BEJARANO Y LAVAYEN JACINTO

PROCER DE LA INDEPENDENCIA. Nació en Guayaquil, el 21 de Septiembre de 1752 y fue bautizado el 1 de Octubre con los nombres de Jacinto Eustaquio, hijo legitimo – el menor y el único varón – del Capitán José Rodríguez de Bejarano, natural de Villafronte, en Oviedo, España, Teniente de Gobernador y Cabo de Centinela de la isla Puná en 1754, Castellano y Alcaide del fortín de Guayaquil, y de la guayaquileña Manuela de Lavayen y Santistevan que viuda contrajo segundas nupcias con el Capitán Gerónimo de Arenas y de la Huerta, natural del lugar de Poo en el principado de Asturias, España, doce años menor que ella.

De diecinueve años sentó plaza de Cadete de la Compañía de infantería del vecindario distinguido de Guayaquil. El Gobernador Francisco de Ugarte lo designó Inspector de las nuevas Milicias Disciplinadas. En 1775 Manuel Guirior, Virrey de Santa Fe, lo ascendió a Teniente de Granaderos del Batallón de Blancos; su sucesor, Antonio Flores, el 11 de Abril de 1779 lo elevó a Coronel Interino y el 25 de Noviembre el rey Carlos III a Coronel efectivo y en propiedad cuando solo tenía veinte y siete años de edad, mediante la compra de dichos títulos militares efectuadas por su madre.

Por ese tiempo prestó seis mil pesos para sufragar los gastos de la expedición contra los portugueses del Marañón y como no se llevó a cabo, cuando le devolvieron su dinero lo recibió con mucha reticencia. También adelantó cuatro mil pesos que hacían falta para financiar la construcción del edificio del Real Estanco de Aguardiente y para la compra de la primera partida de caña a utilizarse en los trapiches, recibiendo un “agradecimiento Real” que personalmente le transmitió el Gobernador en sesión de Cabildo. Igualmente se hizo cargo del control de los ingresos por aguardiente de uvas provenientes del Perú y recaudó

crecidas sumas de dinero por tales conceptos, proporcionando pingues utilidades al erario.

Era considerado uno de los vecinos más ricos de la ciudad y salió de fiador de su amigo el nuevo Gobernador de Guayaquil, Coronel Ramón García de León y Pizarro. Ese año pasó a Samborondón y a Baba a formar las compañías de Dragones – soldados de a caballo – cubriendo de sus expensas todos los gastos. Suplió la falta de dos batallones en su propia compañía de Infantería y durante el tiempo que duró la guerra con Inglaterra no cobró el sueldo por comandar las rondas que se realizaron en Baba. Entre sus obsequios de dinero se contó los 12.000 pesos entregados al Cuartel de Milicias y 1700 para compra del vestuario de su tropa.

En 1781 se hizo cargo de la Gobernación y del Comando de Armas debido a la ausencia del titular García de León y Pizarro, ausente en Babahoyo convaleciendo de un grave accidente y construyó el Fortín ubicado en el Paraje de Punta de Piedra pagando de su peculio a trescientos carpinteros y calafates. En 1782 fue electo Alcalde Ordinario del Cabildo. Era dueño de la Fragata “Guayaquileña” que hacía viajes a Acapulco con cargas de cacao y asumió la defensa de los montañeros pobres, que por ordenanza del Gobernador García de León y Pizarro se les había prohibido cortar madera en los bosques circundantes a la ciudad.

En 1785 su fragata efectuó un primer viaje a Acapulco llevando nueve mil cargas de cacao valoradas en cuarenta y cinco mil pesos. En el mismo barco mandó meses más tarde al Callao seis mil doscientas diez cargas de cacao al costo de treinta y un mil pesos y varias mercaderías más. Ya era propietario de varios navíos.

En 1787 fue acusado con Bernardo Roca Liceras, Martín de Ycaza Caparroso y Manuel Barragán, de monopolizar el Comercio del cacao a España, vía El Callao, haciendo bajar el precio de cinco pesos a uno, en perjuicio de los productores; pero a la postre se entendieron y los cuatro obtuvieron el monopolio de la exportación de cacao, principalmente a Nueva España, por el puerto de Acapulco.

El 5 de septiembre de 1788 costeó una bomba manual para apagar incendios. Era su costumbre socorrer a los pobres y entregar limosnas para el culto divino, daba ocho pesos mensuales al “Real Convento de Nuestra Señora del Soto” en Ciudavieja y era miembro de la Cofradía de las Animas de la Iglesia de San Agustín”; a su primo hermano el Dr. José Ignacio de Cortázar y Lavayen, Cura de la Iglesia Matriz, regaló una carroza para conducir el viático a los enfermos y moribundos, entregándole

  • pesos para la reedificación de dicha Iglesia. Por ello el 15 de abril de 1788, el Rey Carlos III le concedió el hábito y la Cruz de Caballero de la Orden de Santiago, expidiendo el título el 19 de Julio siguiente.

