los estamentos sociales de la ciudad. Sin embargo, un enfoque especial se ha dado a las clases populares, es decir a tenderos, artesanos, vecinos de los pisos bajos de las antiguas casas quiteñas y de los indígenas que ayudaron a hacer de Quito, la ciudad que ahora es.
Los investigadores y curiosos tienen una gran ayuda en los índices onomástico y toponímico que posee cada tomo. Quién desee encontrar datos específicos sobre élites y sobre clases medias, tiene material de sobra en esta monumental obra.
Para el autor ha sido labor ardua y penosa ubicar exactamente las casas quiteñas entre 1534 y 1950 pues los documentos en general, señalan hechos ordinarios o particularidades en su tiempo, que ahora resultan complicadísimos para llegar a su entraña exacta.
Jurado Noboa comentaba en uno de sus trabajos que Quito creció largos siglos hacia adentro, y que los límites de la ciudad siguieron siendo los mismos, pero aumentaban las personas y aumentaban las casas. Una gran casa se subdividía varias veces y esa es la razón por la cual al estudiar los planos de fines del siglo XIX y de principios del siglo XX, se advierten casas que comparten patios y puede adivinarse cómo una casa fue cortada y subdividida.
Todo este proceso de reconstrucción lleva a cometer errores de metros y aún de mayores detalles. Por eso el autor reconoce que se verán cambios con respecto a datos de localización ofrecidos en la primera edición (1989) y a otras obras suyas, e incluso con relación a otros tomos de esta serie. Desde luego, es posible que otros investigadores o el mismo autor, pudiera brindarnos nuevos datos y mayor precisión en el futuro.
En historia nadie jamás dirá nunca la última palabra, a no ser que el supuesto historiador no haya investigado en la vida en papeles viejos. Y aún hay que decir que la historia de un mismo suceso o de un mismo período necesita varias miradas y remiradas, pues no hay que tener miedo a las diferencias, si estas son de buena fe.
El año 2004 tuvo graves problemas de salud en el páncreas, sin embargo a fines de año – en octubre – logró aparecer el primer tomo de “Calles, Casas y gente del Centro Histórico de Quito” con prólogo del alcalde Paco Moncayo. Este tomo abarca desde las calles situadas al oriente del parque de La Alameda (vieja entrada norte de la capital) hasta la calle Mejía.
El 2005 el Banco Central a su través de su editora Adriana Grijalva le propuso editar varias de sus obras inéditas. Fernando presentó cuatro proyectos: las biografías de los artistas Juan León Mera Iturralde y Luis A. Martínez, el Diccionario de Actores de la Independencia (realistas y patriotas) y la Gran Enciclopedia de Quito que constituye una obra enorme de más de mil páginas y que por su volumen debería salir en papel couché. El Banco aceptó las tres primeras que aparecieron en los años siguientes pero penosamente el Diccionario se cortó en el primer tomo, cuando los problemas del Banco con el gobierno que se inició en el 2007. El mismo año se reactivó la SAG con nuevos bríos y poniendo límite al número de socios. En el mismo período anual recorriendo un día el Centro Histórico – su mayor pasión urbana – reparó en lo mal que estaba la casa en que nació Benigna Dávalos la autora del famoso pasillo Angel de Luz y se le ocurrió crear un programa turístico – musical por la ciudad: llevar a los turistas a las casas de nuestros grandes compositores, contarles la
historia de la canción, interpretarla y terminar en un almuerzo o cena típicos. Enseguida entró a la oficina de Carlos Pallares, Director del Fonsal, le planteó el asunto. Pallares se encantó y le dijo: Ponme por escrito, pero debe ser con libro incluido.
Así nació la obra “Rincones que cantan” que se agotó prontamente y en donde recrea autores, historias y protagonistas con multitud de datos inéditos, nacidos de documentos, notas y partituras, como de viejas conversaciones de Fernando con esos personajes y de las confidencias de los mismos frente al médico, pero el Fonsal nunca cumplió con el proyecto turístico. Porque nuestro medio la burocracia es inoperante, lenta, hasta criminal a veces.
Datan de este año 2005 sus libros: El segundo tomo de Calles, casas y gente del Centro Histórico, tomando desde la calle Chile a la Bolívar. Habemus Paéz, tomo 1. La gente de Quito entre 1790 y 1950 con prólogo de Ezio Garay y editado por la Academia de Historia. Riobamba una ciudad de andaluces en América con prólogo de Horacio Sevilla Borja y que el autor reconoce que es el libro en donde más cariño puso.
Los años 2005, 6, 10 y 12 prestó su concurso científico y humano a la Colonia de quiteños residentes en Quito con conferencias relativas a Espejo, el barrio de La Guaragua, el Terrible Martínez, etc.
El año 2006 aparecieron: Rincones que cantan, obra del Fonsal con un prólogo muy desatinado y nada inédito que fue impuesto por los editores.
Calles de Quito, tercer tomo con las calles más sureñas del Centro histórico.
El segundo tomo de Habemus Paéz.
En el 2007 uno de sus más queridos amigos luego de un accidente médico gravísimo quiso morir y no aceptaba recibir visita de ningún siquiatra, pero cuando le hablaron de Fernando aceptó verlo. El siquiatra que podía estar impedido por razones éticas de compromiso afectivo, decidió cortar la norma y salvar la vida del amigo. Lo vio todos los días a las siete de la mañana un mes y luego todos los domingos durante dos meses, hasta dejarlo en magníficas condiciones. Dice Fernando que es el acto médico que más enorgullece su espíritu.
Datan de ese año sus libros: El pintor Juan León Mera Iturralde edición del Banco Central con una nota de Carlos Landázuri. Los nudos del poder, con prólogo de Alvaro Mejía, tomo 1. El primer tomo de El conquistador Rodrigo Pérez de Guzmán, que se presentó en Guayaquil en el salón principal del Club de la Unión ante cuatrocientos invitados, obra de enorme investigación personal no solo desde el punto de vista genealógico sino también del biográfico, pues cada personaje fue redescubierto a través de un extenso anecdotario.
El año 2008 viajó con sus dos hermanas a Brasil para despedir a Nuria, la menor de ellas, ya aquejada de un cáncer mamario que terminó con su vida un año después. En agosto del mismo año y con sus hijos, hicieron un recorrido por Chile, Argentina y Brasil, quedándose pasmados de la grandiosidad belleza de las Cataratas del Iguazú.
En ese año el público conoció: Calles de Quito, tomo cuarto, historia de la calle García Moreno y de la Plaza Mayor, con magnífico prólogo del Ministro Javier Ponce Cevallos. El segundo tomo de El conquistador Rodrigo Pérez de Guzmán, que complementó la genealogía comentada de esta familia en mil páginas en edición de lujo con retratos, fotografías, documentos,