30. Saville y Los inicios de la arqueología Costeña

González Suarez, Teodoro Wolf y Otto von Buchwald fueron los primeros autores modernos en preocuparse por desentrañar los misterios de la arqueología de la costa ecuatoriana, pero correspondería al norteamericano Marshall Howard Saville desde 1.906, estudiar más detenidamente esas culturas 

En su magnífica obra “Las antigüedades de Manabí, contribuciones a la arqueología sur americana” que consta de dos volúmenes, describe los ejemplares hallados, señalando sus dimensiones y características especiales, estableció la evolución de las formas y la probable conexión entre ellas, comprendiendo que nuestras culturas costeñas son diferentes a las andinas o serranas y sobre todo a las del Incario y la Amazonía.

En 1.906 Saville creyó del caso ampliar sus expediciones hasta entonces circunscritas a México y Centroamérica viajando a las misteriosas zonas costeras del Ecuador con el patrocinio cultural del Museum of the American Indian y la ayuda del filántropo George Gustave Heye. Entonces la arqueología sudamericana se ocupaba básicamente de la cultura andina de los Incas y las culturas de la costa no despertaban interés científico,

Arribó por Panamá en mayo, contactó al cónsul de su país, a nuestras autoridades y adquirió herramientas y provisiones, siguió hasta Manta dispuesto a trabajar intensamente durante el verano, época la más propicia para las labores de campo. Le acompañaba su hermano Foster experto en  fotografías y tres experimentados ayudantes y tras un primer deslumbramiento al encontrar poblaciones costeras  adormecidas frente al mar, se maravilló con las sillas de piedra o altares ceremoniales que en número de ciento veinte logró coleccionar, utilizados por los pobladores como simples asientos en las puertas de los comercios, y tras  excavar  en los cerros de Jaboncillo y de Hojas sobre los cuatrocientos metros de altura, concluyó que el clima privilegiado y fresco durante todo el año permitió en su momento, encontrar una civilización muy desarrollada hace mil quinientos años formada de grandes asentamientos poblacionales que calculó en un total de  treinta mil personas.

Fruto de su extenso recorrido fue una gran cantidad de piezas de cerámica, planchas y objetos de metal, unos hallados y otros comprados o recibidas en calidad de obsequio. Su equipo estaba formado por su ayudante  Louis W. Niendorff con quien continuó a las zonas de Cojimíes y Limones en  Esmeraldas, mientras  su hermano Foster con George Pepper recorrían  la isla Puná y  el cabo de Santa Elena pues sabía que no contaba con mucho tiempo, por eso inventó un método rápido, escribía a diario anotando todos los detalles posibles y al finalizar el viaje elaboraba un resumen muy completo con el nombre de “Reporte Preliminar”, de manera que todo quedaba debidamente explicado. I tan bien le fue que al año volvió porque desde un primer momento se admiró de encontrar patrones artísticos y formas nuevas.

         Entre 1.907 y el 10 editó “Las Antiguedades de Manabí, contribuciones a la arqueología Sur Americana” ewn dos tomos, con prolijas descripciones de los ejemplares hallados, señalando sus dimensiones y características especiales, procurando establecer la evolución de las formas y las probables conecciones entre ellas. El tomo I ha sido traducido al español por Benjamín Rosales Valenzuela con un excelente prólogo explicativo y publicado por el Ministerio de Cultura. Se espera para un próximo futuro la traducción y edición del segundo volumen.

Su tercer viaje data de 1.908 con el acompañamiento de George D. Hedian, Agente consular norteamericano en Esmeraldas por la costa desde Manglaralto hacia el norte. González Suarez le envió varias notas científicas y quedaron de amigos. Ese año concurrió al Congreso de Americanistas celebrado en Viena presentando como ponencia “Arqueological researches of the coast of Esmeraldas Ecuador”

En 1.910 volvió en compañía de su esposa y tres hijos a quienes dejó vacacionando en Quito mientras recorría varias zonas selváticas de la costa con sus alumnos de Antropología de la U. de Columbia donde dictaba clases magistrales.

En su cuarto viaje de 1.913 localizó la cultura de la Tolita en el norte de Esmeraldas, hallando varios cráneos trepanados y numerosos adornos metálicos, algunos de platino, siendo la única cultura ancestral que dominaba este difícil metal que solo se derrite y amalgama a altísimas temperaturas. 

Tras el fallecimiento de su protector Heye en 1.916 ascendió a miembro del directorio de dicha Fundación, que en 1.918 tomó a cargo el Museum of the American Indian. Entre 1.927 y el 29 presidió la Asociación Americana de Antropología y falleció en soledad, hospitalizado en New York, en 1.935, sobreviviendo a su esposa e hijos, tras haber donado sus publicaciones, colecciones de museo e informes a la Huntington Free Library. El New York Times publicó una extensa nota,

Alto, delgado, en sus visitas a la costa siempre vestido de dril color blanco y con sombrero Jipijapa. Durante sus últimos años sufrió una larga enfermedad que disminuyó el  ritmo de sus trabajos. Entre sus numerosos logros científicos se le atribuye haber creado el término “Olmeca” que se volvió de uso común a nivel mundial, para referirse a este pueblo mexicano, famoso por sus colosales monolitos redondos que representan rostros humanos.

Nacido en Rockport, Massachusset, 1.867. Su familia era de origen francés, tuvo niñez feliz en hogar acomodado y un hermano menor llamado Foster. Desde 1.889 estudió Antropología de la Universidad de Harvard y destacó por sus buenas disposiciones para las investigaciones de campo. Ese año acompañó a su profesor Frederick Ward Putnam al sur de Ohio a fin de estudiar a los constructores de montículos o tolas. En 1.890 visitaron las ruinas de Yucatán por cuenta del Harvard Peabody Museum, entre el 91 y el 92 las de Copán en Honduras y fue tanto el material extraído que con él se realizó una exposición en la Feria Mundial de ese año. El 94 se doctoró hablando y escribiendo en español y pasó de Asistente Curador en el Museo Americano de Historia Natural.