En 1789 prestó su fragata “La Guayaquileña”, también conocida como la Sacramento, para el patrullaje de las costas del Pacifico, porque las autoridades tuvieron noticias que dos barcos de guerra de nacionalidad inglesa surcaban dichas aguas.

El 9 de marzo de 1790 solicitó al Consejo de Indias la concesión de un título de Castilla indicando que su renta era suficiente como para sostenerse con dignidad y decencia, señaló como sus propiedades una hacienda en el paraje de Vuelta Larga en Palenque con 16.0 matas cargadoras de cacao, comprada a José Bustamante Ceballos y cerca del paraje de San José, en igual jurisdicción, otra hacienda con 4882 matas, adquirida a Mariano Falconí y Caballero, todo lo cual hacia 20882 matas, que con el precio de cuatro reales cada una, arrojaba un total de 10.441 pesos de oro, suma que el Consejo estimó insuficiente para satisfacer los impuestos llamados “lanzas y medias annatas” que anualmente debían pagar los titulados en España, terminando así las aspiraciones del primer guayaquileño que solicitó un título nobiliario.

Sin embargo Bejarano era mucho más rico y siguió enriqueciéndose introduciendo mercaderías del exterior sin pasarlas por la Aduana. En Guayaquil poseía varias edificaciones y algunos navíos como las fragatas “La Guayaquileña” y la “Santiago Fuerte” entre otras, pues era práctico en sus construcciones y siquiera había fabricado media docena – todo en sociedad con su hermana Josefa. Tampoco eran escasas sus joyas, utensilios y vajilla de plata labrada. De una hacienda ubicada en Santa Elena hacia extraer el alquitrán requerido para calafatear embarcaciones. En Naranjal poseía la hacienda “El Naranjito” y algunos cientos de cabezas de ganado, territorio inmenso que llegaba hasta las estribaciones de los ramales de la Cordillera occidental.

El negocio de importaciones y exportaciones iniciado con el Capitán Juan Antonio de Rocafuerte y Antolí, esposo de su hermana Josefa Bejarano dssde Puná, centro de sus operaciones, le había proporcionado una más que regular fortuna. Ambos fueron denunciados en repetidas ocasiones ante el Consejo de Indias. Muerto su cuñado, siguió el negocio con su hermana y para estrechar aún más los vínculos comerciales contrajo nupcias con su sobrina Josefa Rocafuerte y Bejarano muy menor a él pero no tuvieron hijos. Otra de sus sobrinas llamada Gregoria casará en 1799 con el Coronel Gabino de Gaínza Fernández – Medrano, jefe de la flotilla de lanchas patrulleras en aguas del golfo.

En sus ratos de ocio leía obras científicas y políticas llegadas de Europa en navóos de su propiedad. Desde 1793 mantuvo contactos en Quito con Eugenio Espejo, que lo nombró socio correspondiente de la “Escuela de la Concordia”, sociedad científica y política con sede en esa ciudad, que intentaba reemplazar la presencia cultural de los jesuitas expulsados y trabajaba con el propósito de mejorar los conocimientos agrícolas y fabriles, aunque también se interesaba en promover el juego de las nuevas ideas de la Ilustración.

En 1797 estuvo en Paris y asistió a la reunión secreta convocada el 22 de diciembre por Francisco Miranda, con el objeto de suscribir una Acta de Compromiso para la lucha por la libertad de América, documento que debía presentar Francisco de Miranda al Ministro inglés Pitt para que apoye una expedición liberadora a las colonias españolas en América. A esta histórica reunión concurrieron O’Higgins, Baquíjano, Frites, Cortés, Caro, Isnardi, Nariño y otros insignes americanos. El acta pasó a “La comisión de lo reservado” de la Logia masónica Gran Reunión Americana con sede en Cádiz, despachándose agentes para que trabajen en las colonias. Bejarano y Capelo fueron comisionado para Guayaquil y Quito; O’Higgins para Chile; Baquíjano para el Perú, etc.

Entre 1798 y 1802 residió en Guayaquil. Ese último año regresó a Europa con su sobrino el joven Vicente Rocafuerte, a quien matriculó en el Colegio de Nobles de San Germán de Laya.

De nuevo en Guayaquil sostuvo una cruenta lucha con el nuevo Gobernador, Coronel Bartolomé Cucalón y Villamayor y con su asesor el Dr. Pedro Alcántara Bruno y Mariño, a quien cierta mañana Bejarano buscó en media calle “cerca de la ría” y le asestó varios bastonazos. Cucalón trataba de frenar el monopolio de exportación de cacao y el contrabando de productos. Bejarano tomó de abogado al Dr. José María Luzcando y formó filas con su primo José Ignacio Cortázar y Lavayen quien sería designado Obispo de Cuenca, el abogado Joaquín Pareja Mariscal y otros prestantes guayaquileños.

Esta situación se prolongará con gravísimo escándalo público desde 1803 hasta 1810, terminando con la destitución de Cucalón a causa de la denuncia de Bejarano por la captura y remate del barco ballenero inglés “Courtland” que le reeditó tres mil pesos a Cucalón.

Era agente de Bejarano en Quito su medio hermano el Dr. Juan Pablo Arenas y Lavayen y fruto de esas actividades fue la reunión secreta de principios de 1809, que sostuvieron Rocafuerte y el Dr. Juan de Dios Morales en la hacienda “El Naranjito”. Allí se planteó una acción conjunta en contra de las autoridades españolas, pero Rocafuerte aconsejó tener paciencia pues creía el éxito de toda conjura saldría de la labor de las sociedades secretas masónicas y descubierta la conspiración en Febrero del años siguiente, el Presidente de la Audiencia enjuició a los comprometidos, el golpe se postergó y cuando al fin se realizó el 10 de Agosto en Quito, Bejarano recibió de su amigo Juan Pío Montúfar, Presidente de la Junta Soberana de Quito, su nombramiento de Gobernador de Guayaquil en representación de los insurgentes, documento que felizmente pudo esconder a tiempo porque el hijo de Cucalón se valió desde Quito para enviar un posta a Guayaquil, con la especie que llegaría dos mil hombres de Quito para quemar la ciudad de Guayaquil.

Su enemigo el Gobernador Cucalón se aprovechó de la situación y actuando con prontitud ordenó el arresto domiciliario de Bejarano y su sobrino Rocafuerte que acababa de regresar de Europa. Realizado el registro de sus papeles no se encontró nada comprometedor y a los pocos días Rocafuerte viajó a Panamá para evitar nuevos atropellos. El día 27, sin embargo, se le interceptó una carta de Quito, enviada por su amigo el Dr. Juan Ruiz de Santo Domingo, participándole los sucesos revolucionarios, lo que dio origen para que se inicie contra Bejarano un juicio por alta traición.

En estas circunstancias ocurrió que se pusieron de acuerdo en Quito el Fiscal Tomás de Aréchaga y el Coronel Manuel Arredondo para destruir el poder de Cucalón pues les estorbaba, ya que al cesar Manuel Urríez, Conde Ruíz de Castilla, en la presidencia de Quito, era la autoridad más llamada a gobernarla por su carácter militar y su posición como Gobernador de Guayaquil. Esta felonía le fue fatal a Cucalón.

Bejarano, en cambio, aprovechando su ausencia, viajó a Lima con el Alférez Real Joaquín Pareja Mariscal y con Francisco Campuzano Gutiérrez – Calderón de la Barca, que también estaban comprometidos en el complot revolucionario y obtuvo del Virrey Abascal del Perú el nombramiento de Gobernador Interino en ausencia del titular Cucalón que se hallaba en Quito, para el coronel Luis Rico y Pérez, casado con su sobrina Francisca Rocafuerte y Bejarano. Cuando Cucalón se enteró trató de defenderse pero no lo consiguió y el mismo Virrey, el 7 de Agosto de 1810, lo depuso y nombró en propiedad al Coronel Francisco Gil y Taboada, también del bando político de Bejarano.

Mientras tanto Bejarano había sido absuelto de la acusación de alta traición en junio del 10 en Lima, siendo atendido por el Virrey Abascal “con toda atención y urbanidad, sin que hubiese dado ninguna providencia contra él, ni tratándole como reo prófugo.”

En 1811 estaba en Guaranda comisionado por Cucalón, que aún tenía mando militar, para pactar con el Coronel Carlos Montúfar y Larrea, Jefe de la Junta Soberana de España. Las conferencias se realizaron en Ambato sin ningún resultado y esta fue la última ocasión que se trataron Cucalón y Bejarano, pues de allí en adelante el primero de los nombrados viajó a España.

A fines de año volvió a ser designado delegado ante el gobierno de Quito. En esta ocasión le nombró el nuevo Gobernador Vasco y Pascual.

El 8 de febrero de 1816 se presentó en aguas del golfo la flotilla del Almirante Guillermo Brown quien con uno de sus barcos atacó el fortín de las Cruces al sur de Guayaquil y siguió con el otro hacia la ciudad. Bejarano organizó y dirigió con el Teniente Coronel José Carbo Unzueta a las milicias “de pardos” de Guayaquil y las desplegó en el malecón de la ría en las primeras horas de la mañana – actual sitio del monumento a Olmedo – para rechazar a las fuerzas de asalto del Almirante Brown, que venía a nombre de la Junta de las Provincias Unidas del Río de la Plata con capital Buenos Aires. La artillería fue dirigida por Juan Ferruzola y por Hermenegildo Herrera – Campuzano, el batallón de europeos por Manuel de Jado y Goenaga que había servido en la invasión de los ingleses a Buenos Aires a las órdenes del General Santiago Liniers. El bergantín Trinidad de las fuerzas invasoras, por una mala maniobra del práctico y por cuanto la marea estaba menguando, aparatosamente encalló en unas ramadas frente al malecón de la ría y como cerca había unas alfajías, tras ellas se parapetaron las milicias de Bejarano y Carbo y empezaron un nutrido tiroteo. Los enviados de Brown que había clavado los cañones de las baterías de la Cruz, al sur de la ciudad, creyendo que la ciudad había capitulado, avanzaron a Guayaquil y fueron apresados, llamaban Juan Jany, Juan Cupe, Nicolás Jam, Jacobo Rabas, etc. Para colmos, dos de los tripulantes de la Trinidad, viendo la situación de apremio en que se encontraba la nave, se fueron hacia el Andaluz en una lancha pero fueron abatidos a tiros por los paisanos desde el malecón.

Generalizada la lucha los paisanos nadaron hacia la Trinidad y la tomaron por asalto comenzando una carnicería, los asustados tripulantes se escondieron en la escotilla y pidieron la paz. Brown fue confundido como pirata y José de Villamil lo apresó en combate. Llevado a tierra quedó prisionero del Gobernador. Iniciadas las negociaciones para ser canjeado con sus prisioneros que estaban en las cuatro naves que había dejado fondeadas en Puná, las autoridades y los elementos más realistas se oponían pues eran del parecer que debía darse un escarmiento a los insurgentes, quitando la vida a Brown, pero Bejarano no estaba dispuesto a correr el riesgo de que las flotilla que aún quedaba bombardeara el puerto, con gravísimo daño para las personas, casas y bienes, de suerte que al tercer día insistió tanto que logró la convocatoria de una nueva sesión de Cabildo, donde finalmente hizo valer su opinión. Esta intervención no ha sido bien valorada en la historia chica guayaquileña. Brown y los suyos fueron canjeado por el Coronel Manuel de Mendiburo, designado nuevo Gobernador de la ciudad, a quien había tomado preso en alta mar y demás prisioneros. La marinería argentina desembarcó libremente por el malecón, con la mercadería que traía a bordo y todo fue contentamiento, pues la gente salió a comprar. También se ha dicho que pesó mucho sobre el

Gobernador, el saber que numerosos guayaquileños se habían sumado a las fuerzas de Brown y actuaban como espías.

En 1818 Bejarano encabezó una petición al Rey pidiendo la anexión de Guayaquil al virreinato del Perú. Su familia y él eran humillados cada cierto tiempo por el Gobernador Manuel de Mendiburo con contribuciones forzosas. Anciano y pletórico, bastante obeso y achacoso, recibió el lunes 2 de octubre de 1820 la visita de su amigo José de Villamil, comisionado por los insurgentes, quien le propuso la jefatura del movimiento revolucionario. Bejarano era la primera figura social del puerto, no aceptó el honor que se le dispensaba, pero al despedir a Villamil le dijo: “Dios proteja a ustedes, les deseo el más completo triunfo. Acuérdense que todo cede al arrojo.”

En la mañana del 9 de octubre concurrió a la sesión de Cabildo y estuvo entre los patriotas que firmaron el Acta abierta de la Independencia. Meses más tarde – en 1821 – moría en Guayaquil Independiente.

En 1822 su viuda contrajo segundas nupcias con el Gran Mariscal José Domingo de Lamar y Cortázar, en quien tampoco tuvo sucesión.

Se conserva un óleo, donde aparece de gran uniforme y con peluca blanca empolvada con polvos de arroz – plateada – a la usanza de finales del siglo XVIII y en su pecho el “rojo lagarto” o Cruz de Santiago.

Alto, grueso, de constitución sanguínea, labios carnosos, gran porte, tez blanquísima. Fue el principal personaje de Guayaquil por su dinero, posición social, ilustración y viajes y como bien lo asegura el Dr. Fernando Jurado Noboa, sin ser marqués, se codeaba de igual con la nobleza titulada de Quito y con las autoridades virreinales de Lima.

Por sus actuaciones en Europa, sus relaciones con los principales quiteños del diez de agosto, la oposición a Cucalón y en el asunto Brown debe ser considerado un prócer más de nuestra independencia.